En el ejido Jaboncillo los habitantes continúan reforzando el bordo del canal Sacramento colocando costaleras para evitar que el río Nazas inunde esta y otras comunidades de la parte baja.
Habitantes de ejidos se resisten a aceptar la propuesta de romper un bordo que afectaría a 15 comunidades
Los habitantes de los ejidos Nuevo León, Jaboncillo y Santo Niño siguen armados con palas y costales reforzando el bordo de protección en el costado del canal Sacramento para evitar que el agua inunde sus comunidades y de paso los ejidos de la parte baja de Madero y San Pedro.
Cientos de hombres, mujeres y hasta niños tienen al menos 6 días trabajando a lo largo de esta zona para evitar que el río se desborde y arrase con su patrimonio, muchas familias ya se dieron tiempo para sacar sus muebles, pero ahora quieren evitar a toda costa que sus casas queden inundadas.
La desesperación surge cuando momentáneamente se les acaban los costales y de inmediato empiezan a buscar a las autoridades para conseguir más sacos que en este momento son su única esperanza para conservar su patrimonio, ante el riesgo de que estos bordos no soporten la presión del agua que corre por el río.
En esta parte del río los habitantes han colocado 130 mil costales a lo largo de 2 kilómetros, tienen más de 6 días trabajando y por esta razón se resisten a aceptar la propuesta de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) de romper el bordo para que el agua corra hacia el norte, lo que provocaría la inundación de al menos 15 comunidades.
“Nosotros tenemos días trabajando, muchos ya sacamos los muebles y a nuestras familias, yo mandé a mi mujer y a mis hijos a San Esteban, pero aquí sigo trabajando de día, en la noche nos venimos a velar”, dijo José Ángel Ramírez López.
Emeterio Ortiz Esparza, juez del ejido Jaboncillo, tampoco acepta la propuesta de la Conagua, porque ha visto cómo toda la gente de la comunidad se la ha pasado trabajando en este bordo para tratar de salvar su patrimonio, dejando el trabajo y la escuela para después de esta contingencia.
Mientras ellos trabajan durante horas, un grupo de mujeres se dedican a preparar los alimentos y los hombres se van turnando para ir a comer, por la noche descansan en los márgenes del río, vigilando el nivel del agua y a los empleados de la Conagua, pues temen que rompan el bordo intencionalmente.
“En la noche aquí nos quedamos armados con palos o machetes para cuidar nuestro bordo”, dice José Ángel Ramírez.
