A poco más de una semana de que entró en vigor la aplicación de sanciones a conductores que violen el Reglamento de Vialidad de Torreón, dos realidades resultan evidentes: la infraestructura de la ciudad todavía no está a la altura de las nuevas disposiciones, y la cultura vial de conductores y peatones está muy por debajo de las exigencias.
Respecto al primer punto hay que decir que es una incoherencia de parte de las autoridades obligar a que se respeten las reglas de tránsito si en la calle no existen los elementos mínimos necesarios para que los automovilistas y transeúntes puedan hacerlo. Por ejemplo, en el Capítulo VII Artículo 37 de la normativa municipal se establece que el “estacionarse o detenerse en lugares exclusivos para paso peatonal” se sanciona con 10 salarios mínimos, pero en muchas esquinas las rayas que delimitan el cruce para caminantes casi han desaparecido o simplemente no existen; por lo que se desconoce qué criterio utilizan los agentes de tránsito para multar a quienes incurren en esa infracción.
Además de lo anterior, cabe mencionar que aunque el reglamento contempla la exigencia de respetar espacios para ciclistas y personas con capacidades diferentes, muchas vialidades carecen de ellos.
Acerca de la falta de cultura vial, basta un recorrido por las calles para percatarse que la inmensa mayoría de los automovilistas y choferes no respeta siquiera las normas básicas de vialidad, como no rebasar por la derecha, usar el cinturón de seguridad, respetar los altos y no circular a exceso de velocidad. Y si hay omisiones en lo más elemental, qué se puede esperar de las nuevas disposiciones, como no hablar por celular, maquillarse ni rasurarse mientras se conduce.
Según los datos de la Dirección de Vialidad Municipal, en esta primera semana se ha aplicado un promedio de 400 multas al día, de las cuales la mayoría es por falta de precaución, y alrededor de un cuarto —poco más de 100— por usar el teléfono móvil sin el accesorio “manos libres” al mismo tiempo que se maneja. Esto nos habla de la falta de conciencia que aún existe entre los ciudadanos.
Frente a esta realidad hay que insistir en que, si bien es loable que las autoridades locales intenten por medio de un reglamento poner fin al caos que ha imperado en las calles de Torreón durante años, deben ir más allá del “vigilar y castigar” y apostarle a la creación de una ciudad más transitable para todos, y a la formación de una ciudadanía más consciente y respetuosa. El operativo Carrusel que empieza a desarrollarse en las escuelas para que los niños aprendan las nociones básicas de tránsito, crezcan con una mejor educación vial y, de paso, motiven a sus padres a respetar las reglas, parece ser una medida acertada, pero insuficiente si no se mejora la infraestructura urbana.