Luego del atentado perpetrado a la Policía de Lerdo a finales del mes pasado, y del gran revuelo que causó el secuestro y asesinato del joven Fernando Martí, hijo de prominente empresario de la Ciudad de México, quien a pesar de haber pagado el rescate, le fue arrebatada la vida al joven, el tema de la violencia en manos de la delincuencia ha afectado a todo y a todos, y los efectos de la recesión económica, aunado al miedo que se respira, está empeorando y acelerando la descomposición del ambiente social en la región.
Hoy ya es una psicosis que nadie puede ocultar, ni el más ecuánime. En el ámbito nacional el tema de seguridad es ya el primero en la agenda. La propia reforma petrolera pasa a segundo término cuando los ciudadanos aprecian que la delincuencia organizada simplemente reina y manda en vastos sectores del territorio nacional.
Cuando al inicio del sexenio, el presidente Felipe Calderón decidió enfrentar al crimen con mucha más energía que su antecesor Vicente Fox, el reacomodo de los cárteles y los crímenes de sangre se dispararon de forma sensible, aunque en un principio parecía que la guerra se suscitaba entre las propias bandas y las policías, donde elementos presuntamente honestos y coludidos, eran ajusticiados por las balas de los malosos.
Esto, sin embargo, allá en los primeros meses de 2006, se veía distante desde el punto de vista de La Laguna: Sinaloa -Culiacán principalmente- Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, eran los primeros centros urbanos en los que acaecían estos sangrientos fenómenos. Pero estos sucesos llegaron a la Comarca. Entonces comenzaron los ejecutados que aparecían tirados por ahí; luego el atentado a connotado empresario y político gomezpalatino; los “levantones” y desapariciones de muchas personas, hasta la del comandante Enrique Ruiz Arévalo, quien fungió destacadamente al frente del Grupo Especial Antisecuestros, hace más de un año. En lugar del comandante Ruiz, fue nombrado apenas hace unos meses, Gerardo Valdez Segura, quien tenía fama de ser un tipo temerario y muy “entrón”, pero al cabo de pocas semanas de su nombramiento, también se encuentra hoy desaparecido.
El miedo es un elemento muy complicado de manejar: paraliza, nubla la razón, distorsiona percepciones. Pero es una realidad que lo que hoy se está viviendo, no es más que el resultado de una más de las características del pueblo mexicano, que se ha habituado a vivir en la corrupción. Por ello, se tienen los cuerpos de seguridad con los que se cuentan. La sociedad mexicana ha asimilado que el proceder corrupto es sencillamente tolerable, y la corrupción también encierra la responsabilidad de los gobiernos en contar con cuerpos policiacos mal capacitados, mal equipados y también y muy importante: mal pagados.
Qué miedo se vive ahora, es la realidad, cualquiera que voltee hoy a un lado encontrará un pariente, un amigo que ha visto de cerca el terror que significa que en las calles anden con desfachatez los sicarios que no se detienen ante nada, aunque el arribo de los militares la semana pasada y los propios retenes que se han instalado, en la historia reciente no se recordaban de tal proporción, han paliado un poco las cosas.