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Pequeñas especies / “UN GRAN AUDITORIO”

M.V.Z. Francisco Núñez González

Me encontraba atendiendo un parto distócico en la histórica población de Mapimí, Durango. Tenía algunas semanas de haber llegado del pintoresco valle de Súchil, también del Estado de Durango, donde había iniciado mi vida profesional atendiendo pequeñas y grandes especies en el medio rural, era de poco más de un año la práctica profesional con que contaba.

Trabajaba para el gobierno y había solicitado un cambio de adscripción. Después de estudiar la carrera y haber trabajado lejos de mi hogar, quería acercarme a casa tras haber vivido fuera durante años, además como decía mi madre, necesitaba sentar cabeza, y una solución era pensar seriamente en el matrimonio, afortunadamente no tuve mucho tiempo para descomponerme, pues a la que hoy es mi esposa, Paquita, y siempre lo será, la había conocido recién egresé de la Facultad, mi intención era establecerme en la ciudad de Torreón.

Era cerca de medio día, cuando se estacionó una camioneta afuera de la oficina, trasladaban de una población cercana a una enorme vaca de más de 500 kilogramos de peso, había empezado con el trabajo de parto en la madrugada y era hora que no podía expulsar la cría, sólo se asomaba ligeramente dos de sus extremidades anteriores, su dueño había hecho todos los intentos de “ayudarla”, incluso habían intentado con un tractor jalar a la cría, amarrando sus patas para sacarla del interior de la madre, pero todos los intentos habían sido en vano, h asta que tomó la decisión de que era trabajo para un veterinario.

Recuerdo muy bien la hora, unos minutos antes de la una de la tarde, las calles donde se encontraba la oficina en Mapimí no cuentan con pavimento, sólo con el típico empedrado colonial, a esa hora no había transeúntes ni tráfico alguno, nos rodeaban lotes baldíos y una escuela secundaria, me pareció un lugar ideal para poner manos a la obra, así que bajaron a mi paciente del vehículo, me coloqué un guante veterinario y procedí hacer mi inspección manual para darme cuenta del tipo de posición en que venía la cría.

Introduje mi mano al interior de la vaca con mucha dificultad por el espacio tan reducido y al presentarse cada contracción, se oprimía con severidad mi brazo, entre la cría contra el hueso de la pelvis de la madre, causándome algo de dolor, después de varios intentos me di cuenta que la cría se encontraba con la cabeza girada hacia un costado y hacia atrás, para que pudiera expulsarla necesitaba corregir la posición de la cabeza, mientras permaneciera en esa situación sería imposible su salida, otro inconveniente que noté era que se encontraba de gran tamaño. Necesitaba empujar la cría hacia dentro del vientre materno para dejar espacio e introducir mi mano para tomar la cabeza por sus orificios nasales y tratar de voltear hacia el frente, habían pasado horas desde el inicio del parto y por ende se encontraba completamente seco el canal pélvico, el líquido amniótico ayuda como lubricante para expulsar a la cría y como casi nos e encontraba, dificultaría más su salida.

Espero que los colegas dedicados a bovinos que lean el artículo no sean muy severos con mi técnica empleada hace treinta años, lo único que puedo decir a mi favor, que mi stock de medicamentos era muy reducido, además tenía la responsabilidad de resolver el caso en ese momento. Los medicamentos con que contaba, eran sedantes pero no estaba muy convencido de usarlos, relajaría los músculos y detendría las contracciones para poder maniobrar y así poner en posición correcta la cabeza, pero podía echarse y dificultaría más el trabajo de parto, además necesitaba de la ayuda de esas contracciones uterinas para expulsar a la cría al momento de poner en posición correcta la cabeza.

Habían pasado varios minutos cuando ya me encontraba bañado en sudor y sin darme cuenta estaba rodeado de un gran público estudiantil, callados y atentos a mis movimientos, tal vez era la primera vez que veían a una persona introducir todo el brazo a un animal.

La calle estaba repleta de jóvenes de la secundaria que salían del turno matutino y de los que entraban en el vespertino, fue tanto el público que hubo un momento en que ya no podía moverme libremente, además del apuro por mi paciente y por su cría que aún se encontraba viva, me empecé a sentir incómodo por la cantidad de espectadores que obstruían completamente la calle y era yo el causante de tal alboroto.

Afortunadamente la oficina contaba con una entrada posterior donde guardamos los vehículos, así que me trasladé con mi paciente hacia el patio de las oficinas.

El personal de la oficina lo formaba, ingenieros agrónomos, técnicos y una secretaria, que también se encontraban atentos a cualquier ayuda que solicitaba, además de los “familiares” de mi paciente.

Ya me encontraba adolorido del brazo de tantos intentos que empezaba a pensar en la siguiente opción, ¡una cesárea! Cuando aproveché el momento en que finalizó una de las contracciones, y empujé con gran fuerza hasta que logré hacer que la cría retrocediera un poco, por una fracción de segundo logré introducir mi mano por ese espacio tan reducido y conseguí tomar la nariz de la cría y jalarla en posición correcta de salida, ¡lo había logrado! El siguiente paso era atar una cuerda alrededor de las patas de la cría, y rápidamente les dije a los ayudantes, a mi señal empiecen a jalar, esperé el momento de una de las contracciones y al fin, por arte de magia apareció una enorme y sorprendida becerra, tal vez un poco adolorida e inflamada, pero viva que era lo principal.

Al moverse en el suelo, la madre de inmediato empezó a limpiarla con su áspera lengua, cuando escuché aplausos y un gran bullicio, eran docenas de estudiantes de la secundaria que se encontraban sobre las bardas y la azotea de la oficina, comportándose como un gran auditorio, celebraban como si hubieran visto el gol del campeonato del equipo de sus amores.

Naturalmente que los dueños se encontraban alegres, así como mis compañeros, y creo que hasta la cría junto con su madre, pero no creo que haya habido persona más feliz que su veterinario.

Pequenas_especies@hotmail.com

Por cierto, yo también me siento campeón. ¿Y tú?... ¡Vamos Guerreros!

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