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¿Proyecto Chelsea?

Genaro Lozano

Nueva York.- Lleva casi toda su vida bajo un intenso escrutinio público, con la fuerte presión de ser la hija modelo del matrimonio político más ambicioso y poderoso de Estados Unidos. Su único momento de rebeldía fue cuando confundió temporalmente ese interés público en su persona con un estatus de celebridad y se dejó fotografiar en desfiles de moda en Milán con Madonna y en discotecas de Londres con Paul McCartney.

Cuando apenas tenía 3 años su padre fue elegido gobernador de Arkansas; a los 12 se mudó a la Casa Blanca, donde enfrentó la humillación familiar en torno a los escándalos sexuales del ex presidente, razón por la que se mudó a la costa californiana para estudiar una licenciatura en Historia en la Universidad de Stanford, y alejarse así del fuego político disparado en contra de su padre en la capital estadounidense. A la salida de su padre de la Presidencia y el arribo de su madre al Senado, ella se alejó aún más y se fue a Europa a estudiar una Maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford.

Tiene las expresiones y gesticulaciones de su padre, así como la voz y, tal vez, el cerebro de su madre. A sus recién cumplidos 28 años, Chelsea Clinton está viviendo un momento político propio. Debido a los errores cometidos por su padre en la campaña presidencial de su madre, Chelsea está reemplazando al ex presidente en los actos de campaña, llevando el mensaje de la senadora Clinton a los votantes jóvenes que han sido seducidos masivamente por el senador Obama.

El reciente activismo político de la heredera de los Clinton ha disparado las especulaciones en torno a sus futuras ambiciones políticas. Al respecto, la revista New York tenía en su portada de fines de febrero una foto de Chelsea en primer plano, con el título “La siguiente Clinton”, al tiempo que Anderson Cooper, de CNN, dedicó un segmento especial de su noticiero a seguir a la joven durante los actos de proselitismo que ha realizado a favor de su madre.

Ante lo cerrada que está la contienda demócrata por la Casa Blanca y de cara a lo difícil que se ha vuelto para Hillary Clinton el conseguir la candidatura presidencial de su partido, algunos analistas ven en Chelsea una especie de plan B de los Clinton para regresar a la Casa Blanca. Incluso el reportero Tony Allen-Mills, del periódico británico The Times, se pregunta “¿Y qué pasaría si Hillary falla? Sería el final de las ambiciones presidenciales de esta familia o acaso estará Estados Unidos por descubrir a una más joven, más bonita, pero potencialmente igual de formidable Clinton, lista para tomar la batuta”.

Al igual que cualquier otro joven político con un futuro prometedor, cada vez que le han preguntado a Chelsea si tiene ambiciones políticas, siempre responde negativamente. Sin embargo, para apoyar de tiempo completo a su madre en su campaña, la joven dejó temporalmente su trabajo como asesora financiera en un fondo de inversión neoyorquino, y su salario de cientos de miles de dólares al año. A través de los años, los Clinton han demostrado no tomar un paso sin tener algún motivo secundario detrás. Y aunque nadie puede meterse en la cabeza de la joven y saber si ha encontrado en los actos de proselitismo de su madre un llamado político y su verdadera vocación, o si acaso se ha aburrido de ganar un buen salario y de vivir una vida a lo Sex and the City en Manhattan, Chelsea ha dejado de ser el patito feo de los Clinton y su irrupción en la política, a la misma edad que lo hizo su padre, podría representar el anticipado epílogo de las aspiraciones presidenciales de su madre.

Politólogo e Internacionalista

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