La Comarca Lagunera vivió otra época de desbordamiento social; ahora de alegría, con el triunfo del equipo de futbol Santos; jóvenes cantando, viajando en vehículos diversos, conformando grupos alegres; todos juntos y en roce frecuente, compartiendo en la cercanía el triunfo de un equipo deportivo, de profesionales que les son representativos y les dan la oportunidad de sentirse exitosos.
Los mayores también participaron: bailando, agitando banderas en los cruceros de las calles, recibiendo y aceptando con agrado el rocío de aerosoles con jabón y otras sustancias, que sin duda les serían ofensivos en circunstancias diferentes; participando del triunfo del equipo “de todos” patrocinado por una cervecería, apoyado por otras diversas empresas, al que se le han sumado los políticos oportunos para “salir en la foto”, que les redituará en votos para continuar con sus carreras.
Y es que no hay persona que renuncie a soñar, planear como mejorar sus condiciones de vida, salud y relación, unido a sus seres queridos; tampoco existe quien no necesite de ese sentimiento de triunfo que hace crecer la autoestima, el que alimenta al ego y nos revitaliza para seguir adelante, enfrentando los retos diarios: algunos, buscando el pan de cada día ganándolo con grandes esfuerzos; otros, los más afortunados, resolviendo los problema de su empresa, negocio o profesión, para seguir sosteniendo un alto nivel de vida social y familiar. Todos queriendo alcanzar la felicidad, o… ¿usted no?
El fenómeno social que hemos vivido tiene que ver con la permanente frustración de los habitantes de la región, cansados de soportar la inseguridad en sus calles, carencias materiales de diversos grados y niveles, falta de oportunidades para obtener un trabajo honesto y redituable; todos, ante un futuro no muy claro. Las manifestaciones observadas son por las ganas de festejar, alegrarse y sentirse triunfadores, aún cuando algunos no sepan de futbol ni hayan visto algún partido del campeonato. El éxito nos alimenta el ánimo, contagiados por la muchedumbre.
Eso se comprende al estudiar la psicología de las masas, escudriñando al individuo como parte de un todo social que recibe estímulos y participa con sus acciones en un espacio y tiempo determinados; del ser individual que está influido por los otros y ligado a ellos por medio de una cultura común, en nuestro caso en el semidesierto, con todas las oportunidades y fortalezas que nos ofrece.
Ser fanático del Santos es identificarse con La Laguna, ahora con el éxito; hacerlo propio y disfrutar de la gratificación que deja en el espíritu el triunfo de los jugadores; aún más, si somos de los que acudimos al estadio a gritarles e impulsarlos, o los seguimos por televisión para que anoten el gol que hace falta.
Así, los laguneros “masificados” adquirimos el espíritu colectivo que piensa y siente diferente; todos unidos por una idea, sin dejar que lo individual pese en el estado de ánimo; luego vendrá otro día y con él retornaremos a la cotidianidad, con los problemas personales, del trabajo o la familia.
Hoy “ganamos” y somos los mejores, como nos lo sugirieron desde un principio con el excelente concepto mercadotécnico: “Yo voy a ser camp3ón, ¿y tú?”.
Así, nos sentimos invencibles y protegidos por la muchedumbre que es parte de nosotros; dejamos de tener responsabilidades individuales y nos liberamos de la carga que nos impide gritar y bailar en las calles, aún cuando perdamos la compostura; descansamos de sentimientos de soledad y frustración por el fracaso personal porque: ¡somos campeones! y eso energiza nuestra afectividad; nos permitimos llevar a un estado similar al hipnótico, protegidos entre la gente y dándonos permiso para ser influenciados, creer que somos triunfadores de verdad porque necesitamos ser crédulos y acríticos; preferimos dejar la propia voluntad de lado y dedicarnos al placer que crece con el engrandecimiento del número de integrantes del grupo, para el caso, casi todos. Masificados.
Y así, desbordados, algunos rebasaron los límites de lo permitido socialmente: bailaron ebrios por las calles, agredieron a transeúntes y hasta dañaron vehículos automotores; los menos agresivos hicieron pintas en propiedad privada y los más enajenados insultaron, riñeron a golpes o participaron en accidentes serios.
Qué bueno que ganó el equipo de futbol Santos y le entregó ese regalo a los laguneros, ávidos de alegría y sentimientos de triunfo; ojalá los directivos y empresarios sigan soportando –es conveniente– esa losa de responsabilidad hacia los fanáticos; alimentando lo que llaman “pasión guerrera”, que lo mismo nos hace festejar que entristecernos y faltar el siguiente lunes al trabajo en la fábrica, taller o la tienda.
En caso contrario, quienes saben dimensionar el efecto emocional de esos actos de masificación, podrán reprocharles el abuso a la sencillez que afortunadamente aún mantiene la generalidad de los integrantes de la comunidad lagunera, como otra particularidad nuestra. ¿Qué opina?
ydarwich@ual.mx