El Papa Benedicto XVI (centro) celebró ayer una misa en el estadio de los Yankees, en Nueva York, Estados Unidos. El Pontífice finalizó ayer una visita de seis días a EU. (Fotografías de EFE)
Pronuncian en español la segunda lectura.
El Papa Benedicto XVI estuvo ayer en el estadio de beisbol de los Yankees de Nueva York, donde recorrió el campo en el “papamóvil” y llevó a cabo la celebración de una misa ante unas 60 mil personas.
El último acto masivo encabezado por el Pontífice en su viaje apostólico por Estados Unidos que concluyó ayer, tuvo como objetivo celebrar los 200 años de creación de las diócesis de Boston, Louisville, Nueva York y Filadelfia.
Poco después de las 14:15 horas local (18:15 GMT) llegó hasta el estadio a bordo de una limusina y allí abordó el “papamóvil” para dar una vuelta por el campo mientras la gente lo saludó con banderas y pañuelos o le tomó fotografías.
Presidió la ceremonia, junto al obispo de Roma, el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y el arzobispo de esa ciudad Edward Egan.
La segunda lectura de la misa fue pronunciada en español, se trata de un texto bíblico extraído de la primera carta del apóstol San Pedro, en la cual se recuerda a Cristo como “la piedra viva rechazada por los hombres que es la piedra angular”.
El Papa Benedicto XVI exigió ayer a los católicos de Estados Unidos ser congruentes social y políticamente, para evitar caer en una “doble vida” que separa la fe del actuar cotidiano.
Los instó a “rechazar la falsa dicotomía entre la fe y la vida política, porque ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse de la soberanía de Dios”, durante la homilía de la misa que encabezó ante 60 mil personas. En el estadio de beisbol de los Yanquis de Nueva York, donde se congregaron fieles incluso de la costa Oeste del país, el líder máximo de la Iglesia llamó a superar toda separación entre fe y vida, oponiéndose a los “falsos evangelios de libertad y felicidad”.
Esta congruencia, agregó, debe ser utilizada para defender los “valores inmutables” que son las “únicas verdades”, para garantizar el respeto a la dignidad y los derechos de todo hombre, de toda mujer y niño.
En el discurso, pronunciado en inglés, defendió también los derechos de “los más indefensos” de todos los seres humanos, como los niños que están aún en el seno materno.
Con estas palabras el Obispo de Roma se refirió a un delicado tema en Estados Unidos, donde más de 60 millones de personas se declaran católicas, muchos de ellos políticos con cargos como senadores o diputados.
La posición política de estos cristianos es motivo de debate, cuando votan en favor de leyes que permiten acciones condenadas por la ética sostenida por la Iglesia como el aborto o las uniones homosexuales.
“Autoridad y obediencia, siendo francos, no se pronuncian hoy fácilmente; estas palabras representan una “piedra de tropiezo” para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da mucho valor a la libertad personal”, dijo.
“La verdadera libertad florece cuando nos alejamos del yugo del pecado que nubla nuestra percepción y debilita nuestra determinación, y ve la fuente de nuestra felicidad definitiva en Él, que es amor infinito, libertad infinita, vida sin fin”, indicó.
Al finalizar, el Pontífice, quien habló también en español, aseguró que seguir a Dios no elimina las propias aspiraciones de una vida plena sino que alienta a luchar contra todo lo que esclaviza, empezando por el propio egoísmo y capricho.
“Les invito a mirar el futuro con esperanza, permitiendo que Jesús entre en sus vidas; solamente él es el camino que conduce a la felicidad que no acaba, la verdad que satisface las más nobles expectativas humanas”, concluyó.
Concluido el acto, el Papa se trasladó a la residencia donde se hospedaba en la Gran Manzana, de donde a las 19:30 horas locales (23:30 GMT) se trasladó en helicóptero hasta el aeropuerto John F. Kennedy.
Allí el vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, despidió al Papa Benedicto XVI tras su primera visita a este país, y le pidió tener presentes en sus oraciones a Estados Unidos y su pueblo.
Cheney fue el último funcionario del Gobierno del presidente George W. Bush en dirigirse al Pontífice, quien finalizó la visita que empezó el pasado martes en Washington y cerró en esta ciudad.
El vicepresidente estadounidense, quien acudió a uno de los hangares del aeropuerto John F. Kennedy que fue acondicionado para esta ceremonia, se mostró “sincera y humildemente muy agradecido” por la visita del Pontífice.
“Acuérdese de nosotros en sus rezos y oraciones”, reiteró el vicepresidente, poco antes de que Benedicto XVI se dirigiera al “Shepard One” de Alitalia para regresar a Roma.
Reza el Papa por las víctimas del 11-S
“Ahora estoy en paz”, dijo Rose Mazza, madre de la capitana Kathy Mazza, la primera oficial mujer que murió en el World Trade Center. Llevaba una hermosa vela blanca en la mano izquierda y una medalla con el rostro de Benedicto XVI en la derecha. “El Papa me dijo algunas palabras que no recuerdo. Estaba tan emocionada que lo olvidé. Bendijo a mi hija y es suficiente”, exclamó la señora Mazza.
En una breve ceremonia privada, el Papa Benedicto XVI rezó varios minutos por los caídos en los atentados de 2001 en el vasto terreno aún vacío donde se levantaban las torres gemelas, esparció agua bendita, confortó a las familias de las víctimas y pidió por la paz del mundo.
Sólo 24 personas se reunieron con el Pontífice en un homenaje celebrado por la mañana en la Zona Cero. Recibieron su bendición, intercambiaron algunas palabras con él y recibieron una vela bendita y una cruz de 10 centímetros forjada con acero encontrado entre los restos del atentado. Era un día frío y gris, y un banco de niebla rodeaba desde temprano los rascacielos de Manhattan.
A 50 metros del sitio donde el homenaje se realizaba, cientos de personas se formaron detrás de las vallas de madera colocadas por la policía de Nueva York para bloquear el paso. Entre los visitantes que se alzaban sobre la punta de los pies para ver la llegada del Papa había varias familias mexicanas con rosarios en las manos y bebés en brazos.
El Papa rezó hincado varios minutos en una plataforma improvisada sobre un piso amarillo con sillas y reclinatorios blancos. Cerca había una grúa de trabajo pesado, una bandera de Estados Unidos y más de 2 mil policías vigilando los alrededores. Estuvieron presentes el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y el gobernador David A. Paterson.
“Te pedimos la luz eterna para todos los que murieron aquí”, dijo el Pontífice, arrodillado en silencio en un reclinatorio. “Te pedimos por aquellos que perdieron la vida, porque su muerte no sea en vano”. Pidió fortaleza y esperanza de las familias de las víctimas “y coraje para trabajar sin descanso por un mundo donde la paz verdadera y el amor prevalezcan entre las naciones y en los corazones de todos. Dios, lleva la paz a nuestro mundo violento”.
Las 24 personas que se encontraron con el Papa son familiares de policías, bomberos y rescatistas que murieron en los atentados. El Papa pidió también por quienes murieron el mismo día en el Pentágono y en Pennsylvania.