25 de diciembre, Día de la Natividad del Niño Jesús en la extrema pobreza, en un pesebre de Belén, porque las familias del lugar no les dieron posada a María y José.
Ya iniciamos el tercer milenio desde el nacimiento del Niño Jesús en Belén, noticia que inquietó al poderío romano, que trató de eliminar al Niño, inclusive mandar asesinar a todos los niños hasta dos años de edad, siendo víctima de persecuciones hasta que al final lograron clavar en una cruz, con escarnio y burlas al Redentor del mundo.
Las cosas, después de más de dos milenios, no han cambiado mucho, y en algunos casos han empeorado, ya que el mundo actual se encuentra inmerso en guerras fratricidas, en la más alta corrupción, con secuestros violentos, asesinatos y extorsiones que tienen a la sociedad preocupada esperando los cambios que traigan nuevamente a los hogares la paz, el amor, la armonía familiar alejada de zozobras e inquietudes.
Las autoridades hacen su mejor esfuerzo para combatir el crimen y la corrupción. Muchas personas han hablado fuerte y organizado manifestaciones silenciosas con el clamor general de volver a ver a nuestros hijos salir a la calle, ir a la escuela a festivales, sin el temor de que algo malo les pase y a la larga, tenemos que lograrlo, porque México es más fuerte que sus enemigos y muchos creyentes elevan sus oraciones al Creador para que vuelva la paz. Ya vimos el 13 de diciembre pasado que se reunieron en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, cerca de seis millones de peregrinos, mostrando sus necesidades y su gran fe, ante la Virgen Morena del Tepeyac.
Las reflexiones anteriores me hicieron recordar un pequeño poema de dos estrofas, que se encuentra en mi libro “La Alegría de Vivir”, que me publicó el Gobierno del Estado de Coahuila por conducto del Consejo Editorial que dirige mi amigo el Profr. Arturo Berrueto González y que dice así:
EL PESEBRE DE BELÉN
¡Señor! Qué más puedo decirte
si ya he dicho tantas cosas
a lo largo de mi vida.
Sólo diré que tu luz
ilumina mi sendero
y mi alma no está perdida
tu estrella siempre me guía
hasta el portal de Belén,
donde en humilde pesebre
la Virgen arrulla al Niño,
que inquietó a Jerusalén.
II
Vino a enseñar con su ejemplo
de pobreza y humildad,
que vengamos a su templo
a cantarle en Navidad,
recordando aquel pesebre
donde reyes y pastores
llegaron con devoción
unos llevando tesoros
otros sólo el corazón.
