De nuevo ha tomado fuerza la discusión sobre el tema del aborto; ya hace un año, se legalizó en el Distrito Federal y a la fecha, siete mil setecientas sesenta y seis mujeres han acudido a centros de atención médica para que se los practiquen, siendo treinta y uno las afectadas con complicaciones, una de ellas fallecida.
Interesante observar que se presentaron once mil quinientas mujeres solicitándolo y tres mil setecientas treinta y cuatro desistieron al recibir información sobre el aborto provocado y sus consecuencias. En otras palabras: el treinta y dos por ciento sintió la fuerza maternal y/o sentimiento culposo, desistiendo del acto.
Resulta evidente que en la discusión han intervenido personajes con posturas ideológicas y partidistas que defienden el aborto provocado, amparados en la bandera del derecho de la mujer para decidir sobre su cuerpo; otros, ven en el tema la oportunidad de alcanzar objetivos particulares.
Los ministros de la Suprema Corte, insistieron en analizar el problema únicamente desde el punto de vista del Derecho, declarándose incapaces de hacer juicios de valor; esa postura permitió, como consecuencia, hacer prevalecer una ley ya autorizada, sin analizar los aspectos valorales, que son, precisamente, fundamento del espíritu que mueve a las sociedades a dictar y someterse a normas que se transforman en leyes.
Simplemente no se enfocó de fondo el problema humano.
Hasta antes de la octava semana, el nuevo ser es considerado embrión y aunque le reconocen como individuo, rechazan su condición de ser humano. De golpe le desaparecen sus derechos dejándolo indefenso, basándose en que aún no llega a ser tal.
A lo anterior, el doctor Carlos Fernández del Castillo, director del Centro Mexicano de Ginecología y Obstetricia, durante su comparecencia ante la Comisión de Dictaminación replicó: “Es una persona que irá desarrollándose, poco a poco, hasta reunir ochocientas semanas –15 años de edad– (…) de ellas, solamente pasa en el útero de la madre entre treinta y seis a cuarenta y dos”. Refirió su experiencia como médico, calculando haber atendido a cerca de treinta mil parturientas, que le permite afirmar, que: la fuerza del amor materno prevalece sobre cualquier otro interés; “ese embrión llegará a formar un ser humano con alrededor de 4 billones de células”, insistió en su oposición a la autorización legal, considerándola atentado al derecho a la vida.
Ya en otros “Diálogos” hemos analizado las posturas de distintos expertos, en relación a cuando hay vida; algunos hablan de días, otros hasta semanas; la mayoría dice que se da con la unión de un espermatozoide con un óvulo, formando la primera célula.
En la discusión, los defensores del aborto inducido o provocado, rechazaron sistemáticamente incluir análisis filosóficos y humanísticos; es comprensible, de aceptarlo, quedaría evidenciado el principio del derecho a la vida, que se enuncia consistentemente en todas las corrientes del pensamiento.
Algunos especialistas en bioética aseguran que, al aceptar el aborto –por simple rechazo al embarazo–, quedarán sentadas bases importantes para legalizar la eutanasia y, finalmente, la interrupción de vidas de personas con limitaciones físicas o mentales. Son denuncias de mucho peso, que tampoco han sido estudiadas y puestas a consideración de las autoridades judiciales que analizan el caso en el Distrito Federal.
Podemos deducir que, al ratificarse esa Ley del Aborto, vendrá como consecuencia el análisis para su inclusión en las distintas legislaturas de los estados federales, hecho que prevén optimistamente sus promotores.
La cultura de la permisibilidad está presente, como nunca, en el mundo moderno; confundimos el aborto con los métodos anticonceptivos, sin profundizar en educación y motivación para la sexualidad responsable.
Ya en otras discusiones de bioética se han analizado los usos de métodos anticonceptivos locales, como el caso de los dispositivos intrauterinos, que a decir de la corriente humanista: no evitan el embarazo y sí impiden la anidación del huevo, dando como consecuencia su muerte y expulsión, mezclado entre una falsa menstruación. En su momento, las necesidades de control natal llegaron a ser tan altas que se tomó en consideración –equivocada– aquel principio de “mal menor por bien mayor”, dejando de combatirlo.
Permisividad, a decir de la Academia de la Lengua es “tolerancia excesiva”, caso de la mujer quién, por ignorancia o irresponsabilidad, cae en la condición de “embarazada sin desearlo” al atender sus tendencias naturales –necesidades biológicas indiscutibles– sin usar métodos anticonceptivos.
Le pido se mantenga atento; éste será tema para discutir y nos permitirá descubrir “quién es quién” en el cuidado de la sociedad mexicana; es antecedente importante para la defensa de los valores y derechos humanos.
Conocer a fondo y expresarnos, representan otra manera de defender la libertad de nacer y vivir; no vaya a ser que por descuido o negligencia nos impongan leyes con tendencias distintas a nuestros valores. Recuerde las leyes de control natal impuestas en otros países.
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