El jueves 29 de mayo y el domingo primero de junio de 2008 los equipos de futbol Santos y Cruz Azul catalizaron la atención de millones de aficionados a este deporte, incluidos los “villamelones” como este columnista. En la televisión pudimos seguir los encuentros cumbres por el campeonato nacional en la mal llamada “liguilla” que, como afortunada paradoja, resultó “ligota” dada la gran calidad del futbol exhibido por los contendientes.
En esas fechas parecieron suspendidas las actividades ajenas al deporte de las patadas. Así pasó en Saltillo, donde vive este ignaro columnista; e igual sucedió en todos los municipios, pueblos, rancherías y comunidades rurales de Coahuila y del país, pues los culminantes encuentros elevaron a punto de explosión el famoso “rating” que registra el número e intensidad de la teleaudiencia.
Al día siguiente un consuetudinario saltillense –El Diario de Coahuila– atinó a destacar en crónicas y fotos las reacciones populares en el estado de Coahuila por el triunfo del Santos Laguna frente al Cruz Azul. La gente de Torreón, Saltillo, Monclova, Sabinas, Piedras Negras y Ciudad Acuña, más los habitantes de las amplias áreas de influencia aledañas a estas poblaciones, estuvimos frente a los televisores con la atención puesta en los incidentes del partido final del domingo para salir después a las calles y a los caminos a festejar el triunfo del equipo coahuilense en un improvisado desfile victorioso, entre música, cohetes y gritos de júbilo reproducidos con alta sonorización. ¿Vio usted el partido de futbol? inquirió un reportero a una persona de la tercera edad. “¡Claro! Se trata de un equipo coahuilense, el Santos. Hay que festejarlo”, respondió el entrevistado.
Igual sucedió, seguramente, en los cinco municipios de la vecina entidad duranguense y en otras localidades incluida su capital, cuyos pobladores contemplaron con vívido entusiasmo los avatares de los encuentros finales y las puntuales anotaciones de gol que hicieron posible el triunfo del Santos Laguna.
¿Qué festejar? ¿A qué todo ese estruendo de entusiasmo por el equipo “Santos Laguna” que representa solamente a una región compartida entre Coahuila y Durango? Pues sí, eso pareciera ser; pero ahora sucedió que el resto de coahuilenses y duranguenses hizo propia la épica lagunera y el glorioso acontecimiento tuvo esa plusvalía que va más allá de lo aparente, pero trasciende en una expresión de unidad estatal que nadie pensaba; el triunfo lagunero fue interpretado como un galardón para todo el estado de Coahuila.
Todo ser humano aspira a postular, sostener y conquistar anhelos personales y colectivos muy idealizados. Así es como crecen los pueblos y las naciones, Sería muy pobre ¡paupérrima! una comunidad sin objetivos importantes de cualquier índole. No deviene digna ni útil una vida que mira el penoso discurrir de los días y sólo llega a tener pequeñas satisfacciones que festeja con discreción y luego olvida. Pero existen vidas plenas, dinámicas, fructíferas, impulsivas que sueñan logros apreciables y casi eternos, que pueden ser propios de todos los individuos, de toda la gente, como fue el triunfo del equipo de futbol Santos Laguna.
A Coahuila y a los coahuilenses nos faltan esos estímulos. Muy de vez en cuando surge algo o alguien de quien enorgullecernos. Tenemos tres equipos profesionales de beisbol en sendas ciudades de nuestra entidad, pero el rendimiento deportivo ha venido de más a menos. Los saltillenses no hemos conseguido ver un campeonato de Liga en los muchos años de existencia de los Saraperos. Sí, hubo uno, en la temporada que empequeñeció la huelga de los jugadores. Qué tiempos aquéllos de Martín Dihigo, de Memo Garibay, de “Chanquilón Díaz”...
La oncena futbolística de aguerridos combatientes realizó un supremo y ejemplar esfuerzo de perseverancia, trabajo físico y fuerza de voluntad para conquistar ¡por tercera ocasión! en su existencia el máximo título futbolístico que se disputa anualmente; aunque para los Guerreros del Santos esa aspiración ha sido su meta de siempre no un hallazgo accidental.
Ahora lograron visualizarlo y concretarlo; luego lo soñaron, lo planearon y lo pelearon con garra y entusiasmo. Tales actitudes convirtieron a un grupo de futbolistas en paradigmas y líderes de su comunidad. Este triunfo es uno más, pero no el último, de los grandes esfuerzos de la centenaria ciudad de Torreón.
El jueves 29 de mayo y el domingo primero de junio los laguneros, ya coahuilenses o duranguenses, fuimos un solo equipo con el “Santos Laguna” ¿Por qué no trascender esta sólida unidad deportiva a nuestra realidad jurídica, política y social? Valoremos el triunfo del Santos más allá de lo que es. Juntos, los habitantes de nuestras cinco regiones geográficas, podríamos ser más fuertes y empeñosos para alcanzar las metas individuales o colectivas que nos propongamos conseguir.