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POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN.

Un tipo le dice a otro: “Encontré desnuda a mi mujer en el taller de un pintor”. El otro lo tranquiliza: “Estaría posando para el artista”. Mohíno, el tipo aclara: “Era un pintor de coches”... Un sujeto vestido de hombre rana entró en una tienda de ropa íntima y le pidió a la encargada un brasiére. Le pregunta la muchacha: “¿No quiere la pantaleta que hace juego?”. El buzo se sorprende: “¿También hay para sirena?”... La mujer de Afrodisio le dijo: “Hay que redecorar la casa”. Esa noche llegó la señora y encontró a su lascivo cónyuge en la sala, abrazado a una estupenda morenaza. Antes de que su esposa pudiera abrir la boca le dice Afrodisio: “Tú tienes tus ideas sobre cómo redecorar la casa, y yo las mías”... El cuento que ahora sigue se llama “Vasectomía asegurada”... Fecundino Pollafiel era padre feliz de 18 hijos. Su esposa no quería ya más prole, de modo que llevó a su genésico marido con un médico, y éste recomendó que Fecundino se hiciera la vasectomía. “¡Ah no! -protestó el lúbrico verraco-. Eso equivale a emascularme. Y no sólo a emascularme: a caparme, además. Me niego a someterme a esa ingrata operación, más propia de gatos que de hombres”. El facultativo le dijo que estaba en un error. Le explicó que la vasectomía es un procedimiento seguro, rápido e indoloro al que se someten cada año en el país cientos de miles de hombres que no sólo actúan con plena conciencia de lo que hacen, sino también con generosidad hacia su pareja, y que no pierden absolutamente nada de su masculinidad con esa intervención, sino antes bien la ven fortalecida y aumentada, pues no tienen ya la inquietud de causar un embarazo no deseado. Tan lúcida argumentación fue en vano: Pollafiel se mantuvo en sus catorce -tenía una terquedad mayor que la de aquellos que se mantienen en sus trece-, y se negó a permitir que el doctor le hiciera la vasectomía. El galeno, entonces, llamó aparte a la señora y le dijo: “Por lo que veo, señora, su marido es de entendederas cortas”. “No nomás de entendederas” -acotó la señora con tono de rencor. El médico no hizo caso de la acotación, que por lo demás no venía al caso. Prosiguió: “Dígame usted: su esposo ¿cuenta con los dedos?”. “Así es doctor -respondió ella-. Cuenta con los dedos, como niño de kinder”. “Entonces -indica el profesionista-, póngale esto en una mano, y pídale que cuente hasta 10. Con eso él mismo se hará la vasectomía”. “¿Qué es eso, doctor?” -pregunta la señora, inquieta al ver el raro objeto que el médico le había suministrado. “Es una granada de mano -responde el facultativo-. Quítele el seguro; entréguele la granada a su marido y pídale que cuente hasta 10. Al llegar a 5 él se pondrá la granada entre las piernas para poder seguir contando con los dedos de la otra mano. Vasectomía asegurada”... Me asombra ver la forma en que Marcelo Ebrard se somete a los dictados de López Obrador. Eso del referéndum que sobre el tema de la reforma petrolera pretende hacer el jefe de Gobierno del Distrito Federal es una soberana halada, con hache aspirada. Costoso sería el referéndum tal, de difícil realización y nada confiable, tomando en cuenta la forma en que el PRD y sus paniaguados suelen hacer las votaciones. Por otra parte, al menos hasta donde sé, el petróleo no es propiedad del DF, de modo que la opinión de los defeños, aun tomada con eficacia y rectitud, sería minoritaria frente a las opiniones del resto de los mexicanos, que también existimos, aunque el señor Ebrard no se haya percatado de eso. Si el tiempo que va a emplear este empleado de López Obrador en organizar tal referéndum lo usara en cualquier otra ocupación, por ejemplo, la de contemplarse el ombligo como hacen los derviches, ese tiempo estaría mejor empleado... FIN.

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