Julio de 1950. Mi esposa Ana Rodríguez y yo en el rancho “El Alamillo” en la Sierra de Juanchorrey, Zacs., de mis abuelitos Darío de la Torre Murillo y Margarita Sánchez González de De la Torre.
En el prefacio del libro menciono algunas de las personas mayores de Juanchorrey, nacidas hace ciento cincuenta años, entre 1844 a 1900, y que yo siendo niño y luego joven, conocí y conviví con muchos de ellos. En parte se puede leer:
“La historia de Juanchorrey es fascinante, tal vez menos brillante que la de otros pueblos, pero éste es el mío, donde nací y crecí hasta los 14 años de edad, donde vieron su luz mis ancestros y otros hombres y mujeres extraordinarios. Los que yo conocí desde mi niñez, 1925, durante 83 años hasta 21 2008. Ellos fueron mis abuelos paternos y maternos, unos seres modestos pero inteligentes y trabajadores. Los paternos, Alejandro Robles Nava y Agustina Correa González y los maternos, Darío de la Torre Murillo y Margarita Sánchez González, nacidos en las décadas de 1860 y 1870; el tío Tereso de la Torre Gamboa y su esposa doña Efrén Sánchez González, hermana de mi abuela; a don Ventura de la Torre Gamboa y su esposa, a don Jesús de la Torre Gamboa y su esposa Claudia Robles Correa, a don J. Encarnación de la Torre y su esposa ‘Chencha’ Inocencia Gamboa, padres de Tereso, Ventura y Jesús, nacidos a mitad del Siglo XIX, a don Daniel Acevedo y su esposa Soterita Carlos, haciendo la anotación de que don Daniel y don Jesús de la Torre, podían cantar toda la noche, canciones y corridos sin repetir ninguno. Allí en la calle Nueva, vivían don Irineo y don Pedro Rosales, don Telésforo Barrios y don Guadalupe Sánchez, conocí a don Hermenegildo Correa y don Martín su hermano que eran hermanos de mi abuela paterna. Conocí a los Reveles, don Albino, don Diego, don Juan, viejos muy queridos en Juanchorrey y al máximo Patriarca, don Evaristo Sánchez, nacido en 1858 mil ochocientos cincuenta y ocho, hace exactamente ciento cincuenta años. Don Evaristo era el encargado de recoger los ‘diezmos’ de la iglesia para entregarlos a la parroquia de Tepetongo, conocí a don Faustino de la Torre, padre de Salvador un amigo mío de la infancia y que vive en Denver, Colorado, Estados Unidos. A don Nicanor González Miranda y su esposa doña Leonor de la Torre, padres de mi amigo Manuel González de la Torre, su hermano Juan Pablo y una numerosa familia. Conocí a don Paulín Acuña, uno de los ‘mercaderes’ que iban a Jerez a comprar mercancías, que luego vendía en el rancho, a mi tío J. Carmen Robles Nava, hermano de mi abuelo paterno y que entre otras cosas, ambos se dedicaban a la carpintería, a don Casimiro de Luna, que tenía una huerta de frutales y tunas de castillo en la parte poniente de Juanchorrey y regaba con un manantial que había abajo de la Cueva de El Salto, a don Vivente Fernández, don Abraham del Río, que vendía camotes calientitos, vaporizantes, a tres centavos el kilo, a don Epitacio Nava, padre de don J. Guadalupe, de Luis, de Elodia, Felipe, Melesio, Severo, Concha, etc., a don Ricardo de la Torre, que vendía los sabrosos ‘cochinitos’ de pan, a centavo, a don Anastasio de la Torre Murillo, padres de Elena y otros hijos que vinieron a radicarse a Gómez Palacio, Dgo., a don Casimiro y Simón Reveles, don Pascual Correa, don Zacarías Correa, don Timoteo González, don Regino González, dueño de la Hda. San Joaquín a don Pedro González y don Salvador Muro, don Rosendo González, don Marcial Nava, don Baudelio Correa y don Juan Muro, maestro de la banda de Juanchorrey, mi padre Francisco Robles Correa, nacido en 1897 mil ochocientos noventa y siete, y muchos más que ************* páginas de mi libro.