El presidente ruso Vladimir Putin saluda al viceprimer ministro y candidato presidencial Dmitry Medvedev tras su intervención en el Kremlin de Moscú, el 28 de febrero de 2008. (EFE)
Impedido por la Constitución para continuar en el Kremlin, Vladimir Putin deja la Presidencia rusa con la disposición declarada de asumir la jefatura del Gobierno si el candidato del oficialismo, Dmitri Medvédev, es elegido el próximo 2 de marzo como su sucesor.
Putin, presionado por el ala dura del Kremlin para que modificara la Carta Magna y asumiera un tercer mandato, pero con el resto del mundo a la espera de ver si respetaba la Constitución o se aferraba al poder, optó por otra variante: marcharse para quedarse.
Proclamado por la propaganda oficial como "líder de la nación", Putin declinó encabezar el Parlamento y el partido del Kremlin que controla la Cámara -Rusia Unida, un conglomerado de funcionarios sin otra ideología que el poder-, y escogió un puesto de mayor peso.
Su receta ha sido un sutil enroque: ceder el Kremlin a un hombre de confianza, imponer al nuevo líder una estrategia de desarrollo del país hasta el año 2020 y encabezar su Gobierno para controlar personalmente la puesta en marcha del llamado "Plan Putin".
Para ello escogió a Medvédev, su sombra desde hace 17 años, desde la Alcaldía de San Petersburgo hasta el Gobierno y el Kremlin, un tecnócrata de 41 años con fama de liberal y una de las pocas figuras de su entorno que no procede, como él, de los servicios secretos.
Una vez promovido Medvédev como candidato por los partidos oficialistas, Putin bendijo la elección y aceptó la propuesta de aquél de encabezar su Gobierno, compartiendo así con su delfín todo su peso político, influencia y popularidad.
"La gente se hace adicta a distintas cosas: algunos, al tabaco; otros, Dios nos salve, a las drogas, otros, al dinero. Dicen que la mayor adicción es al poder. Yo nunca la sentí", afirmó el jefe del Kremlin este mes en su última gran conferencia de prensa anual.
Pero añadió enseguida que está "dispuesto a trabajar como presidente del Gobierno", eso sí, siempre que su protegido, con toda la maquinaria del Estado y la propaganda oficial a su servicio, sea elegido el 2 de marzo como jefe de Estado.
"Será un buen presidente, un presidente digno y un gobernante eficiente. Confío en él", dijo Putin de Medvédev, mientras que de sí mismo señaló que trabajó ocho años "como un esclavo en las galeras" y está "contento con los resultados" de su gestión.
Putin indicó que al frente del Gobierno gestionará los monopolios naturales y llevará a la práctica su plan de modernización del país, para colocarlo para 2020 entre las cinco principales potencias económicas del mundo.
Además, prometió no modificar la legislación para reforzar las atribuciones del primer ministro en detrimento de las del presidente, al que ahora se subordinan directamente las carteras clave de Seguridad, Defensa, Interior, Exteriores y Justicia.
Pero los expertos señalan que la legislación le permite arrebatar el control de esas carteras sin cambiar la Ley del Gobierno, y la prensa afirmó que el Kremlin ya ha puesto los motores en marcha para "blindar" la figura del primer ministro y complicar su destitución.
Y es que la clase política hace cábalas sobre cómo funcionará el nuevo modelo de administración, cuando Putin mismo dedicó sus dos mandatos a forjar una "verticalidad del poder" personificada en el presidente, para unir en sus manos todas las riendas del Estado.
Unos se preguntan si el tándem "Putin-Medvédev" se repartirá los papeles de "policías bueno y malo", y otros vaticinan sobre qué pasará si el "presidente tecnócrata" se atreve a salir de la sombra de su tutor y actuar por su cuenta.
"No comprendo cómo funcionará esa configuración del poder, que augura conflictos en el seno de la burocracia", confesó Alexandr Voloshin, veterano ex jefe del gabinete de Putin durante su primer mandato, en alusión a la inevitable rivalidad entre los equipos de ambos mandatarios.
El politólogo Stanislav Belkovski advirtió de que la alteración del rígido modelo "autoritario" impuesto por Putin sólo agravará las luchas entre los clanes políticos, económicos y regionales por el control de la influencia y la propiedad.
Según Lidia Shevtsova, analista del Centro Carnegie de Moscú, "un régimen mixto 'presidente-premier' podría resultar eficaz sólo si en Rusia existiera el pluralismo político, un Parlamento independiente, un Ejecutivo y un primer ministro partidistas y una clara división de las facultades de los jefes de Estado y de Gobierno".
Mientras, Putin, de 54 años, ya insinuó que podría aspirar a la Presidencia en 2012, y algunos no descartan que Medvédev le ceda el timón incluso antes, al dimitir en caso de que alguna crisis se presente y se de el retorno urgente al Kremlin del mayor peso pesado de Rusia.