En días pasados murió Deborah Jane Kerr-Trimmer, quien nació en 1921 en Helensburgh, Escocia. Inició su carrera en Inglaterra siendo muy joven, alentada por una tía que era actriz de radio, y en 1943 se incorporó al cine estadounidense. Para los cinéfilos de los años 40s, 50s y 60s, Deborah Kerr estaba catalogada como una actriz que únicamente trabajaba en películas realmente de categoría, todos sus films eran buenos. Si uno se percataba en la cartelera que la actriz principal era ella, ni siquiera se cuestionaba si valía la pena ir a verla, porque era garantía de buen argumento, actuación, galanes, música, etc.
En sus primeros films sus roles representaban a alguien convencional, elegante, muy hermosa y llena de virtudes (de acuerdo con la época), hasta que se le dio un papel en la película De Aquí a la Eternidad, con una gama de excelentes actores: Montgmomery Cliff, Dona Reed (quien además era una exitosa actriz de la televisión), Burt Lancaster y Frank Sinatra, el cual ganó un Oscar como Mejor Actor de Reparto.
La Kerr hizo más de 50 películas, haciendo una magnífica mancuerna con Cary Grant (se veían fantásticos como pareja romántica, ambos muy bien parecidos, y además excelentes actores); sin embargo, será recordada especialmente por su película De Aquí a la Eternidad, porque fue un parteaguas en el cine estadounidense por ser la primera ocasión que se presentó una escena erótica entre la flemática y fría Deborah y el musculoso Burt, (sólo un ardiente beso en la playa, ambos en traje de baño), que los críticos calificaron de “escena tórrida” y que ahora sería considerada cursi.
Sin embargo, Deborah dejó un legado de películas hermosas: musicales, bestsellers, clásicas, de misterio y, sobre todo, románticas. Descanse en Paz.