Las declaraciones hechas el fin de la semana pasada en la ciudad de Toluca por Jesús Ortega, ex candidato a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática y cabeza de la facción o tribu interna conocida como “Los Chuchos”, ponen en claro el talante populista del sujeto, pese a que se le considere como moderado entre los radicales.
Durante una reunión con perredistas del Estado de México y diputados y senadores de su partido, Jesús Ortega empieza por reconocer que la posición del PRD sobre el tema de Pemex y la consulta sobre la participación de inversión privada en los procesos de la paraestatal, están animadas por una estrategia electoral.
Con ello el dirigente admite que el PRD sostiene el mito prejuicioso que proclama “el petróleo es nuestro” y “la Patria no se vende”, para captar los contingentes electorales que sea posible alinear en contra de la política modernizadora del sector energético, sin otra intención que la de hacerse del poder, al costo político y social que fuere a cargo de los mexicanos. Lo anterior porque es evidente que la falta de un marco legal adecuado en materia de energía, amenaza nuestro futuro como país productor de dicho bien estratégico.
En otro momento de la reunión que se comenta, Jesús Ortega se autoproclama vencedor de los comicios internos que hubo en fecha reciente en el PRD, cuyos resultados se encuentran en el pantano de un conflicto post electoral, respecto del cual la presidenta de la Comisión Nacional de Garantías del PRD, Ernestina Godoy, declaró el lunes pasado: “No se podrá limpiar la elección, cuando mucho la vamos a sacudir… alrededor de doscientas casillas serán anuladas y no está descartada la anulación completa…”.
Acto seguido, haciendo caso omiso de la realidad confirmada en los precedentes electorales de la historia reciente, Ortega asegura que el ochenta por ciento de la población mexicana es de “izquierda” aunque vote por otros partidos y con ello, lo único que revela es su falta de respeto a un gran número de ciudadanos que según Jesús son de izquierda aunque no se hayan enterado, en virtud de una ignorancia insuperable que los hace votar por otros partidos.
Al final de su perorata Jesús Ortega anuncia una movilización de “cacerolas vacías”, a la que convoca desde luego para fines meramente electorales “para exigir medidas emergentes ante la crisis alimentaria y de carestía que empieza a vivir el país…”.
Las movilizaciones de tal índole son más bien propias de las clases medias en contra de los gobiernos socialistas que además de ser fuente de carestía coartan las libertades y los cauces de participación cívica, como ha ocurrido en otros países y como pasó en Chile, que vivió una época de “cacerolismo” durante el Gobierno de Salvador Allende.
En nuestro país esa movilización no tiene sentido como programa de un partido político que como el PRD es la segunda fuerza en el Congreso de la Unión y por ende, es corresponsable de los instrumentos legales y políticos para impulsar las medidas tendientes al objetivo indicado desde el Poder Legislativo.
De hecho el propio Ortega se dice y se contesta solo, pues en el mismo discurso anuncia que el grupo parlamentario de su partido promoverá como parte del paquete económico de 2009, un denominado “bono alimentario” en ayuda de las personas necesitadas del campo y las ciudades, por lo que la movilización a la que convoca no es sino parte de la estrategia de confrontación y siembra de cizaña que caracteriza al estilo del PRD.
Es frecuente que cuando se escuchan discursos semejantes al que es objeto de comentario, se alcen voces que insisten en que tales proclamas son verdaderas locuras. Los dirigentes perredistas no son tontos ni locos, se trata de una estrategia deliberada que usurpa el protagonismo político que al ciudadano y a la sociedad competen y lo transfiere a la clase política, propiciando una alarmante concentración del poder.
Es importante responder con agilidad a la carestía emergente que plantea el alza de los precios del petróleo y de los alimentos básicos, pero los subsidios no son una solución a la cuestión económica sino un simple paliativo de carácter provisional.
Igualmente importante es atender los problemas en el largo plazo, como único medio para salir del subdesarrollo y para mejorar la calidad de vida de la población en su conjunto. Sin embargo, ni Jesús Ortega ni ningún otro perredista hasta el momento, acreditan un compromiso con el desarrollo sustentable.
Por el contrario, la autonombrada izquierda mexicana, tiene en los pobres del país su materia prima para amasar el conflicto social en que cifra sus esperanzas de llegar al poder y por ello, nada hará ni en el terreno legislativo ni en ningún otro para detonar el progreso económico del país, en aras de mejorar la calidad de vida de los mexicanos pobres que cada vez dependen en mayor medida de la dádiva que genera clientela y resultados electorales.
La interrogante es quién irá a generar la riqueza que sostenga el gasto público, cuando la inmensa mayoría de los mexicanos dependa de los subsidios y la ayuda social del Gobierno.
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