La declaración del alcalde José Ángel Pérez Hernández, en la que niega que el domingo pasado los ciudadanos de Torreón hayan emitido un voto de castigo a su gestión de gobierno, revela un caso de ceguera política que explica los malos resultados electorales del edil y su partido.
El alcalde atribuye la derrota a la falta de trabajo partidista en la promoción del voto, lo que lejos de ponerlo a salvo de crítica lo responsabiliza, en la medida del poder total que José Ángel ejerce sobre el Comité Ejecutivo Municipal del PAN a través de funcionarios y empleados del gobierno a su cargo.
Otra de las causas de la derrota del panismo en esta ciudad que es su baluarte en Coahuila, se encuentra en la mala selección de candidatos a diputados que en su mayoría procede precisamente del contubernio entre Gobierno Municipal y partido, que Pérez Hernández ha generado en aras de su proyecto político personal con miras a la gubernatura del Estado. Dicho proyecto el día de hoy se advierte inviable, al haberlo cifrado José Ángel en el control sobre su partido, en lugar de haber fincado su aspiración en una buena gestión de gobierno de cara a la sociedad, como destinataria legítima del quehacer político.
La perniciosa asociación entre partido y gobierno urdida por Pérez Hernández ha condicionado la integración del equipo de trabajo del alcalde a la asignación de cuotas de poder y posiciones en una nómina abultada, sobre criterios contrarios a los referentes de eficiencia y productividad que se esperaban de José Ángel, de acuerdo con sus antecedentes en el sector empresarial en el que desarrolló una carrera decente y exitosa, que contrasta con su desempeño en el terreno de la política.
El efecto de esa mala integración del equipo de gobierno se traduce en falta de coordinación e ineptitud y las consecuencias están a la vista. Poca obra pública, servicios deficientes y el acabose que implica la caída estrepitosa del sistema de seguridad pública. Por todo lo anterior no es extraño que siendo el voto panista el más exigente, se vuelva reclamo en virtud de una decepción que en el caso llega a niveles de enojo.
Sin embargo, es justo reconocer que existen otras causas tanto o más importantes que determinan los resultados electorales en Torreón y en Coahuila, que tienen su fuente en los esfuerzos del gobierno de Humberto Moreira, por recrear corregido y aumentado el sistema de partido de Estado a nivel local, para establecer un dominio hegemónico sobre la vida social y política en la entidad.
Gracias al control del Gobierno del Estado sobre el Instituto Electoral, a la siembra constante de conflictos entre niveles de autoridad y sectores sociales y al uso de los programas de combate a la pobreza al servicio de su propia versión del Partido Revolucionario Institucional, Moreira obtiene la integración de un Congreso sometido a su voz de mando, que de ninguna manera va a funcionar como factor de equilibrio entre poderes.
Los coahuilenses hemos vivido una elección de Estado con el más alto abstencionismo de la historia reciente. El proceso recoge un porcentaje de votación matemáticamente insuficiente para interpretar la voluntad ciudadana de manera confiable de acuerdo a los parámetros internacionales, que exigen una concurrencia a las urnas superior al cincuenta por ciento, muy por encima del cuarenta por ciento que se dice obtenido.
No sólo ha colapsado la votación del PAN sino la de los demás partidos de Oposición, la mayoría de los cuales ni siquiera alcanzó el tres por ciento que la ley determina para que conserven su registro. La deserción cívica generalizada es el fruto lamentable de la reciente elección de diputados a la Legislatura de Coahuila y enciende luces de alerta respecto a un grave retroceso político en el Estado que es preciso detener y revertir.
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