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¿Quién fue?

addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Me gusta esta ciudad, que me vio nacer y a la que tanto debo. Por eso me indigna su deterioro urbano, porque es su cara y es con esa cara con la que recibimos a los visitantes.

Por ello, siempre estoy atento a lo que la denigra y aunque no siempre puedo denunciarlo, hay ocasiones en que uno se compromete y debe cumplir. Por lo común, sólo los fines de semana voy al Centro a tomar café con los amigos.

Cuál no sería mi sorpresa, cuando el sábado pasado, me topé de manos a boca con la escultura del Quijote que tanto me gusta, y mayúscula sorpresa, lo encontré pintada de verde. Toda pintada, bestias y hombres, por igual.

Para colmo, cuando pasaba frente a ella, lo que hacía mucho no me sucedía, don Quijote me habló, y lo hizo en tono verdaderamente molesto y de esta manera:

“Escuchad, buen caminante, detened tu marcha y escuchad mis lamentos” – Dijo de entrada don Quijote.

“¿Qué os acontece, noble caballero?” –Le respondí.

“¿Cuántos años llevo aquí? ¿Acaso lo recordáis?” – dijo.

“Honestamente no, pero a fe mía que ya son muchos”.

“Y ¿cuándo me habéis visto en estas fachas?”, — Añadió.

“¿A qué os referís, caballero andante”.

“A que me han pintado de este color verde, como si fuera hospital del Seguro Social o botella de gaseosa”.

Fue entonces cuando advertí que, en efecto, la escultura estaba pintada de un color horrendo. “¿Quién fue el que me ha inflingido tal ofensa?”.

“Yo supongo, le dije, que algún funcionario del Municipio. Tal vez de Parques y Jardines o de Obras Públicas”.

“Pues quienes hayan sido son unos bellacos. Y os aseguro que de tenerlos enfrente los atravesaría con mi lanza”.

“Ya una vez me robaron mi lanza, ¿lo recuerda, su merced? Y vaya que las cosas no estaban como lo están ahora”.

“Claro que lo recuerdo y muchos sufrimos una gran vergüenza. Pero ahora esto, es verdaderamente ignominioso” – Le dije.

“Una afrenta como ésta sólo se lava con sangre. Yo que he combatido contra tantos atorrantes y malandrines. Que he luchado en nombre de mi dama Leticia, mujer de incomparable belleza en todos estos territorios, vedme aquí, imposibilitado, para clavarle las espuelas a Rocinante y pedirle que me lleve frente a esos bellacos y protestar airadamente”.

“He sufrido destierros y prisión, pero nunca me habían pintado de un verde tan horrendo”.

“¿Qué acaso no hay quién asesore a esta recua de ignorantes?”.

“No lo sé señor, hace mucho años que dejé esos lares”.

“¿Pero vos sabéis a quién le podemos reclamar?”. “Honestamente, en concreto, no lo sé. Pero le prometo hacer pública su queja para ver si puede alguien desfacer este entuerto”.

“En mi vida he luchado contra muchos enemigos. Seres desalmados y hasta con feroces leones, pero nunca contra paludros embozados, que en mitad de la noche vinieron a cambiarme la fachada”.

“¿Qué acaso, si pudieran, harían lo mismo con la torre Eiffel o el David de Miguel Ángel?” – añadió.

“ Yo no me puedo quedar así. ¿Qué diría mi dama si me viera en estas fachas?

“Ayudadme, buen hombre, ayudadme a resarcir esta afrenta”.

“Veré qué puedo hacer por vos. Pero, os adelanto, que los señores del ayuntamiento son muy tozudos” –Le dije.

“Y mirad que no he permitido que mi fiel escudero abra la boca, pues bien sabéis que de ella salen sapos y culebras y uno que otro refrán gracioso. Mas lo he mantenido a raya para evitar que se den por ofendidos y vengan a aplicarme una segunda mano”.

“Por las muchas razones que nos unen, haré llegar su reclamo, pero insisto que no os garantizo buenos resultados”—Añadí.

“Conque seáis tú mi voz para protestar por esta ignominia, me doy por bien servido, caballero” –Me dijo.

“Así lo haré, os lo prometo” –Concluí.

Y así cumplo mi promesa.

Por lo demás: Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma e Su mano”:

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