A Jesús Ochoa Ruesga, in memoriam
Poco a poco, hace tiempo, sufrí la desgracia de perder a mis queridos hermanos; después han sido los amigos entrañables quienes, uno a uno, pusieron su proa rumbo a la eternidad. Los hermanos y los amigos son iguales: sublime encarnación de afectos sinceros, desinteresados y solidarios.
Humanos todos, vivimos acotados por la finitud de la vida, y cuando lleguemos a sus límites y sobrevenga nuestro ocaso, otros hombres y mujeres ocuparán el sitio que dejamos vacío en la fila de espera. Aunque siempre late un signo positivo y esperanzador en este redundante proceso: nadie muere sin dejar una buena memoria de su conducta. Sus obras y hechos quedan siempre presentes en la comunidad en que vivieron; un legado valioso, no cualquier cosa.
El jueves 17 dimos el último adiós al arquitecto Jesús Ochoa Ruesga, nuestro amigo y compadre. Al borde de su última morada pensamos que Chuy Ochoa fue afortunado, pues dejó motivos y razones bastantes para ser recordado por la comunidad a la cual sirvió, por la familia que formó, por los estudiantes a quienes educó, por las instituciones que dirigió, por los muchísimos amigos que tuvo en su larga existencia y por la posteridad que registró su vida: nuestra historia.
Él pudo haber sido Rector de la Universidad de Coahuila a través de los procedimientos electorales contenidos en el estatuto jurídico; mas era de un carácter tan modesto que, a pesar de tener derechos sobrados para lanzar su candidatura, nunca la promovió; no obstante, la Rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila estaba escrita en su destino, y llegó a ella en los años ochenta con motivo de la pésimamente organizada elección de un nuevo Rector.
Por la ligereza con que se realizó ese proceso estalló un conflicto que luego se salió de las manos del gobernador, y eso dio lugar a que el Consejo Universitario nombrara un rector interino para reponer el proceso electoral. El Consejo Universitario escogió al arquitecto Jesús Ochoa Ruesga, quien en pocas semanas y sin alharaca alguna restableció la tranquilidad en las escuelas y ya serenados los ánimos pudo convocar a nuevos comicios. Ocho meses después entregaría una casa de estudios tranquila y activa al nuevo Rector. Así Ochoa encauzó una nueva etapa en la vida universitaria. Pero la capacidad de servicio de Ochoa era múltiple. Había sido Jefe de Obras Públicas del Municipio de Saltillo entre 1964 y 1966. Siempre escogía las primeras horas de la mañana para impartir sus clases en la Escuela de Arquitectura de la U A de C. Luego tomaba café muy temprano con sus amigos de toda la vida; después cumplía sus obligaciones laborales como Director del Instituto Estatal de la Vivienda, en los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de Saltillo o en el Consejo de Desarrollo Urbano de la ciudad. Fue presidente del Club de Leones, gobernador de Distrito Leonístico, fue consejero de la Buena Vecindad y organizó dos veces la Feria de Saltillo. Para descansar y como buen arquitecto hacía adobes proyectando y construyendo casas, edificios y fraccionamientos para clientes particulares.
Con Jorge Ruiz Schubert, Arturo Berrueto González, José Salvador Flores Aguirre, Rómulo Moreira Narro, Urbano González Santos, Daniel Héctor Saldívar Terán, Héctor Montemayor, Armando Castilla Sánchez, Valeriano San Miguel y el de la pluma, integramos un grupo de bebedores de café: una forma animosa de empezar cada día, cuánto nos reíamos, cuán rápido se nos iba el tiempo, qué mucho café consumíamos.
Luego, como todo sucede en la vida, algunos murieron, a otros les hizo daño la infusión y unos pocos dejamos temporalmente la ciudad de Saltillo. Pero Chuy no se rajó y perseveró en el hábito de cafetear cada mañana. Últimamente se reunía Ochoa Ruesga con Pepón Flores y el ingeniero Sotero Bautista, ambos humanistas de corazón, hasta el día fatídico en que el ex Rector sufrió el accidente que le costó la vida.
Seguramente Chuy Ochoa nos contempla desde el otro barrio. Quizá no se explique el triste desconcierto en que quedamos sus amigos, como tampoco lo habrá entendido Jorge Flores Valdés, Jorge Ruiz Schubert y Daniel Héctor Saldívar: Allá se han de ver diferentes las cosas de este mundo cruel. Y de seguro comentarán, entre traguitos de infusión de nada: “Míralos, ya les anda por venirse a vacilar con nosotros. ¿les irá a gustar el extracto de ninguna cosa que sirven aquí? Y Chuy dirá, en su flemática manera de terminar con las discusiones: Esperen a que lleguen... ¡No saben que acá todo es blanco, puro y descafeinado!”