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Ramón

Diálogo

Yamil Darwich

El pasado primero de abril se presentó un pequeño libro: “Ramón Iriarte, semblanza de un lagunero”; él decidió serlo, porque aun cuando dice “yo no vine, me trajeron”, tuvo la oportunidad de elegir cualquier otro lugar para vivir, pero no fue así.

Don Ramón, como mucha gente le llama con cariño y respeto, tiene la habilidad de generar confianza en las personas que le tratan, quienes nunca se ven defraudadas; aún más, es uno de esos laguneros que llegaron al Torreón naciente para aprender a convivir con el desierto. Lástima que el texto sea limitado en espacio y construcción literaria, porque el tema da para más.

La vida del homenajeado es ejemplo de los laguneros enamorados de esta tierra, quienes “tomaron la estafeta” de sus antecesores y consolidaron la cultura y civilidad que gozamos.

Esa gente, como Don Ramón, logró hacer producir al desierto; primero con la agricultura, –algodón, trigo y la vid– considerando solamente las alternativas de triunfar y generar riqueza. Luego vino la diversificación y apareció la ganadería, hasta transformarnos en región productora de leche y carnes; después la industria, que sigue desarrollándose, como todo lo que nace en la Comarca Lagunera.

Nada por casualidad, es resultado del trabajo y esfuerzo de gentes como él y otros, como Don Salvador Álvarez, de quien queda la anécdota de respuesta dada al que le felicitaba por su suerte: –“Sí, es suerte –le respondió– y he descubierto que entre más trabajo más suerte tengo”.

La obra de todos ellos siguió adelante; luego de hacerse productivos, aplicaron esfuerzo en crear universidades para los jóvenes estudiosos, casos de políticos exitosos como Don Braulio Fernández Aguirre o Don Heriberto Ramos González; de hombres de letras como Don Homero del Bosque y Don Emilio Herrera, amigos entrañables.

No podemos olvidar a periodistas como Don Antonio de Juambelz, quien desde su trinchera y linotipos empujaba fuerte, declarando diariamente su compromiso en El Siglo de Torreón.

Y siguieron adelante: faltaba atender la cultura y el arte, lanzándose en pos de museos, casas de cultura y apoyando a artistas diversos. Así rescataron el TIM y crearon la Camerata de Coahuila.

El Museo de la Revolución, es el último logro de Don Ramón, quien evita mencionar el hecho: sin su apoyo filantrópico no hubiera sido realidad. Uno de sus colaboradores me narró la anécdota: estando con el Gobernador, supo traer a la plática el tema y el político comentó pensaba construirlo en Saltillo, para memorar la Revolución Mexicana. Él le contestó: –“excelente idea y sería bueno construir otro, el del Sarape, en Torreón”. Lo convenció, luego vinieron las donaciones, la remodelación, definición de contenidos, atender muchos detalles, hasta entregarlo a la región.

Otro de la misma cepa, Don Germán González Navarro, también ha contribuido al bien social, creando y sosteniendo una escuela para personas con necesidades especiales. De su afición por el atletismo: ¿sabe usted que hasta hace poco tiempo entrenaba diariamente y uno de sus recorridos de preparación era hacer la ruta Torreón—San Pedro?

Bueno, … así son todos ellos.

Debo reconocer ser injusto y limitado, porque hay muchísimos nombres más para enlistar, todos con logros de vida que quedaron como ejemplo para las siguientes generaciones. Sería bueno buscar quién recopilara las más posibles, dejándolas escritas para que no olvidemos y las conozcan los que habrán de nacer.

Sin duda que todos ellos son ejemplo de laguneros, que somos como lo describe Don Ramón: “Es una región que se ha hecho de gente de fuera. Es un lugar de puertas abiertas, sin atavismos sociales de regiones antiguas que tienen una estructura social más rígida. Los laguneros son hospitalarios, no hay prejuicios, se valora a la gente por lo que es en sí misma. El que trabaja y se esfuerza es siempre bienvenido. El lagunero es abierto, tampoco, hay que decirlo, muy apegado a guardar las cosas; es más bien gastador (...) es una sociedad no muy conservadora, (...) sabe ganárselo –el dinero– y sabe gastárselo” y termina con una frase de Catón: “hay mucho que aprenderle a los de arriba y a los de abajo”. Y tienen razón.

Me parece una descripción sencilla, como es él, exacta, sin las pretensiones de hacer artificios del lenguaje, como otros. Así, entre dichos, refranes y comentarios jocosos entrega su mensaje, generalmente rodeado de la simpatía que todos aceptamos. Otra característica de laguneros.

Buen ejemplo del lagunero por adopción, que sirve para generalizarlo a muchos, aunque deberemos reconocer las pequeñas diferencias entre ellos, según regiones y etnias de procedencia. Otro ejemplo: Don Roberto Tohmé, libanés, para el caso de la industria maquiladora y de alimentos.

Desde luego que hay “nuevos laguneros” que han aceptado el reto de cuidar tradiciones y promover desarrollo, desgraciadamente son pocos, aspirando se sumen otros muchos, cada uno desde su “trinchera”. ¿Qué opina?

ydarwich@ual.mx

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