Aunque a nivel nacional el formato del informe presidencial se ha modificado para transformarlo de esa especie de acto de culto a la personalidad que era a una ceremonia más austera —más “republicana”, dirían algunos—, a nivel local, en los estados y municipios, las cosas no han cambiado. Los gobernadores y alcaldes continúan en la antigua línea de disponer de un día para, en vez de hacer un verdadero ejercicio de rendición de cuentas de cara a la ciudadanía, montar una escenografía en donde se muestra no la realidad objetiva de un estado o un municipio, sino la realidad según las abstractas cifras e interpretaciones sesgadas del gobernante en turno.
Ejemplos de lo anterior son las ceremonias del primer informe de gobierno de Ricardo Rebollo Mendoza, alcalde de Gómez Palacio, y Carlos Aguilera Andrade, alcalde de Lerdo. En el caso del primero, además de cumplir con el acto protocolario en la Presidencia Municipal la mañana del martes 26 de agosto, dio un “mensaje a la ciudadanía” por la noche en las ruinas de la antigua compañía jabonera La Esperanza. Por su parte, Aguilera se conformó con la ceremonia en la sede del Ayuntamiento la noche del viernes 29 de agosto. Pero diferencias de presupuesto y de despliegue propagandístico aparte, en ambos casos, tal y como suele ocurrir en todos los informes oficiales, el panorama que se pinta y el optimismo que se aparenta distan mucho de la realidad que golpea a diario al ciudadano de a pie.
Al igual que todo el país, la región atraviesa por una situación crítica en materia de seguridad y desarrollo económico. El crimen organizado y la delincuencia común mantienen atemorizada a una sociedad que todavía hace unos cuantos años se jactaba de vivir en una de las áreas conurbadas más tranquilas de México. Robos, asaltos, secuestros y asesinatos de pronto se han multiplicado y los hechos violentos de los últimos meses demuestran que las policías locales están completamente rebasadas. En su informe, Rebollo resaltó la inversión que su administración ha hecho en seguridad pública, sobre todo en lo que respecta al incremento salarial de los agentes y la dotación de equipo y parque vehicular, lo cual, lejos de las loas y los aplausos —hay que decirlo—, es lo mínimo que un Gobierno Municipal debe hacer.
No obstante ese “esfuerzo”, el ciudadano gomezpalatino mantiene la desconfianza hacia los agentes y hacia unas autoridades que en más de una ocasión se han mostrado reacias a publicar su reporte de índices delictivos.
En Lerdo, la situación es mucho peor. Pese a la aplicación de recursos estatales, presumida y agradecida por el alcalde Aguilera en su informe, la corporación policiaca municipal sufre carencias a todos los niveles: capacitación, equipo, salarios, uniformes y parque.
Hace unas semanas, con el ataque de un comando armado a la sede de la Policía en el Centro de la ciudad y a plena luz del día, los lerdenses vieron cómo de la noche a la mañana se desvanecía la antigua paz que caracterizaba a su ciudad. En el tema del desarrollo económico, la situación no es mejor. De aquel “boom” de las maquiladoras y las franquicias que conoció la región a finales del siglo XX y principios del XXI, ya ni los ecos se oyen. Desde hace un lustro, La Laguna se encuentra hundida en el estancamiento económico, con una de las tasas de desempleo más altas del país, lo cual se ha agravado con el alza constante en el precio de la gasolina y los alimentos.
Ni gobiernos municipales ni estatales han sabido hacer frente a esta situación que, si bien es generalizada, en gran medida corresponde a ellos mitigarla.
Tanto Rebollo como Aguilera presumen los apoyos sociales dados a familias de escasos recursos y la atracción de algunas inversiones, no obstante, ni lo uno ni lo otro parecen ser suficientes en medio de la parálisis que sufre la economía regional, aunada al problema histórico de la pobreza que padecen los municipios de Gómez Palacio y Lerdo.
La pregunta principal a la que debieron responder ambos alcaldes en sus informes es ¿qué han logrado en su primer año de Gobierno en materia de seguridad y desarrollo económico? Y la respuesta a este cuestionamiento no puede quedarse en las cifras de lo que se ha gastado, sino en los avances concretos, mensurables, que se tengan en las estrategias que se supone debieron haber planteado al principio de su administración, con miras a alcanzar el anhelado objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. En pocas palabras, debieron haber rendido un verdadero informe de re-sul-tados. Ni más, ni menos. Pero parece que esto es mucho pedir.
OTRA VEZ LAS LLUVIAS
La lluvia debería ser una bendición para esta comarca semidesértica, pero la deficiente infraestructura urbana de las ciudades de la región hace que se vuelva una maldición. Basta un aguacero para inundar colonias y bulevares, apagar semáforos, destruir pavimentos y dejar sin luz ni agua a pobladores de varios sectores durante horas. Cada vez que llueve, las autoridades se acuerdan que tienen que invertir en construir un buen drenaje pluvial y en otras cosas, pero los planes, una vez que pasa la temporada de lluvias, se quedan siempre en el papel... hasta que Tláloc regresa y pone en evidencia las fallas de nuestras autoridades al año siguiente.
¿Cuándo llegará el día en que por fin podamos celebrar la lluvia en nuestra calurosa y polvorienta comarca sin tener que preocuparnos por que la ciudad se inunde o sus calles se conviertan en un caos?
argonzalez@elsiglodetorreon. com.mx