Decenas de padres inmigrantes en EU se enfrentan a penosas decisiones por los hijos que dejan tras de sí. Muchos recurren a los traficantes o “polleros” para llevar ilegalmente a sus hijos a EU, algunos casos terminan con un final fatal. (Archivo)
Cifras del año pasado señalan que alrededor de ocho mil menores que viajaron solos cruzaron la frontera de EU ilegalmente.
Ambos niños salvadoreños salieron en viajes separados de la misma tierra marginada, determinados a reunirse con sus familias que los dejaron atrás para irse a trabajar a Massachusetts. Nancy Carla Valle tenía 16 años, era inquieta y estaba desesperada por irse de su ciudad natal en El Salvador para reunirse con su familia en Chelsea. Wilber tenía siete años y sólo llevaba consigo una pequeña mochila con un cambio de ropa y el teléfono celular de su madre en Boston.
Emprendieron su viaje con completos extraños, traficantes de personas profesionales que los acompañarían durante el cruce ilegal por la frontera a cambio de cinco mil y seis mil dólares respectivamente.
La mitad del dinero sería entregada al comienzo del viaje, la otra al final, si todo resultaba como se les había asegurado.
UNO LLEGÓ BIEN, EL OTRO NO
Sus historias, dadas a conocer la semana pasada mediante entrevistas con sus parientes y funcionarios del Gobierno, revelan las penosas decisiones que enfrentan decenas de padres inmigrantes y los hijos que dejan tras de sí. Muchos llegaron a Estados Unidos de manera ilegal y permanecieron más tiempo de lo previsto, y es ahí cuando las familias deben escoger: violar la Ley para traer ilegalmente a sus hijos al país o dejarlos en sus ciudades marginadas con parientes que envejecen y que ya no pueden hacerse cargo de ellos.
No se tienen datos precisos de la cantidad de niños que entran a la nación de manera ilegal cada año. El año pasado, aproximadamente ocho mil menores no acompañados fueron sorprendidos tratando de cruzar las fronteras ilegalmente, de acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos. No obstante, varios abogados del área señalaron que es cada vez más común encontrar a adolescentes y niños que llegan por sus propios medios luego de años de separación de sus padres.
Funcionarios del Gobierno y algunos defensores de los inmigrantes emiten cada vez más advertencias contra realizar ese viaje.
“Se trata de un problema de proporciones masivas”, dijo el abogado especializado en asuntos de inmigración Manuel Macías.
“Los abuelos están muriendo. No hay nadie que se haga cargo de los niños. ¿Qué pasará con ellos?”.
Carla, comenzó su travesía el verano pasado, cuando cayó en una profunda depresión, informó su tía Delsa Balderas. A sus 16 años, prácticamente todos sus seres queridos se habían ido a Estados Unidos: su madre, tíos, tías, incluso su novio.
Un pariente en El Salvador le prestó cinco mil dólares para pagarle a un “pollero” para que la llevara a Massachusetts, y con una bolsa llena de fotografías de sus parientes, comenzó el trayecto el 28 de junio junto a tres amigos de su ciudad y el traficante de personas.
Días después, sus parientes hablaron con ella en la ciudad fronteriza de Matamoros, Tamaulipas. Carla sonaba mucho más feliz de lo que había estado en semanas. Prácticamente estaba en Estados Unidos.
Wilber, por su parte, diariamente le rogaba a sus padres que lo llevaran a Estados Unidos, a lo que ellos le respondían que esperara a que ellos regresaran a El Salvador.
En 2003, la abuela de Wilber murió y ante su desesperada situación, por primera vez sus padres consideraron traerlo de manera ilegal al país.
No fue sino hasta septiembre de 2005 que un automóvil se detuvo fuera de la casa de Wilber en El Salvador. El chofer desconocido sonrió, le dio una almohada y una cobija, y le dijo que se recostara en el asiento de atrás y durmiera.
BUSCANDO RESPUESTAS
En julio de 2007, menos de una semana después de que la familia de Carla supiera algo de ella en México, la joven desapareció.
Los padres recibieron distintas versiones. Uno de los amigos que hizo el viaje con ella dijo que Carla se desmayó y que estaba en un hospital de Houston. Uno de los traficantes dijo que estaba bien.
Sus parientes viajaron a Houston en dos ocasiones para buscar en hospitales y, temiendo lo peor, en la morgue. Balderas dijo que las autoridades no les ofrecieron mucha ayuda; dijeron que estaban investigando el caso y les mostraron fotografías del cadáver de una joven no identificada. Nadie pudo encontrar un parecido entre la fotografía de Carla y el cuerpo no identificado en la morgue. En otoño, las autoridades solicitaron muestras de DNA de sus parientes y lo único que quedaba era esperar.
Trece días después de que Wilber dejara El Salvador en el otoño de 2005, agentes federales lo atraparon a él y a su traficante en la frontera de McAllen, Texas. A pesar de las indicaciones que le habían dado al niño en caso de que eso sucediera -tenía que decir que el “pollero” era su padre-, Wilber confesó todo y fue enviado a un albergue mientras llegaban sus padres a recogerlo.
Actualmente, Wilber, de 10 años, vive legalmente en Boston como si nada de eso hubiera sucedido.
Pero sus padres sí recuerdan la angustia por la que pasaron y aseguran que no lo volverían a hacer.
UNA FAMILIA TRISTE Y ARREPENTIDA
En febrero, unos cuantos días antes de que Balderas obtuviera la ciudadanía estadounidense, las autoridades la contactaron con noticias sobre Carla: el ADN de la familia concordaba con el del cuerpo en la morgue.
De acuerdo con la oficina del sheriff del condado de Harris y con el médico forense, Carla fue vista por última vez el 11 de julio de 2007 en Texas. Una autopsia reveló que Carla murió de la enfermedad de Graves. Nadie puede asegurarlo, pero para alguien con una salud delicada y luego de haber vivido ese extenuante viaje, pudo haber sido fatal.
Se realizaron investigaciones en el área en la que fue vista por última vez, pero Carla no tenía identificación. Para las autoridades de Texas era sólo una vagabunda. Pero no lo era. En Chelsea, parientes, amigos y la iglesia, reunieron donaciones para enviarla de vuelta a El Salvador, en un ataúd color rosa. Carla finalmente estaba en casa.