Siempre se preguntan las personas a qué se deba que siendo los hermanos, hijos de los mismos padres, educados en un mismo ambiente, con el mismo cariño de ambos, etc., etc., todos son tan diferentes entre sí (aunque en el fondo no existe una diferencia muy marcada). Hay muchas razones, y una de las principales, de acuerdo a los especialistas, es qué número de hijo eres, es decir, si eres el primero, el segundo, el cuarto o el último.
Se dice que el primogénito, por regla general, es responsable, el segundo es inadaptado (el sándwich), y el último el consentido. Si hay mayor número de miembros en la familia, los de en medio están “perdidos en el espacio”. Lo que sí es una realidad es que al primer hijo(a) todo mundo va a conocerlo(a), se le toman miles de fotos, las abuelas y los tíos vienen desde lugares lejanos antes o en los primeros días del nacimiento, los amigos de los padres también los visitan, el padre, si es niño da puros, si es niña da chocolates, se regalan obsequios hechos especialmente para las visitas, etc., cuando nace el segundo, todos estos actos son menores, en el tercero ya no se hacen, el cuarto hasta pasados meses la gente se entera que nació; en fin, va decreciendo el entusiasmo y las respuestas del entorno
La realidad es que sí es importante en qué momento de la vida de tus padres te traen al mundo. Cuando los padres están jóvenes y enamorados no tienen gastos mayores como las escuelas o porque hay más hijos, por ejemplo, entonces la vida es más grata para ellos y el hijo es muy bienvenido, si naces en el momento en que no se tienen energías, el amor entre ellos ha decrecido, existen privaciones económicas, no eres esperado, etc., tiene que haber un cambio en las expectativas, pero nunca menos cariño.
A lo anterior se agrega que los seres humanos nacen con algo intrínseco, característico de ellos: el temperamento. Éste ya se trae genéticamente, entonces lo que ocurre en el entorno cada quien lo va a tomar diferente. Lo que para unos es una tragedia, para otros no tiene importancia; entonces, la vida se percibe de distinta manera, es decir, “todo es según el color del cristal con que se mira”, y así es cómo sucede que todos tienen su personalidad propia.
