EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Política popular y cupular

Sobreaviso

René Delgado

Dos modos de hacer política están haciendo crisis y, en su fracaso, arrastran al país a un callejón.

El estilo popular de Andrés Manuel López Obrador y el estilo cupular de Felipe Calderón –ambos, efectos secundarios de la elección presidencial– tienen encorsetados a esos políticos y atrapado al país. Lo absurdo de esos modos de hacer política es que les vienen mal a los dos y les causan un terrible daño al Estado y la nación.

Esos estilos, en su exageración, han derivado en un populismo y un elitismo que borran los matices y polarizan a la ciudadanía; vulneran las posibilidades de López Obrador como las de Felipe Calderón; lastiman la perspectiva de la izquierda y la acción del Gobierno Federal; y, por su carácter personalista, debilitan a las instituciones además de frenar el desarrollo político y económico nacional.

_______________

Curiosamente, la trayectoria de esos dos personajes no ampara el estilo que han adoptado o, mejor dicho, que los ha entrampado.

A ambos los marca una profunda conciencia social que, aun en su diferencia, comparte un denominador común: la idea de cumplir una misión. Puede escandalizar tal afirmación, pero si se analiza retrospectiva y fríamente su personalidad, la confrontación que hoy protagonizan no borra el parecido.

El activismo en favor de los indios que marcó el arranque de la carrera de López Obrador en Tabasco tiene puntos convergentes con la inicial y recia formación social-cristiana que Felipe Calderón adquirió bajo la férula de su padre, Luis, y de su tutor político, Carlos Castillo Peraza.

Recorren senderos distintos, pero con un mismo destino que, por lo pronto, resumen en una frustración.

_______________

Desde su respectiva trinchera, López Obrador y Calderón buscaron reivindicar a la política como una herramienta para trabajar “por el bien de todos” o por “el bien común”. ¡Vaya semejanza de esos conceptos!

Asimismo, ambos –como políticos profesionales que son– jugaron en el campo de la conciliación y la negociación con intereses y grupos distintos a los suyos para, en la legítima ambición, tener posibilidades de acceder al poder y ejercerlo para llevar a cabo aquella misión.

Hoy, a más de uno confunde el radicalismo de sus posturas. La llegada de Andrés Manuel López Obrador al Gobierno capitalino, como la llegada de Felipe Calderón al Gobierno Federal, no tuvo por base ni el radicalismo ni el purismo, sino precisamente el trabajo político que, por su naturaleza y carácter, no estuvo ni podía estar exento de negociaciones y concesiones. Negar eso es caer en un estado de amnesia o creer que la historia es un invento.

_______________

Por eso hoy, uno y otro desconciertan.

Uno porque, en su discurso, descalifica o elimina a los grupos o élites con quienes inexorablemente ha cohabitado más allá de su íntima convicción; otro porque, en su entrampamiento, pareciera depender exclusivamente de esos grupos o élites para sobrevivir, aunque en su íntima convicción quisiera tomar distancia de ellos y ampliar su margen de maniobra.

López Obrador simula no haber pasado por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y, en esa condición, haberse conducido dentro del marco civilizado e institucional de la política, pactando programas, acciones, obras y políticas donde los pobres no siempre fueron primero. En aquel entonces los “delincuentes de cuello blanco” no eran tan delincuentes, ni Andrés Manuel tan resistente y repelente a ellos. El purismo de hoy no encuentra justificación en el pasado.

Calderón simula no haber militado en la oposición, ni haber cuestionado al corporativismo sindical y a los grupos económicos poderosos que hoy lo cobijan, ni haberse declarado un político de centro, ligeramente cargado a la izquierda, interesado por un mayor equilibrio social y por activar mecanismos políticos de participación directa. ¿Acaso aquella idea de rebasar al perredismo por la izquierda fue simple fórmula retórica? ¿Acaso aquel discurso apelando a la conciencia social de “los trescientos” (líderes) fue un error? El elitismo de hoy no cuadra en su personalidad completa.

Víctimas de la circunstancia política así como de su incapacidad para moderar su propio discurso, para resistir las presiones de clientelas y de patrocinadores, para practicar la autocrítica y contener la adulación de sus estados mayores y porras, ambos cayeron en la trampa de la política popular y de la política cupular que, en su exceso, los confina al rincón del populismo y el elitismo.

Uno da soluciones fáciles a problemas complejos, otro sofistica soluciones a problemas sencillos. Uno quiere consultar todo al pueblo; otro, sólo acordar con las cúpulas. Uno posterga soluciones, otro precipitarlas.

Ninguno puede con el otro, y el resultado de su neutralización se traduce en el estancamiento del país.

_______________

Un absurdo de esa neutralización es que, sin querer, ha reactivado y fortalecido a su adversario histórico: el priismo.

La pérdida de votos del perredismo no ha ido a dar al panismo, el ganón ha sido el tricolor que, inteligentemente, ha actuado como el gozne de una puerta que facilita o dificulta la comunicación entre aquellos dos. De ahí, el tricolor ha derivado una ganancia que, muy probablemente el próximo año, signifique su reposicionamiento electoral. Y no deja de ser curioso que en la recuperación y rehabilitación del priismo mucho tengan que ver López Obrador y Calderón.

Otro absurdo compartido es la insatisfacción que el lopezobradorismo y el calderonismo provocan en los grupos económicos con poder. El primero porque, a pesar de no haber llegado al poder, sigue siendo un retén de sus ambiciones. El segundo porque a pesar de haber llegado al poder, no facilita esas ambiciones. La insatisfacción, sin duda, la comparten todos.

Así, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón aparecen como políticos en cautiverio. Políticos atrapados por una dinámica confrontacionista que les fue impuesta pero que, después, desarrollaron hasta neutralizarse y transferirle nueva vida al priismo que, curiosamente, explica el surgimiento de sus respectivos partidos. Vida política que, en el absurdo, le resta perspectiva al perredismo y al panismo porque, a fin de cuentas, uno opone sin proponer y otro propone sin concretar.

_______________

En ese entrampamiento, se echa de menos una actuación mucho más organizada, firme y decidida de cuadros, órganos y dirigentes de los partidos donde militan López Obrador y Calderón.

Ni el perredismo ni el panismo se han reconstituido después de la elección presidencial y mucho menos convertido en el referente de la actuación de sus líderes naturales. No han podido acotar y proyectar a sus líderes y, de ese modo, reinstitucionalizar y reivindicar la política. No es gratuito que dirigentes y coordinadores parlamentarios de ambas fuerzas acudan a las oficinas de sus líderes y no que éstos, si se quiere en sentido figurado, acudan a las oficinas de su partido.

Desde la atonía política y económica, la ciudadanía mira con asombro, pero sólo mira lo que ocurre... y también lo que deja de pasar.

_______________

Correo electrónico:

sobreaviso@latinmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 368980

elsiglo.mx