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POLÍTICA Y COSAS PEORES

Por CATÓN

Nunca he sentido inclinación por las ciencias llamadas exactas. Tienen fama de ser harto difíciles, pero si son exactas no deben serlo tanto. Una calculadorcita que cuesta un dólar puede hacer una operación de cálculo infinitesimal, pero no hay máquina que pueda escribir un soneto, o inventar un chiste. Lo que sucede es que los maestros de esas ciencias se han empeñado siempre en hacer de ellas algo inaccesible, y las vuelven terror y tortura de sus estudiantes, siendo que bien podrían hacer de ellas una enseñanza deleitosa y útil. ¡Cuántas vocaciones -y cuántas vidas- fueron frustradas por un mal profesor de matemáticas, de física o de química, que a más de no saber enseñar reprobaba por sistema a sus alumnos para sentirse superior! Pero esta quejumbrosa queja de escolar que siempre anduvo a las trompadas con los números no es mi tema de hoy. Vagamente recuerdo un principio -que debe ser de física- según el cual a toda acción corresponde una reacción. Pienso que ese principio puede aplicarse también a lo social. Acción: le mientas la madre a alguien. Reacción: te la parte. Acción: se lleva a cabo una manifestación multitudinaria para exigir seguridad a las autoridades. Reacción: ninguna. Durante siete décadas el Poder Legislativo en México estuvo abyectamente sometido al Ejecutivo. Ahora, por ley de física social, el péndulo se va hacia el otro extremo, y los legisladores demuestran su poder anulando hasta el último resto de presidencialismo. Tal es el caso del informe presidencial, venturosamente desaparecido como estéril rito, pero lamentablemente suprimido como solemnidad constitucional. Eso no estaría mal si el presidencialismo hubiese sido sustituido por un parlamentarismo razonable y eficaz. Pero en vez de asambleas deliberativas tenemos ahora cónclaves violentos, anárquicos y vociferantes. No se trata de evocar, rumiando murrias, un pasado deleznable. Se trata de señalar un presente de mediocridad e incompetencia que nada bueno augura para lo porvenir... Tu perorata, columnista, nos ha dejado atribulados, abatidos, acuitados, deprimidos, desolados, afligidos, apesarados y compungidos. Si, como dijiste arriba, a cada acción corresponde una reacción, alégranos ahora con alguna de esas historietas que han dado dudosa fama a tu columnejilla. Por ejemplo, relata el caso de aquel hombre de la ciudad que fue al campo a comprar un cerdo. Llegó a una granja y le pidió al granjero que le mostrara uno. El individuo trajo un cerdo de buen tamaño. Ante el asombro del comprador lo puso sobre una mesa y luego, tomándolo con los dientes por el rabo, lo levantó en vilo. “Pesa 40 kilos 700 gramos” -dijo con tono de seguridad. El hombre, sorprendido al ver aquella peregrina manera de pesar, le preguntó al sujeto: “¿Está usted seguro?”. “Desde luego -replicó el hombre-. Pero si quiere una segunda opinión llamaré a mi hijo”. Llegó el muchacho y pesó al cerdo en la misma forma, sosteniéndolo por el rabo con los dientes. “Pesa 40 kilos 700 gramos” -dictaminó. “No se sorprenda usted -le dijo el granjero al comprador-. Todos en la familia tenemos la habilidad de pesar en esa forma”. El citadino sacó la cartera para pagar el cerdo. “Vaya usted al granero -le indica el dueño de la granja-, y dele el dinero a mi mujer”. Fue el tipo, en efecto, y regresó a poco. “¿No encontró a mi señora?” -pregunta el individuo. “Sí la encontré -responde el otro-, pero no le pude pagar”. “¿Por qué?” -se extraña el granjero. “No estoy seguro -contesta el visitante-, pero creo que estaba pesando al hombre que trabaja con usted”... (No le entendí)... FIN.

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