Vargas recibirá hoy el título de Kammersänger (cantante de cámara), en la Ópera Estatal de Viena.
El canto es una carrera, pero no de velocidad, sino de resistencia. Instalado en la competencia, el tenor mexicano Ramón Vargas le apuesta al paso que dure y no al trote que canse.
Su secreto es la constancia. “Como bien dice José Alfredo Jiménez, lo importante no es llegar primero, sino saber llegar. Es necesaria la constancia y también tener presente que los artistas debemos madurar en el tiempo, como los buenos vinos”, dice el tenor, vía telefónica desde la capital austriaca.
Resultado de este tesón es el título de Kammersänger (cantante de cámara), que el gobierno de la República de Austria le otorgará hoy viernes 27 de junio en un escenario que es muy especial para el mexicano: la Ópera Estatal de Viena.
“Vine a la ciudad de Viena -como estudiante- en el ya lejano año de 1986. Yo era un joven cantante. Ya pasaron 22 años de eso. Me siento muy contento por varias razones, entre otras porque éste es un compromiso para seguir haciendo las cosas bien”.
El reconocimiento Kammersänger lo otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Arte de la República de Austria a cantantes distinguidos. Lo han recibido, tan sólo por mencionar a los más importantes, el tenor mexicano Francisco Araiza, así como los cantantes internacionales Luciano Pavarotti, José Carreras, Falk Struckmann y también Carlos Álvarez.
A sus 47 años, Ramón Vargas dice sentirse en el mejor momento de su carrera, en plena madurez.
Su voz está lista para retos como el protagónico de La condenación de Fausto, de Héctor Berlioz (obra que interpretará el año entrante en el Metropolitan Opera House de la ciudad de Nueva York), y el Gabrielle Adorno, de la inmortal ópera Simón Bocanegra, de Giuseppe Verdi. “Decía Enrico Caruso que la voz del tenor empieza a madurar a los 35 años y mantiene un proceso de maduración de diez años. A los 45 años debe estar pleno y este proceso debe mantenerse por diez o 12 años, dependiendo del cuidado y las facultades físicas de cada quien.”
Como buen atleta, él siempre se cuida. No escapa de las enfermedades, pero ha aprendido que si no está en perfectas condiciones no debe cantar, por respeto al público y también en atención a su salud. Ramón Vargas dice que salir de México para enriquecerse como cantante es maravilloso, pero hacerlo por escapar de la situación que se vive en el país, es triste: “El cantante debe tener todas las condiciones adecuadas para su desarrollo. Conaculta debe ayudar a que esto suceda, darle oportunidad a los jóvenes. Además de tequila, México está exportando cantantes. No podemos dejarlo pasar.”
México se encuentra en su agenda, pero será hasta que terminen los trabajos de restauración en el Palacio de Bellas Artes, que aún no empiezan: “Los trabajos son indispensables. El Palacio de Bellas Artes resulta hasta peligroso. La parte técnica de atrás es muy vieja y puede implicar un riesgo para quienes trabajan ahí. Ojalá se respeten los tiempos y se abra en su momento.”
Luego de interpretar el Don Carlo, en Viena, Vargas viajará a Munich para cantar La Traviatta y Luisa Miller, de Verdi. Actuará también en Croacia, Hungría y China. Posteriormente abrirá la temporada en Londres, cantando el Don Giovanni, y también la del MET de Nueva York a finales de septiembre.