En esta semana se celebró el “Día de los Abuelitos”, y mi amiga Luz María Aguilar me convidó del festejo escolar de sus nietos en el Instituto Cumbres; y digo me convidó, porque mis nietos viven fuera de la ciudad y yo no tenía festejo alguno. Para empezar, lo disfruté muchísimo porque es una alegría ver a los pequeños y a la gente adulta compartir momentos de ternura y amor en estos tiempos conflictivos de violencia e indiferencia.
Aunque yo no tenía ningún nieto dentro de este festejo, me sentí identificada con la celebración porque el pertenecer a la categoría de “abuelitos”, te hermana con el resto, como en una especie de “cofradía”. Y me hice esta reflexión: saludé a personas conocidas (todas con nombres de solteras): María Elena y Gaby Faya, Olivia Marcos, Norma Cepeda, Bibi Villarreal, Lourdes Zarzar, Adriana Silva, Lety Jaime, mis cuñadas Lulú Tena y Silvia Achem, Fatme Núñez, etc., etc., mismas con quien compartimos acontecimientos de la juventud: el paseo de la Plaza de Armas, las tardeadas, las fiestas del Carnaval del Club de Leones, los bailes del Casino, el Campestre Lagunero de Gómez Palacio, la Covadonga en San Isidro, etc., todos reservorios de alegría y de una época hermosa en nuestra vida... y ahora estaban proporcionando un gusto enorme a los nietos al ver a sus abuelitas en el grupo del auditorio y, a su vez, disfrutando el ver a sus nietos participar en los bailables (que estuvieron fantásticos por su temática con la música de Gabilondo Soler “Cri Cri”) haciendo mil “monerías”. Además, debo decirlo, todas se veían como antaño: jóvenes y hermosas, porque el amor revive.
Aunque esas imágenes se quedan para siempre grabados en la retina, se hicieron cientos de fotos para el recuerdo... Felicidades a todas las abuelas del mundo; el serlo es una experiencia maravillosa.
