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PRI 2012: una Presidencia diferente

Hora Cero

Roberto Orozco Melo

La clase política revolucionaria de México está virtualmente desaparecida y tiende a convertirse en una manada de “zoones politikones” en vías de extinción.

Hasta diciembre de 1999 vivía mejor el país bajo el Gobierno del PRI, aunque las plañideras de la derecha y de la izquierda desgarraban sus vestiduras gritando que los mexicanos vivíamos peor que nunca.

Las sucesivas concesiones que los últimos gobiernos priistas hicieron a los partidos, llamados de Oposición, fueron consecuencia de aquel lastimero plañir de ambos extremos ideológicos ante De la Madrid, Salinas, Zedillo y la opinión pública nacional, bajo la tesis de que los “procedimientos antidemocráticos del PRI” eran óbices para el desarrollo político de México. El bien intencionado proyecto, firmado hace muchos años en el Castillo de Chapultepec, quedó olvidado y las primeras instituciones políticas serias sobre las que se pretendió construir la democracia “IFE, Trife, etc.” están al filo del fracaso; pues si bien no nacieron muertas, han fenecido en el camino sobre la fragilidad de las políticas presidenciales, bajo la presión populista de los partidos políticos y el acoso financiero del selecto club de los ocho países más desarrollados del mundo que soslayan la inmadurez de nuestros partidos políticos. Tanto el PAN como el PRD comen ahora el arroz amargo que ellos mismos guisaron para su uso, disfrute y abuso. La alternancia democrática no resultó como ingenuamente la soñaba el perredismo: La casa presidencial de Los Pinos habitada por el PRI después sería del PAN, por antigüedad y seis años más tarde la alternancia beneficiaría al PRD.

Pero la Presidencia de la República no puede manejarse como el liderazgo de la Cámara de Diputados o de Senadores, para turnársela cada equis tiempo. Lo que la República se juega con la Presidencia tampoco es una bicoca. El sexenio de Vicente Fox fue apenas un probadita del poder omnímodo presidencial para el PAN, Vicente y Marta incluidos; la pareja quiso obtener una prórroga indirecta por otros seis años con el beneficio del usufructo de la casa presidencial y de los poderes constitucionales y paraconstitucionales.

La posición de la polémica pareja exasperó al PRD y a su candidato Andrés Manuel López Obrador, que acusó al PAN de usar recursos idénticos a los que antes había puesto en práctica el PRI para ganar las elecciones.

De hecho AMLO desesperó hasta que perdió el juicio y decretó, ya desquiciado, que él era el “presidente legítimo” de México y Felipe Calderón Hinojosa el “flagrante usurpador del cargo presidencial”.

En los “dentros” del PAN las cosas no marchaban bien a la sazón. Aquella pretendida y publicitada unidad del panismo en torno al presidente Fox se desmoronó ante la candidatura de Felipe Calderón Hinojosa, a quien “El Yunque” la organización subversiva del partido blanquiazul, se la tenía “jurada” como cantan los folklóricos corridos rancheros del narcotráfico.

Más le han dolido al presidente Calderón las broncas en que lo metió el anterior presidente de su partido, de cuyo nombre no quiero acordarme, que los ataques consuetudinarios de López Obrador y del Partido de la Revolución Democrática, quienes hoy por hoy están muy ocupados en dilucidar quién ganó sus elecciones internas para el cambio de dirigencia nacional.

La elección interna de nuevo presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática padece más entuertos que una parturienta quíntuple. La disputa voto a voto de los comicios presidenciales nacionales del 2 de julio de 2006 se repite en el proceso interior del PRD con características más graves y trascendentes. No hay comentarista político nacional que no señale el riesgo inminente de fractura en la columna vertebral del partido y un severo rompimiento con el lopezobradorismo por parte de la izquierda pensante. Hecho cierto e indubitable es el distanciamiento de los fundadores de la corriente democrática del PRI que posteriormente crearon el Partido de la Revolución Democrática, entonces encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que no oculta su preocupación por que una vez más la izquierda mexicana pierda congruencia ideológica y homogeneidad en la militancia por culpa de algunas ambiciones políticas desaforadas.

Los movimientos de izquierda en México han fracasado por este tipo de divisionismo. Antes fue meramente ideológico, pero hoy, en el preciso caso del PRD, tiene sórdidos orígenes de provecho personal en todos los niveles; sin omitir el reparto de prebendas y canonjías que suman millonadas de pesos entre las bases de sus muchas organizaciones de choque y parte-madres.

El PAN y el PRD no acaban por digerir su responsabilidad histérica, embelesados en las mieles del poder y del presupuesto publico. El PRI, por su parte, observa, espera, mueve sus alfiles y planea su estrategia para ganar en 2012 la Presidencia de la República, que no será la misma del siglo XX, por fortuna.

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