Si Barack Obama y Hillary Clinton no logran asegurarse la postulación con los delegados comprometidos en su favor en las últimas elecciones, los superdelegados deberán decidir la candidatura. (Archivo)
Esperan que las últimas elecciones primarias dejen clara la ventaja entre Barack Obama y Hillary Clinton.
Pese al entusiasmo por el número creciente de simpatizantes que se registran y a las encuestas de opinión favorables, algunos demócratas temen que la reñida competencia entre los senadores Barack Obama y Hillary Rodham Clinton pueda tener un final perjudicial para el partido, dañando lo que parecería un año electoral promisorio.
La preocupación principal es que Clinton mantenga su racha ganadora en Pensilvania, Indiana, Carolina del Norte y otros estados, dejándola con un impulso incuestionable, pero con menor número de delegados que Obama.
En ese caso, los líderes del partido se enfrentarían a un dilema doloroso: dar la candidatura a un Obama desdibujado, aun cuando algunos indicios sugieren que Clinton podría ser la candidata más firme en noviembre, o dársela a Clinton y arriesgarse a alienar a los partidarios de Obama, especialmente los negros, la base más leal del Partido Demócrata.
Algunos demócratas quieren que las figuras más venerables del partido intervengan ahora para generar mayor apoyo de los “superdelegados” a Obama, poniendo fin a las esperanzas de Clinton. Pero muchos creen que eso es improbable y ruegan por que las diez últimas elecciones primarias dejen bien clara la ventaja de un candidato sobre otro.
Con la excepción de un completo desplome de Obama, Clinton prácticamente no tiene probabilidades de sobrepasar el número de delegados comprometidos por su rival, aunque gane contra los pronósticos en estados como Oregón, que vota el 20 de mayo. Pero dichas victorias la estimularían a seguir criticando a Obama -su única esperanza para ser nominada- y por lo tanto acrecentaría las dudas sobre la capacidad de Obama de vencer al republicano John McCain en las elecciones generales.
Esa posibilidad preocupa a muchos demócratas, especialmente quienes creen que la candidatura de Obama es prácticamente inevitable.
“Esto va a dar a los republicanos una oportunidad de destruir todo aquello por lo que hemos estado trabajando durante ocho años”, opinó Ken Foxworth, miembro del Comité Nacional Demócrata de Minesota y superdelegado que apoya a Obama.
RESPALDO FINAL
Los superdelegados son funcionarios del partido, incluyendo legisladores, que pueden respaldar a cualquier candidato que quieran. Si Obama y Clinton no pueden asegurarse la postulación con los delegados comprometidos en su favor en las primarias y las asambleas vecinales, los superdelegados deciden en definitiva la candidatura.
Muchos superdelegados que todavía no han declarado sus simpatías dicen que los votantes demócratas se unirán en el momento de elegir presidente.
Pero en privado, algunos se preocupan de que esos superdelegados marchen hacia una encrucijada peligrosa en la que tengan que elegir entre un Obama en baja, y con mayoría de delegados y de votantes, y una Clinton en alza, pero en minoría.
Rechaza Clinton llamadas para que se rinda
La senadora demócrata Hillary Clinton rechazó ayer las llamadas de algunos líderes de su partido, que respaldan a su rival, Barack Obama, de que abandone la campaña electoral.
“Tengo la convicción profunda de que se deben escuchar las voces de todos y se deben contar todos los votos”, dijo Clinton a la prensa en Indiana.
El viernes, el senador Patrick Leahy, una de las personas más influyentes de la Cámara Alta pues preside el Comité Judicial, pidió a la antigua primera dama que “tirara la toalla”, con el argumento de que no tiene posibilidades de ganar.
Clinton recibió otro golpe con el anuncio por parte del senador Bob Casey de que apoyará a Obama. Casey representa al estado de Pensilvania, uno de los pocos que quedan por votar en las primarias y donde Clinton tiene una amplia ventaja en las encuestas.
Otras figuras demócratas han expresado su preocupación de que la campaña se alargue hasta la convención demócrata, en agosto, y divida irremediablemente a las filas del partido.
Sin embargo, Clinton no lo ve así. “Tendremos un partido unido en torno a quien sea el candidato” a la Presidencia, dijo.
También salió ayer en su defensa su marido, Bill Clinton, quien está haciendo campaña en su favor. “Tenemos que relajarnos”, les dijo a quienes piden a su esposa que abandone, en una parada electoral en Girardville, en Pensilvania. El ex presidente afirmó que debe respetarse el derecho de los votantes demócratas de los estados que restan a dar su opinión.