Prueban 'nariz' electrónica
El sistema, basado en sensores y bases de datos, ayuda a detectar fugas de gases y mejorar la calidad industrial.
Reproducir la función de la nariz humana con medios electrónicos para detectar fugas de gases o incluso mejorar la producción industrial, es la meta de un grupo de científicos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), quienes prueban un robot “olfateador”.
La investigación, coordinada por Severino Muñoz Aguirre, catedrático de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la BUAP, busca subsanar las limitaciones del olfato humano, que además de regirse por elementos subjetivos llega a habituarse a los olores persistentes.
El trabajo, financiado por el Conacyt y la BUAP y aún en su fase experimental, pretende ser una alternativa más económica ante los sistemas robóticos clasificadores de olores ya comercializados en Japón y EU a un costo de unos 50 mil dólares.
“Generalmente en las industrias de alimentos, bebidas y cosmética las evaluaciones de calidad de productos se llevan a cabo por humanos y lógicamente hay problemas, porque los resultados no son completamente objetivos”, comenta el científico.
Según el académico, dispositivos artificiales que sustituyan la función de la nariz humana -e incluso la canina en otras tareas similares como rastreo de drogas ilegales- son la solución a las limitaciones orgánicas propias de cada sujeto.
Por ello, el prototipo en desarrollo integra, además de otros componentes, tres sensores similares, cada uno de los cuales permite detectar un gas.
Pero “si queremos detectar una mezcla de gases, tendríamos que utilizar un arreglo de arriba de ocho diferentes sensores para obtener una señal”, explica Muñoz.
COMO UNA MOSCA
El doctor en Ingeniería Electrónica por el Instituto Tecnológico de Tokio señala que gracias a la base de datos alojada en una computadora (que confiere autonomía al sistema) el robot recibe señales con la información precisa sobre qué tipo de olores detectar.
Con ello, los científicos observan la reacción de los sensores y qué señales emiten al detectar fugas: “Ahora trabajamos con etanol (alcohol), un material no tóxico que dejamos evaporar para generar un flujo controlado de gas y poder realizar las mediciones”.
El experto explica que el robot tiene un movimiento de zig-zag muy semejante al de la mosca del gusano de seda cuando trata de seguir la traza que -por acción de las corrientes de viento- dejan en el aire las feromonas de la hembra. Pero en vez de antenas, el aparato lleva sensores:
“Si la antena derecha se sale de la traza deja de recibir respuesta; sería como un sensor que deja de recibir señal y por ello (el insecto) debe virar hacia la izquierda”, añade Muñoz, quien dice que el sistema podría adaptarse a otros usos, como la exploración de minas o incluso en los hogares.
“Podría hacerse un sistema sencillo, sin carrito, para detectar fugas de gas doméstico o incluso en las minas y así evitar accidentes como la explosión en Pasta de Conchos” (en Coahuila, productora de carbón, donde murieron atrapados 65 mineros en 2006).
Pero los investigadores esperan todavía mejorar el prototipo: “Pensamos ponerle un detector de viento para que pueda orientarse perfectamente y avanzar en contra de la dirección de éste. Con eso aumentaría la probabilidad de encontrar el punto exacto de una fuga de manera más rápida”.
COMPLEJIDAD NASAL
A diferencia de lo que ocurre con otros sentidos como la vista, mejorada por muchos aparatos de visión artificial, existen grandes rezagos en el desarrollo de narices artificiales, considera Severino Muñoz.
Para construir un ojo electrónico -ejemplifica- sólo se requieren tres tipos de sensores, uno para cada color primario; en cambio, la nariz posee al menos unos 900 receptores diferentes, lo cual implica que hacer una artificial semejante demanda el mismo número de sensores.