Cuenta la leyenda sobre el rito de los jóvenes de la tribu “Cherokee” cuando éstos pasan de la infancia a ser grandes guerreros.
El padre del niño indio le lleva al bosque con los ojos vendados, y le deja solo en la gran incertidumbre de la oscuridad de la noche.
Él tiene la obligación de sentarse en un tronco durante toda la noche, y por ningún motivo deberá de quitarse la venda hasta que los rayos del sol empiezan a brillar a través de la mañana.
El joven iniciado no puede pedir auxilio a nadie, de esto dependerá que pase la prueba de su tribu. Una vez que sobrevive a la eterna noche, ¡él ya es todo un hombre!
El ahora guerrero, no puede platicar a los otros jóvenes que anhelan la gran prueba acerca de esta experiencia, debido a que cada chico debe entrar en la masculinidad por su propia cuenta.
El niño se encuentra naturalmente atemorizado, durante la noche escucha toda clase de ruidos, bestias salvajes que rondan a su alrededor, el ulular de las aves nocturnas, el murmullo del agua que corre en el arroyo, el viento que hace crujir lastimera a la hierba, quizá algún guerrero de la tribu enemiga que le quiera dañar.
Él debe de permanecer sentado estoicamente en el tronco sin quitarse la venda, ya que es la única manera en que podría llegar a ser un hombre.
Por último, después de una horrible noche, sin haber estado tranquilo un minuto, el sol apareció.
Al quitarse la venda, fue entonces cuando descubrió a su padre junto a él. Su padre que veló toda la noche para proteger a su hijo del peligro.
Así, nosotros tampoco nunca estamos solos, aún cuando no lo sabemos nuestro Padre Celestial está velando siempre por nosotros, sentado en un tronco a nuestro lado.
Cuando vienen los problemas, hay que conservar la calma, confiar en nuestras decisiones que siempre serán guiadas por alguien que nos ha protegido durante toda la vida, el Padre nuestro.
pequenas_especies@hotmail.com