EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Regreso a clases

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Caminito de la escuela / apurándose a llegar / con sus libros bajo el brazo / va todo el reino animal”.

Cri-Cri

Quizá para algunos chicos es una pesadilla. Pero para otros es el regreso a un mundo maravilloso. ¿Se acuerda usted de esa mezcla de sensaciones que lo invade a uno el primer día de clases?

Incluso el estudiante más aplicado termina por cansarse de las aulas después de 10 meses de estudios. Los puentes y las vacaciones cortas no sirven más que para alborotar el cansancio. Regresa uno de esos breves descansos sintiendo que necesita más tiempo para recuperarse.

Pero las vacaciones largas, esas que en nuestro país duran seis semanas, pero que en otros lugares del mundo se extienden de dos a tres meses en el verano, logran algo que parecería imposible. Generan el deseo en muchos estudiantes, incluso aquellos que no son particularmente afectos al estudio, de regresar a clases.

Yo debo confesar que el regreso a clases después de las vacaciones largas era uno de los momentos más felices de mi niñez y adolescencia. Entonces ese descanso duraba no seis semanas sino dos meses completos, los cuales eran, por lo menos para quienes vivíamos en la Ciudad de México, en invierno y no en verano.

Durante muchos años pasé esos períodos en casa de mis abuelos en Xalapa. No había muchos niños en el vecindario para jugar, y se registraba una llovizna constante, por lo que tenía yo que pasar buena parte del tiempo encerrado y leyendo. Fue una buena experiencia. Mucho del gusto que hoy tengo por leer surgió de aquellas húmedas tardes en Xalapa. Tuve además la oportunidad de convivir con dos abuelos maravillosos: Papi y Mamá Lupita.

Más tarde las vacaciones las pasaba en Acapulco, en la zona del Revolcadero, con mi tía María Elena, una verdadera santa que se llevaba a cuatro o más adolescentes para hacer compañía a sus dos hijos, también adolescentes, y a su hija más pequeña. Cómo sobrevivió el ya desaparecido fraccionamiento de Copacabana a las travesuras de esa banda de pequeños delincuentes es algo que nunca entenderé.

Después de dos meses de vacaciones, sin embargo, yo siempre estaba más que listo para regresar a clases. Era en parte la emoción de aprender nuevas cosas, pero también la de encontrarme con viejos y nuevos amigos en la escuela.

Durante mucho tiempo pensé que ésta era una sensación que sólo yo experimentaba. Con el paso de los años, sin embargo, he encontrado que la misma actitud la han compartido generaciones de niños y jóvenes. Aun aquellos chicos y chicas que no gustan del estudio, y que sufren con el trabajo escolar durante el año, suelen encontrar en los primeros días del año escolar un momento de tranquila felicidad.

Sé que hoy las escuelas y los útiles son muy diferentes a los que teníamos entonces; pero sin duda debe persistir el olor de los lápices nuevos, el gusto de empezar a llenar los cuadernos y de leer los libros comprados pocos días antes, la emoción de conocer a la nueva maestra o maestro, y la curiosidad de encontrarse con los nuevos compañeros y, sobre todo, con las nuevas compañeras. Siempre había alguna que conquistaba mi corazón desde el primer día del año y que se convertía en el objeto obsesionado de mis amores infantiles a lo largo de los siguientes 10 meses.

El tiempo ha transcurrido más rápidamente de lo que yo podría haber supuesto. Los años deberían haber erosionado esos recuerdos lejanos del regreso a clases. Pero por alguna razón este año las imágenes se han agolpado con enorme intensidad en mi memoria.

Tengo grabado, como si fuera ayer, aquel año en que regresé a la escuela para ingresar a preprimaria. La maestra que me recibió era la señorita Cielo (nada de “misses”, afortunadamente, en el Colegio Madrid). ¡Cómo no voy a acordarme de ella! Morena, de pelo largo negro, de facciones delicadas y sonrisa encantadora. Tenía, quizá, unos 22 años y yo cinco. Fue mi primer amor. Y ella me correspondía, o por lo menos así me lo parecía a mí. Recuerdo que me llamaba “Mi amor sucio” cuando me sacaba del arenero y me llenaba de besos. Me imagino que eso me convenció por siempre para ver con optimismo el regreso a clases.

Hoy millones de niños acudirán a la escuela. Los que vayan por primera vez se llenarán de llanto ante lo desconocido. Sus madres los dejarán con una sensación de angustia que no desaparecerá en todo el día. Pero los propios niños se olvidarán de ellas y empezarán a jugar muy pronto con sus nuevos amiguitos.

Otros más lo harán con la emoción de entrar a nuevos ciclos, nuevas escuelas y nuevos años. Algunos se encontrarán con sus viejos compañeros y otros harán nuevos amigos. Y yo, que estaré fuera de mi país en este día, recordaré quizá a esa señorita Cielo, que a medio siglo de distancia me sigue haciendo desear que hoy pudiera estar caminito de la escuela.

FOX EN LA VENDIMIA

Un asistente sorpresa este fin de semana en las fiestas de la vendimia del valle de Guadalupe en Ensenada, Baja California, fue Vicente Fox. El expresidente llegó de último momento a la fiesta de la casa L.A. Cetto, la cual estaba celebrando el aniversario número 80 de su fundación. No le fue mal al exmandatario en su baño de pueblo. Cientos de personas se acercaron para saludarlo y tomarse la foto. Marta, incluso, compitió en el tradicional concurso de pisado de uvas, y competitiva como siempre obtuvo un buen resultado. En muchos lugares del país la pareja Fox sigue siendo popular.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 372627

elsiglo.mx