Atentos a las próximas elecciones municipales estamos ahora en la precisa oportunidad de analizar y proponer los cambios necesarios en nuestro código electoral para perfeccionar la elección y funciones de los regidores y síndicos municipales.
No es un asunto nuevo: lo abordamos hace varios años en esta columna. La democratización del sistema electoral no se agota en el voto, ni en el conteo de sufragios, el levantamiento de actas de cómputo o en la integración de paquetes electorales que luego se envían a las directivas de casillas para ser entregados a los comités municipales del Instituto Estatal de Participación Ciudadana; la intención de estas notas conduce un poco más allá…
Sabemos cómo se eligen los presidentes municipales y cuáles requisitos de personalidad y experiencia política deben comprobar para legitimar su derecho a concursar por el cargo. Ahora se trataría de cambiar el sistema electoral para que los ciudadanos votemos por los regidores y síndicos en forma individual descartando el actual sistema de planilla por partidos.
No debemos olvidar que el Ayuntamiento es un cuerpo colegiado que tiene la acotada facultad de legislar en el espacio local en los asuntos de orden y buen gobierno, que dictamina los ingresos y egresos de la tesorería municipal y aun puede iniciar leyes generales en el Congreso del Estado.
No recuerdo en cuál de tantas consultas públicas realizadas en Coahuila presentamos una ponencia para legislar sobre este tema. Lo propuesto entonces era más o menos en el siguiente tenor:
La elección de ediles debe ser individual, no por planillas; cada candidato legitimará su interés de representar una x demarcación electoral del municipio en el seno del Ayuntamiento por medio de los testimonios de los otros vecinos, de los directores escolares en el área, del juez de barrio (si existe) y alguna otra constancia sobre la antigüedad de su residencia en el sector y la comprobación de su interés en gestionar el mejoramiento de los edificios y condiciones educativas, urbanísticas y ecológicas del lugar.
El IEPEC deberá seccionar el municipio por zonas urbanas y rurales determinando qué cantidad de ciudadanos podrá representar cada regidor. Por ellos votarían de modo individual y no por planillas. Actualmente integran el Cabildo más de 30 personas, así que las actuales autoridades podrían calcular el costo que representará en la tesorería el aumento de ediles. Repetimos: las regidurías tendrían que ser ocupadas por ciudadanos electos individualmente. Un regidor podrá representar a un número predeterminado de habitantes de cada sector urbano, será su vocero y gestionará sus demandas y necesidades colectivas ante el ayuntamiento, el alcalde y el síndico municipal.
Este último, como es actualmente su deber, asumirá plenamente la representación legal del Ayuntamiento, defenderá los intereses municipales y vigilará que los actos del Cabildo se ajusten a lo prescrito en el Código municipal. Igual que el presidente municipal, este único síndico deberá ser elegido por la totalidad de los ciudadanos empadronados en el municipio.
Los regidores son denominaciones sucesoras de los “concejales” o miembros del “concejo” o “concilium” en el antiguo municipio romano e ibérico. Estaban por encima de la autoridad del alcalde y aun podían dictar normas legales para la observancia de los vecinos del pueblo o la villa.
El centralismo derogó la tradición municipalista heredada de la vieja España, colocó al Municipio en el escalón inferior de la tríada de poderes constitucionales y devino aplastado por la Federación y por el Estado. Acabó por ser, bajo la férula del sistema centralista, vertical y autoritario, el más débil de los poderes públicos.
Un nuevo sistema electoral para elegir concejales municipales debe ser legislado en beneficio de la democratización de la sociedad. Que sea el Alcalde un auténtico líder de la comunidad, un buen administrador de los intereses públicos y un receptivo funcionario para toda la comunidad. Y los regidores y el síndico podrán ejercer con mayor libertad su obligación de opinar y actuar en los asuntos públicos municipales.
Esto escribí al final de mi frustrada ponencia: “Si cada silla del Ayuntamiento fuera ocupada por un ciudadano responsable, capaz e independiente, otro gallo cantaría a nuestros sufridos municipios”.