En esta ocasión el Estadio Azteca sí vibró con la actuación de la Selección Mexicana; los aficionados en todo momento apoyaron a los jugadores dirigidos por el sueco Sven-Göran Eriksson.
El Coloso de Santa Úrsula despertó como hace mucho tiempo no lo hacía con el Tricolor, la pasión por la verde resurgió como un manantial ansioso de una salida para dejar sentir todo su poderío. Luego de la medalla de oro obtenida por Guillermo Pérez en taekwondo dentro de los Juegos Olímpicos Beijing 2008, la afición “azteca” no se conformó y quiere mucho más. A las banderas que ya ondeaban en lo más alto en distintos puntos del coraz ón del país se unieron muchas más, principalmente en el sur de esta capital donde se concentró la euforia del mundo futbolístico. Las principales arterías que conducen al estadio Azteca desde muy temprana hora mostraban intensa actividad, entorpecida en gran parte también por los encargados de la seguridad que más que ayudar estorban en la mayoría de los casos. Conforme la hora del partido se acercaba se podía respirar en el aire con más intensidad esos deseos porque el balón comenzará a rodar, olía a futbol, a Copa del Mundo. Con tal de ver de cerca a la selección nacional muchos decidieron terminar su día a las tres de la tarde, se quitaron el saco y la corbata para ponerse la verde, el sombrero y la matraca. Por supuesto que había que entrar ya ambientados a las gradas, por eso mucha gente decidió degustar de unas frías y refrescantes cervezas para apaciguar el calor y la sed por ver a sus once “guerreros” que esta noche iniciaron un camino que tiene como destino tierras que parecen muy lejanas, pero que pueden irse acercando poco a poco.
