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Perredistas

Jaque mate

Sergio Sarmiento

“Los pesimistas no son sino espectadores. Son los optimistas los que transforman el mundo”.

François Guizot

Jesús Ortega ha cuestionado la veracidad de los conteos rápidos que llevaron a cabo la empresa Consulta Mitofsky y el Instituto Mexicano de Opinión Pública (IMOP) en la elección interna del Partido de la Revolución Democrática este 16 de marzo y que dieron como vencedor a su rival Alejandro Encinas. Ortega no está haciendo más que mantenerse fiel a una vieja tradición de los perredistas: la de no aceptar nunca una derrota electoral. Poco importa que las posibilidades de que estén equivocados dos conteos rápidos simultáneos que arrojan el mismo resultado sean infinitesimales.

Sin embargo, no debería sorprendernos la actitud de Ortega: no sólo por que los perredistas no tienen la cultura de aceptar derrotas, sino porque hay razones para pensar que un perredista o simpatizante del PRD es por naturaleza alguien que tiene mayor pesimismo o desconfianza ante las instituciones –cualquier institución— que el resto de los mexicanos.

En septiembre de 2007 una encuesta también de Consulta Mitofsky —la empresa que encabeza Roy Campos— revelaba algo que quizá muchos hemos intuido, pero que nunca hemos sabido a ciencia cierta. El estudio era parte de una serie que servía no para juzgar las actitudes de los perredistas sino para medir la confianza de los mexicanos en las instituciones. Como el estudio distingue la información de los encuestados en grupos de identidad partidista, sin embargo, surge información que permite concluir que el perredista es más pesimista que el mexicano promedio.

Efectivamente, en casi todos los rubros que mide la encuesta de Consulta Mitofsky los perredistas muestran un mayor pesimismo y desconfianza que el resto de los mexicanos. Las universidades y el Ejército, por ejemplo, son las dos instituciones que generan más confianza entre la población de nuestro país, la cual les da una calificación bastante alta, de 8 sobre 10, pero los perredistas califican a estas dos instituciones sólo con un 7.7.

El promedio de los mexicanos, por otra parte, califica a la Iglesia Católica con un 7.8, pero los perredistas le dan 7.4. Los medios de comunicación son calificados con 7.4 por los mexicanos, pero con 7.1 por los miembros o simpatizantes del PRD.

La calificación que los mexicanos le dan a la Presidencia de la República es de 6.7, pero los perredistas le otorgan una marca reprobatoria de 5.5. Quizá esto sea lógico debido a que muchos perredistas piensan que Felipe Calderón, el actual presidente de la República, no ganó la elección de 2006; pero el pesimismo de los perredistas se extiende a otras instituciones del Estado mexicano. Por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que el promedio de nuestros compatriotas califica con 6.6, recibe de los perredistas apenas un 5.9. Incluso la policía es peor vista por los perredistas, que le dan 5.3 de calificación, que por el común de los mexicanos, que le otorgan una marca de 5.7.

A pesar de ser miembros o simpatizantes de un partido de izquierda, que uno supondría cercano a las organizaciones de los trabajadores, los perredistas califican a los sindicatos mexicanos con 5.1, mientras que el común de los mexicanos les da una marca más elevada de 5.6.

Me parece muy significativo que la única categoría en la lista de instituciones de Consulta Mitofsky a la que los perredistas le dan una mejor calificación que el promedio de los mexicanos es la de los senadores. Los perredistas, efectivamente, los califican con 5.9, mientras que los mexicanos comunes y corrientes les dan apenas un 5.5. En cuanto a los diputados y a los partidos políticos, los perredistas les dan la misma calificación que los mexicanos en general: 5.5 y 5.2. Esto quiere decir que los perredistas son más desconfiados de todas las instituciones, menos de las cámaras legislativas y de los partidos, que se cuentan entre las instituciones que los mexicanos peor califican. Quizá los perredistas piensen que los legisladores y los partidos representan más sus intereses que los del resto de los mexicanos.

Vistas así las cosas, no debemos sorprendernos que Jesús Ortega esté cuestionando la veracidad de los conteos rápidos que nos han adelantado el resultado de la elección perredista del 16 de marzo, como tampoco podemos asombrarnos de que Andrés Manuel López Obrador haya puesto en tela de juicio los resultados de la votación presidencial del 2 de julio de 2006. De hecho, si algo nos sugiere esta interpretación de la encuesta de Consulta Mitofsky de septiembre de 2007 es que los perredistas son, por naturaleza o por convicción, más desconfiados y pesimistas que el resto de los mexicanos.

VOTO POR VOTO

El consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdez, está proponiendo una salida conveniente para quienes piensan que un recuento voto por voto “limpiaría” la elección presidencial de 2006. Su sugerencia es que, antes de que se destruyan los paquetes electorales, cosa a la que obliga el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, deben exhibirse todas las boletas. Esto permitiría que cualquier ciudadano pudiera grabar o registrar voto por voto los resultados de la elección de 2006. La exhibición de las boletas no violaría la Ley, ya que toda la paquetería y las boletas serían efectivamente destruidas. La legislación no dice de qué manera deben ser destruidas ni qué se puede hacer con ellas en el proceso.

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