Los comerciantes suelen inventar días para festejar a muchas personas, sentimientos y afectos, con ánimo de vender.
Pero hay ocasiones en que parecería que lo hacen de buena voluntad, como es el caso del Día de la Familia que se festeja mañana.
Porque un festejo de esa naturaleza no tiene que ver con regalos y sí con convivencia, reunión de todos aquellos que conforman el núcleo familiar.
Es indiscutible que la familia es la base fundamental de la sociedad. Es la piedra madre de todo el andamiaje social.
Ahí donde la familia se empieza a desmembrar, los efectos repercuten en todo el estamento social y éste comienza a tambalearse.
Por eso, Montesquieu, dice en “el espíritu de las leyes”, que un imperio se corrompe desde sus entrañas. A los estados débiles lo avasallan los fuertes. Pero los fuertes sucumben por su descomposición social, como sucedió en Roma.
De ahí la importancia de mantener unida a la familia, sobre todo cuando faltan los padres.
Mientras ellos están con nosotros, la familia gira por lo común en torno de la madre, que es un poderoso elemento de cohesión.
Los problemas comienzan cuando los viejos se han ido para no volver. Es entonces cuando, si no hay quién genere esa cohesión, la familia se va separando cada vez más y terminan por volverse extraños.
A veces los lazos de amistad son más fuertes que los sanguíneos. Un amigo siempre será un hermano, pero un hermano puede no ser un amigo, según suele repetir Jorge, y creo que tiene razón.
Por la fuerza de atracción que ejerce la madre es que a la casa paterna, también se le llama: “hogar”. Es ahí donde se reúne la familia en torno de la madre que es la cocinera por excelencia en el hogar.
Por eso es también importante que la familia se mantenga unida, aún cuando los padres falten.
Bueno, hasta por razones de sobrevivencia, pues según cuenta una leyenda india, el último consejo que un anciano moribundo daba a sus hijos fue el siguiente, que demostró con un ejemplo.
“Llamó al más pequeño y débil de los hijos y le pidió que rompiera una flecha, lo cual éste hizo con facilidad.
Pero luego llamó al mayor y más fuerte de ellos y le pidió que rompiera un haz de flechas, lo cual no pudo lograr a pesar de su fortaleza.
El viejo les dijo entonces: Permanezcan unidos y nada los podrá destruir. Pero si se alejan y se dividen, cualquiera podrá quebrantarlos”.
Así debe ser la vida en familia. Todos unidos como un haz de flechas. Y nada podrá quebrantarla.
Pendientes unos de los otros. Atentos a las necesidades y dispuesto a prestarles ayuda a aquellos que la necesiten.
México es fuerte, entre otras razones, porque de acuerdo con sus tradiciones y costumbres, las familias tienden a permanecer unidas.
En otras sociedades, apenas si el joven ha alcanzado la mayoría de edad cuando los padres ya los están echando de la casa. Ellos creen que de esa manera forman su carácter, pero lo cierto es que están destruyendo a la familia.
Hay países en los que los hijos no pueden llegar sin avisar a la casa de sus padres, ni pueden hacerlo si no llevan un regalo, como si se tratara de extraños.
Tengo un buen amigo, al que todas las mañanas lo visitan sus hijas y desayunan con él o mínimo llegan a tomarse el café. Eso a él lo hace muy feliz y con razón.
Yo le doy gracias a Dios de haber nacido en una familia en donde mis padres se preocuparon por establecer una unión que nos ha hecho fuertes.
Por ello, disfruto tanto las reuniones semanales con mis hermanos y sobrinos. Por ello también me alegra ver la unión que se mantiene en la familia de mi esposa.
Con sus diferencias y puntos de vista distintos, debemos pugnar por que la unión sea el elemento distintivo de nuestras familias. Porque sólo así, esta vida tiene un verdadero sentido.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.