Querida Secretaria:
Algunas veces una promesa se hace sin pensarla, generalmente cuando se habla de más –y no como un pacto bien meditado. Deberíamos decir: “Espero poder hacer esto”, “sinceramente quisiera lograr esto” o “haré todo lo posible por complacerlo”, sin implicar así las palabras: “Te lo prometo”.
Las promesas parecen muy fáciles de hacerse, pero las promesas son compromisos y se llega el tiempo en que hay que cumplirlos. En realidad no tiene nada de malo prometer... siempre y cuando te hagas estos cuestionamientos.
¿QUÉ TAN SEGURA ESTÁS DE QUE PUEDES CUMPLIR LAS PROMESAS QUE HACES?
Las personas superoptimistas algunas veces se conmueven y prometen algo fuera de su alcance. Si necesitas la cooperación de otros para cumplir con lo que prometiste, asegúrate de contar con su anuencia antes de comprometerte.
¿TIENES EN VERDAD LA INTENCIÓN DE CUMPLIR TU PROMESA?
Bajo las presiones, diarias del trabajo, es muy fácil prometer algo, luego olvidarlo por completo; con la seguridad de que la otra persona lo va a olvidar también. Desafortunadamente, no sucede así. Si quieres evitar repercusiones, es mejor que tengas presente tu compromiso y le des seguimiento.
¿PROCURAS NO CONFUNDIR A LA GENTE?
Sé objetiva cuando tratas a las personas; no levantes falsas expectativas.
¿CUMPLES CON TODO LO QUE PROMETES?
Si quieres seguir contando con la cooperación de otros, actúa con seriedad, no importa lo inconveniente y molesto que esto resulte. No obligues a otras a que se conformen con menos de lo que tú los has llevado a esperar.
Una promesa no es simplemente un deseo o una buena intención; una promesa es un compromiso.
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