Qué difícil es decir Feliz Año Nuevo en medio de tanta inseguridad pública e incertidumbre económica. Cómo cuesta mirar lo que fue 2008 y mantener el optimismo cuando se ve venir 2009. La violencia y la crisis, palabras que ya figuran entre las principales del vocabulario de los mexicanos y los laguneros, han hecho mella en nuestro estado de ánimo. Las más elementales labores cotidianas como acudir al trabajo, salir de compras o ir a pasear, se han convertido en verdaderos actos de heroísmo. Para que el ciudadano de a pie prosiga con su vida “normal”, diariamente tiene que enfrentarse al fantasma del desempleo en su centro laboral, a la terrible e imparable alza de precios en el mercado y al monstruo de mil cabezas de la delincuencia en la vía pública.
Desde hace meses, prácticamente en todo el territorio nacional se libra una guerra contra y entre grupos del crimen organizado que no parece tener fin. Esta coyuntura ha sido aprovechada por el delincuente común. Como si se tratara de algún país del Oriente Medio, cada día vemos cómo se incrementa la lista de personas asesinadas y secuestradas, a la cual hay que agregar a las víctimas de asaltos y robos. La incidencia delictiva ha crecido tanto en México y en La Laguna que actualmente es muy raro encontrar a alguna persona que no haya sido víctima de algún ilícito o que no tenga un amigo o pariente cercano que se haya sumado involuntariamente a las estadísticas de la inseguridad pública.
Al igual que el problema de la inseguridad, el de la incertidumbre económica ha ido creciendo, sobre todo en los últimos meses del año que está por terminar. Mientras algunas empresas grandes luchan ya por no irse a la quiebra y otras proyectan ya recortar sus inversiones y disminuir su producción en 2009 para despedir a la menor cantidad de empleados posible, los ciudadanos ven cómo la espiral ascendente de precios de productos básicos no se detiene y cómo sus ingresos son cada vez más insuficientes. Los planes familiares, quienes los tenían, en el mejor de los casos han sufrido ajustes en cuanto a presupuesto. Pero para la mayoría, el único plan que tiene ahora es disminuir los gastos.
Por lo anterior, a unas horas de que termine 2008, resulta difícil desear un Próspero Año Nuevo. Pero lo tenemos que hacer, quizá hoy más que nunca. Con todo y las expectativas negativas que hay, debemos ver en el próximo año una oportunidad para demostrarnos que como sociedad podemos salir adelante, dándole cabida a la solidaridad y a la responsabilidad cívica de exigir y ayudar a los gobiernos a que cumplan con su obligación de velar por el bien común y trabajar por mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país y nuestra Comarca. Que la adversidad, en vez de debilitarnos, nos fortalezca y que aprendamos de los errores que nos han llevado hasta donde estamos ahora, para que no los repitamos en el futuro. Ese es un deseo que podemos tener para 2009. Venga, pues, un Feliz Año Nuevo para todos.