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Recesión y huracán

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La historia de la economía es un largo registro de políticas gubernamentales que fracasaron porque fueron diseñadas con un audaz desprecio de las leyes de la economía”.

Ludwig von Mises

Hubo un tiempo en que algunos gobiernos y científicos del mundo pensaron que podían y debían evitar los huracanes. Realizaron así una serie de experimentos en los que bombardeaban los huracanes con distintos tipos de compuestos químicos. Afortunadamente estos esfuerzos nunca tuvieron éxito. De lo contrario, todavía estaríamos lamentando sus consecuencias.

Hoy el Gobierno de Estados Unidos se ha comprometido políticamente a evitar una recesión. Lo está intentando de la única manera en que sabe actuar: arrojándole dinero a la economía, 150 mil millones de dólares para ser precisos. Cuenta en el esfuerzo con el apoyo de la Reserva Federal, o banco central, de los Estados Unidos, que la semana pasada recortó sorpresivamente en tres cuartos de punto porcentual las tasas de interés de los fondos federales.

Todo el proceso es, sin embargo, cuestionable. En primer lugar, no está del todo claro que la economía de los Estados Unidos se esté aproximando a una recesión. Los indicadores son hasta el momento contradictorios. No hay duda de la parálisis de la industria de la construcción y de las pérdidas enormes de los bancos por la crisis de las hipotecas basura. Pero cuando menos las últimas cifras disponibles sugieren que el consumo sigue creciendo.

Mucho más importante que eso, sin embargo, es el hecho de que las recesiones tienen un lugar muy importante en el ciclo económico. Pretender abolirlas, como busca hacer ahora el Gobierno de Estados Unidos, no sólo es cuestionable sino peligroso.

Las recesiones son como los huracanes: molestas e incluso destructivas. Pero cumplen también una función de limpieza y equilibrio ecológico. Los huracanes reparten la humedad en el verano y la llevan a lugares que de otra forma no tendrían una gota de agua. Las recesiones desinflan las burbujas especulativas y limpian la economía de empresas débiles que se convierten en un lastre para la competitividad de un país.

Pretender la abolición del ciclo económico es tan peligroso como tratar de detener las fuerzas de la naturaleza. Pero independientemente de lo ilógica que sea la pretensión en sí, ésta se enfrenta a una serie de problemas prácticos que deberían ser suficientes para disuadir el intento. El primero es el hecho de que se quiere aplicar la medicina antes de que haya un diagnóstico claro de la enfermedad. No sabemos todavía si la economía de Estados Unidos vaya a entrar en una recesión y resulta claro que la del mundo dista mucho de correr ese peligro.

Un segundo problema es que no sabemos si la magnitud de la enfermedad es congruente con la de la medicina. ¿Por qué recortó la Reserva Federal en tres cuartos de punto porcentual las tasas de los fondos federales? No porque se considerara que éste sea un monto suficiente que permita, como debe ocurrir, que las tasas de interés mantengan un incentivo para el ahorro pero al mismo tiempo ofrezcan la oportunidad de contratar créditos a un costo razonable a los agentes productivos y a los individuos, sino simplemente porque era un poco más de lo que esperaban los mercados y por lo tanto permitiría una recuperación en los alicaídos mercados bursátiles. Sin embargo, la experiencia nos dice que no hay peor política monetaria que la que trata de rescatar a los inversionistas de una burbuja.

¿Por qué está buscando el presidente Bush dar una inyección de 150 mil millones de dólares a los contribuyentes? No porque considere que esto es suficiente para elevar el crecimiento del consumo en uno o dos puntos porcentuales, sino porque piensa que si reparte dinero los ciudadanos votarán más fácilmente por su partido el próximo mes de noviembre.

El problema de fondo, sin embargo, es que ni los recortes de las tasas de interés ni el reparto de dinero del erario evitan las razones de una posible recesión. La economía de Estados Unidos, que lleva desde 1982 sin sufrir una recesión formal de dos o más trimestres consecutivos de contracción económica, ha estado viviendo en un mundo de fantasía insostenible en el largo plazo. Tanto las bolsas de valores como el mercado hipotecario alcanzaron hace mucho tiempo niveles insostenibles. El déficit de presupuesto y la falta de ahorro han añadido combustible a esta economía ficción.

La recesión es el huracán que puede corregir esta economía ficción. Al tratar de impedir que el fenómeno se desarrolle de manera natural, el Gobierno de Estados Unidos corre dos riesgos. Uno, que estas acciones, como los esfuerzos por impedir los huracanes, no sirvan para nada y se conviertan en un simple desperdicio de los recursos de los contribuyentes. El otro es que profundicen los desequilibrios fundamentales de la economía y produzcan una recesión más severa un poco más adelante.

PREDIALAZO

Regreso a casa después de una semana de trabajo fuera del país y encuentro que mi impuesto predial aumentó 88 por ciento. Me dicen que tengo suerte: que otros están teniendo que pagar hasta 300 por ciento más. Qué bueno que el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard dijo que no habría alzas de impuestos. ¿Se imagina usted si realmente los hubiera subido? Pero, en fin, de algún lugar hay que pagar las playas y las pistas de hielo y los subsidios al desempleo y las movilizaciones políticas.

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