“La mujer es un animal de cabellos largos e ideas cortas”.
Arthur Schopenhauer
Este pasado 3 de octubre Eufrosina Cruz Mendoza recibió el Premio Nacional de la Juventud de manos del presidente Felipe Calderón en Palacio Nacional. Eufrosina es la mujer indígena que contendió por la presidencia municipal de su pueblo, Santa María Quiegolani en Oaxaca, pero a la que se le impidió ocupar el cargo por el hecho de ser mujer.
Quienes conocemos a Eufrosina, y hemos podido ser testigos de su lucha por lograr el respeto a las mujeres en su comunidad y en otras de Oaxaca, no podemos sino sentirnos orgullosos del trabajo que ha hecho esta mujer que salió de su pueblo en la región del istmo para trabajar en lo que pudo y pagarse una educación que le permitió obtener el título de contadora y convertirse en maestra.
Después Eufrosina empezó a una compleja lucha personal por ayudar a las mujeres de su pueblo a obtener un mejor trato. A las mujeres de su comunidad, me ha dicho en distintas ocasiones, no se les permite votar, no se les deja siquiera sentarse en la misma mesa con los hombres. Su función es empezar a embarazarse a los 13 años de edad y el resto de la vida cuidar de los hombres y de los niños manteniendo una posición de respetuosa sumisión.
Eufrosina buscó el cargo de presidenta municipal de Santa María Quiegolani y en un principio se le dio la oportunidad de contender. Como en la comunidad se prohíbe el voto de las mujeres, se daba por hecho que Eufrosina no tendría posibilidad de ganar la elección. Cuando los primeros votos empezaron a mostrar una ventaja para Eufrosina, sin embargo, los hombres que han controlado la vida política de la comunidad desde hace años decidieron descalificarla, por ser mujer y por tener una profesión (a los hombres no se les descalifica por tener una profesión).
Eufrosina llevó la lucha a las autoridades electorales y judiciales del estado. Pero nadie se atrevió a cuestionar una decisión supuestamente basada en los “usos y costumbres” de una comunidad indígena (a los que Eufrosina se refiere como los “abusos y costumbres”). La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sin embargo, sí tomó el caso y ofreció una recomendación a las autoridades oaxaqueñas para cambiar el estado de cosas en ésa y otras comunidades.
Habrá que reconocer al Gobierno y al estado de Oaxaca que trabajaron de común acuerdo para modificar el Artículo 25 de la Constitución de Oaxaca y establecer explícitamente el derecho de las mujeres a votar y ser votadas a cargos de elección. Este ha sido quizá el logro más importante de Eufrosina. Pero falta todavía mucho por hacer. Las leyes secundarias no reconocen aún ese derecho de las mujeres a ser candidatas a cargos de elección, por lo que podría ocurrir que en distintas comunidades del estado se les siguiera negando la posibilidad.
La lucha, sin embargo, no solamente es legal sino cultural. De poco sirve que se dé a las mujeres la facultad de postularse para cargos de elección popular en comunidades en las que no se les permite siquiera sentarse a la mesa con los varones. El esfuerzo que se debe hacer para garantizar a las mujeres derechos cabales en estas comunidades es aún enorme.
Pero los problemas culturales no se limitan solamente a comunidades indígenas aisladas en alguna sierra. Este pasado 30 de septiembre, en la comida que el presidente Calderón le ofreció a los príncipes de Asturias en el alcázar del castillo de Chapultepec, una reconocida periodista europea me dijo que había que ver con desconfianza a Eufrosina porque las organizaciones indígenas no estaban de acuerdo con sus cuestionamientos a los usos y costumbres.
No deja de ser paradójico, sin embargo, que una mujer europea, que nunca aceptaría que se le negaran derechos fundamentales por el simple hecho de ser mujer, defienda a estas organizaciones reaccionarias sólo porque enarbolan banderas supuestamente progresistas. La propia Eufrosina me decía este viernes pasado, en una entrevista radiofónica, que lo que deberían hacer estas mujeres es “vivir, aunque sólo fuera una semana”, bajo la discriminación con la que se existe en estas comunidades.
Eufrosina está luchando no sólo contra atavismos y actos de discriminación que resultan inaceptables en cualquier sociedad. Debe combatir también las posiciones “políticamente correctas”, pero esencialmente conservadores, de supuestos movimientos indigenistas, encabezados por criollos como el subcomandante Marcos, que piensan que la forma de dar un mejor nivel de vida a los indígenas es mantener las limitaciones a los derechos de los propios indígenas.
SÓLO EL PROCEDIMIENTO
El 29 de septiembre la Suprema Corte de Justicia decidió que los tribunales no pueden rechazar como “notoriamente improcedentes” los amparos contra enmiendas constitucionales que violen los derechos humanos. Enfurecidos, el senador del PRI Manlio Fabio Beltrones y el del PRD Ricardo Monreal advirtieron a los ministros que no se extralimitaran en sus decisiones, mientras que el panista Ricardo García Cervantes amenazó con promover una iniciativa que específicamente prohíba el amparo contra enmiendas constitucionales. El 2 de octubre, sin embargo, la Corte resolvió que los amparos sólo se pueden dar por fallas de procedimiento, pero no por el contenido. En otras palabras, la clase política puede emitir normas constitucionales que violen las garantías individuales, siempre y cuando respete el procedimiento para hacerlo.