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¿Qué, quién, cómo?

Diálogo

Yamil Darwich

-“¿Cómo que Dios existe?”, dijo el materialista al creyente que trataba de explicarle la versión cristiana de la creación. –“Somos producto de la evolución y la naturaleza; el ‘Big Bang’, fue el inicio del universo y de ahí, una serie de sucesos ordenados permitieron que se formaran las constelaciones, sistemas con estrellas, planetas y satélites, entre ellos el nuestro, uno de los últimos”, afirmó con voz engolada.

“-¿Y qué, quién, o cómo inició todo?”, preguntó el creyente. –“Así, porque en la gran explosión se liberó energía que aún no podemos medirla completamente; la materia es eso y hay quienes aseguran que somos subproducto de la luminosidad”.

“–¿Pudiera ser El Creador?”, cuestionó el sereno preguntón. –“¡No!, somos producto de la evolución; el orden y la fuerza del universo es quien nos creó”.

“–Mira –comentó el cristiano– yo pensaba existían cosas que no nos podíamos demostrar con la claridad de las ciencias y sin embargo existen; por ejemplo el pensamiento; ciertamente es energía, pero hay procesos más allá de la bioquímica y la transmisión eléctrico nerviosa que no acabamos de comprender; de hecho, sabemos que la materia es energía y no se destruye, sólo se transforma, pero...”

“–Ya sé que vas a terminar insistiendo en tu Dios, creador de lo existente, –interrumpió el materialista– pero no se puede demostrar”.

–“Porque no queremos entenderlo; imagina uno de esos acuarios, enorme, con peces variados; aunque tienen su cerebro poco desarrollado, comparado al nuestro, acéptame que pudieran pensar como nosotros”.

“–Algunos pasarían su vida nadando –continuó el creyente– disfrutando del agua y la regulación de oxígeno y temperatura; no harían nada más, aunque reconocieran que por alguna causa desconocida viven cómodamente. Aún más, verían que aparece alimento flotando en el agua, cayendo lentamente, para que con el mínimo esfuerzo ellos se acerquen y coman”.

“–Pero también habrá otros peces, inteligentes y cuestionadores, que intuyen debe existir un orden superior que da sentido a la vida del acuario; un ser todo poderoso que les cuida”.

“–Cavilarán y tratarán de encontrar respuestas y sin duda, con el paso del tiempo, si encontraron cómo transmitir el conocimiento a las generaciones, descubrirán que hay algo más allá del acuario; de ese lugar misterioso llega la comida y también el aire que les oxigena su hábitat”.

“–¡Claro!, porque no saben que es su amo quien les provee para que puedan sobrevivir, no tu Dios; es el hombre y su técnica que se ha enseñoreado de la naturaleza”.

“–Así es, pero esos peces utópicos, pensantes, llegarán a saber que el aire que sale de las mangueras es expelido por una bomba y los más esforzados, pegados al cristal del acuario, llegarán a verla y sabrán que fue hecha para ellos”.

“–Luego comprenderán que las plantas de ornato fueron plantadas al gusto de ese ser superior y que así dio orden que a su parecer y voluntad es correcto; y con base a la observación persistente, en algún momento, podrán descubrir la mano de ese creador quien desde lo alto, fuera del agua, lanza el “maná”, día con día, para alimentarlos”.

“Mano del hombre, por supuesto” –interrumpió el materialista–. –“Así es”, respondió el creyente continuando su exposición.

“Para entonces, darán por hecho que su acuario es sólo una parte de la creación, puesto que hay espacios a descubrir en ‘esa nada’ irrespirable”.

–“¡Seguro!, –insistió el materialista– son peces y tienen sistema branquial, incapaz de tomar oxígeno del aire”.

“–Y seguirán profundizando en el conocimiento de lo existente, fuera del acuario, hasta descubrir a los seres humanos y todo de lo que son capaces; de nuevo se preguntarán ¿qué, quién o cómo fueron creados esos que nos cuidan y alimentan?, y tendrán la curiosidad para continuar cuestionando y tratar de responderse, así hasta el infinito”.

“–Ése es un buen ejemplo de la evolución” dijo el programático.

“–Y cuando pasen siglos y milenios, ya muy evolucionados, tal vez llegarán a descubrir lo existente más allá del acuario; toda la Tierra y luego el sistema solar; posteriormente el universo y toda la creación, para seguramente, de nueva cuenta cuestionar: ¿quién, qué o cómo se creó ese orden?, exacto, a través de los tiempos, por encima de la casualidad y el azar, porque si no fuera así, sus logros y alcances no tendrían mayor valor que el dado por las posibilidades del ensayo y error.

Te aseguro que llegarán a pensar que esa energía, la fuerza creadora, proviene de alguien que lo ideó con intención. ¿No lo crees así?”

El materialista quedó pensativo; había lógica en lo escuchado.

Les escribo esta historia que ya no recuerdo dónde “se me pegó”, para estos días de Pascua, propicios para reflexionar ¿qué, quién y cómo?

ydarwich@ual.mx

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