I Parte
Continuando con la primera parte de la semana pasada, aprovechamos este espacio editorial para continuar nuestra reflexión sobre el porqué nos preocupa el medio ambiente, en este caso sobre el recurso del agua.
Recursos hidráulicos. Si la biodiversidad no constituye una cuestión prioritaria en la percepción de la población, sí lo es el agua.
Durante los últimos años he insistido en que los laguneros tenemos el privilegio de vivir en La Laguna por el acceso que tenemos al agua dulce, de hecho, es la región en todo el Desierto Chihuahuense mexicano (esto es en una superficie de más de 400,000 km2, desde el Norte de Guanajuato hasta el corredor fronterizo de Chihuahua-Coahuila con los Estados Unidos) que dispone de un mayor volumen de agua por unidad de superficie, condición que la mayor parte desconocemos como habitantes de esta ecorregión.
Pero la cuestión del agua, al igual que sobre los otros recursos naturales, no debe verse como un recurso aislado sino en su dimensión integral, en este caso como un recurso que se genera y distribuye a nivel de cuenca hidrográfica, entendiendo por ésta aquel espacio geográfico drenado por un escurrimiento importante. Vivimos dentro de la cuenca de los ríos Nazas-Aguanaval, que abarca 104,975 Km2 donde se disponen de 3,465.3 Mm3, 867.3 Mm3 provienen de la recarga de 27 acuíferos subterráneos y 2,598 Mm3 de escurrimientos superficiales; de ellos se utilizan 3,164 Mm3 de los cuales 2,959 Mm3 se aplican en actividades agropecuarias. Un mundo de agua sobre la que los laguneros consumimos el 56% sin producirla, recurso que ya quisieran otras regiones del norte de México.
Ciertamente, la disponibilidad de este recurso ha constituido el soporte del crecimiento económico regional durante las últimas dos centurias, cuando a partir de 1830 se empieza a utilizar para el riego del cultivo de algodonero en las extensas planicies cubiertas por suelos fértiles, iniciando lo que después fue un emporio agrícola generador del llamado “oro blanco” y actualmente de la principal cuenca lechera del país.
El agua permitió la expansión urbana donde se asienta la mayor parte de la población lagunera, asegura el suministro para la industria y los servicios, es pues, el recurso clave para el desarrollo económico y social de La Laguna.
Pero quizás este privilegio no lo hemos sabido dimensionar los laguneros (como tampoco lo es que aún contemos con reservorios naturales de biodiversidad en buen estado de conservación), ya que nos venimos destacando como vencedores del desierto, como usuarios irresponsables que obtenemos reconocimientos nacionales e internacionales en el manejo desastroso del recurso.
El agua también es un bien común cuyo cuidado constituye una responsabilidad que no se limita a las oficinas gubernamentales como la Semarnat o la CNA, ni tampoco se debe dejar a los usuarios, sobre todo a los agropecuarios que han denotado un bajo perfil al aprovecharla; la conservación del agua, en particular de los cuerpos de agua dulce de los que depende la vida humana y los ecosistemas terrestres, es una corresponsabilidad de todos, de los ciudadanos que finalmente sin ella no podemos sostener nuestras vidas, nuestras actividades cotidianas, es una corresponsabilidad ciudadana.
Es por ello que al hacerse público que los laguneros consumimos en nuestros hogares un mugrero de agua con altos contenidos de sustancias tóxicas como el arsénico, que le estamos proveyendo a nuestras familias de un recurso contaminado cuando se supone que tenemos el privilegio mencionado, entonces nos damos cuenta que la denuncia que hicieron hace tres décadas laguneros destacados sobre este problema fue algo que no quisimos o pudimos valorar en su justa dimensión. Hoy en día otra generación de laguneros, la nuestra que se encuentra en edad madura vuelve a prender los focos rojos y, lamentablemente, ha encontrado escaso eco entre el Gobierno como en la misma población, como si fuese una cuestión ajena a sus vidas, y peor que ello, todavía algunos se atreven a censurarles hacer pública su preocupación.
También es por ello que desde una columna editorial como la que este diario nos facilita, aprovechamos para reivindicar el esfuerzo que esa parte de nuestra generación puntualiza sobre la problemática que se asocia a este recurso, de sumarse a ese esfuerzo que se canaliza a través del Encuentro Ciudadano Lagunero de buscar no sólo el reclamo de que debemos consumir agua dulce de buena calidad, de que para ello los ciudadanos lo apoyemos.