El Gobierno Federal alista Atlas de Riesgos que deberá concluirse en 2009 para seguir con el plan de desplazamiento gradual; identifican a 188 municipios en estas condiciones.
El presidente Felipe Calderón lanzará un plan para reubicar pueblos o pequeñas ciudades completas de las zonas costeras bajas, en especial los llamados asentamientos irregulares, tanto del Golfo de México como del Pacífico, que se encuentran altamente expuestos al riesgo de inundaciones derivado de fenómenos hidrometeorológicos extremos como huracanes, ciclones o elevación del nivel del mar.
El desplazamiento “gradual” de los asentamientos humanos se iniciaría luego de concluir un “Atlas de Riesgos” para determinar el número de centros poblaciones y habitantes que viven en extensiones de suelo con media y alta exposición a los peligros naturales, sobre todo, en planicies inundables e incluso de cauces de ríos en el altiplano o las llanuras costeras en estados como Chiapas, Nayarit, Oaxaca, Tabasco, Veracruz, entre otras.
El estudio para identificar e inventariar los asentamientos irregulares ubicados en zonas de riesgo estaría a cargo de las Secretarías de Desarrollo Social, y Comunicaciones y Transportes, Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad y gobiernos estatales, y deberá estar listo a más tardar en 2009, aunque a la fecha ya se tienen identificados 188 municipios en estas condiciones.
El esquema de este plan está incluido en el Programa Especial de Cambio Climatológico 2008-2012 (PECC) y será presentado por el presidente Calderón en los próximos días.
El programa se plantea que los costos de la reconstrucción o la recuperación de los recursos perdidos año con año en estas zonas pueden ser hasta seis o siete veces mayores a lo que se gastaría para la prevención de riesgos.
Este es el resultado, señala el documento, de la “precaria cultura de la prevención económica de los riesgos y del incipiente análisis económico de los costos previsibles de los efectos de cambio climático en la economía mexicana”.
Prueba de ello, dice el texto, es que actualmente sólo seis entidades federativas disponen de un Atlas de Riesgos; sólo 15% de los Programas de Desarrollo Estatal incluye medidas para la reducción del riesgo de desastre; y sólo uno de cada diez programas de Desarrollo Municipal contempla este tipo de medidas.
El secretario técnico de la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático advierte que en México los eventos hidrometeorológicos extremos se han incrementado durante las últimas tres o cuatro décadas, en especial en los últimos cinco año, cuyas pérdidas resultaron ser cinco veces mayores que el promedio correspondiente a la primera mitad de la década de los años 60.
Este secretariado técnico está integrado por las secretarías de Agricultura, Comunicaciones y Transportes, Energía, Desarrollo Social, Medio Ambiente y Hacienda, entre otras.
Incluso prevé que se intensifiquen los huracanes y en general los fenómenos naturales poniendo en riesgo extensas regiones costeras del país.
Además, el citado programa propone canalizar la nueva demanda de suelo para vivienda (82 mil 800 hectáreas en 2012, y 301 mil 290 en 2030, así como 200 mil 860 para desarrollo urbano) hacia regiones diferentes a las costeras del país altamente vulnerables.
Para ello, Desarrollo Social y Medio Ambiente tienen el encargo de incrementar la oferta de suelo apto y seguro para el desarrollo urbano que asegure la consideración de los peligros naturales y la vulnerabilidad ante el cambio climático, mediante la constitución de nuevas reservas territoriales y nuevos inventarios de suelo.
Hacia esos lugares que estarán definidos en los próximos tres años serán desplazados los centros poblacionales que hoy ocupan zonas costeras.
Baja California Sur, Aún sufren los estragos de ‘John’
A unos meses de cumplirse dos años de que el huracán ‘John’ azotó Baja California Sur, ocasionando graves inundaciones en los cinco municipios del estado, cientos de familias esperan aún ser reubicadas.
Unas 400 familias de las comunidades de La Poza Grande y Mulegé Pueblo, en los municipios de Comondú y Mulegé, respectivamente, continúan viviendo en zonas de riesgo, muchas de ellas en las viviendas que resultaron severamente dañadas, aquéllas en las que el agua entró y alcanzó tres metros de altura.
Según el subdelegado municipal de la localidad comundeña, Román Larrinaga Olivas, el pueblo no ha sido reubicado, pues las 140 casas que comenzaron a construirse tras el paso del huracán, aún no están terminadas.
Dijo que los vecinos han manifestado su inconformidad a las autoridades estatales y han exigido la entrega inmediata de viviendas. Algunos colonos atribuyen las obras inconclusas, comentó, al robo de materiales por empleados de la constructora GAPE.
El subdelegado indicó que los vecinos exigieron al Instituto de Vivienda de BCS rapidez en la entrega, pues se acercan los meses más críticos de la temporada de huracanes. Se han realizado algunas reuniones para atender la situación, manifestó, aunque aún no se fijó fecha para concluir trabajos.
En tanto, en Mulegé Pueblo, a unos 500 kilómetros de la capital del estado, la reubicación de las 206 familias a quienes el desbordamiento del río Mulegé les ocasionó pérdidas parciales y totales de sus enseres y viviendas, tampoco se ha llevado a cabo por falta de terrenos.
En entrevista telefónica, el presidente del ayuntamiento mulegino, José Manuel Murillo Peralta, reconoció: “Hemos fallado” en la construcción de las viviendas e insistió en que el problema radica en la falta de tierras, pues pertenecen a ejidatarios.
“Se ha batallado mucho por no contar con las extensiones que se requieren. No ha sido fácil, pero vamos a atender esta situación”, expresó, aunque reconoció no tener fecha de inicio de las obras.
Al comenzar septiembre de 2006, la entidad sufrió el embate del huracán “John”, que dejó daños en Mulegé, Loreto, Comondú, La Paz y Los Cabos, por 633 millones de pesos.
Las carreteras se vieron muy afectadas y más de dos mil 600 viviendas presentaron daños parciales y totales. Según reportes del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), se requería la reubicación de 539 viviendas, la mayor en Mulegé y Comondú.
Chiapas, el lodo los borró del mapa
Una gigantesca ola causada por el desgajamiento de un cerro sobre el río Grijalva borró del mapa a la comunidad Juan de Grijalva, en Ostuacán, en el Norte de la entidad, el 4 de noviembre del año pasado.
A ocho meses de la tragedia donde murieron 19 personas y seis más desaparecieron, Juan de Grijalva es ahora un suelo abandonado e inhóspito, cercado por el caudaloso río Grijalva.
A cinco kilómetros de la cabecera municipal de Ostuacán, el Gobierno de Chiapas prosigue la edificación de la ciudad rural Nuevo Juan de Grijalva; albergará a la gente evacuada, y a quienes perdieron a familiares con el colapso del cerro.
Juan de Grijalva tenía 417 habitantes, integrados en 87 familias y distribuidas en tres núcleos de población alrededor de la zona de montaña y a unos metros de las aguas del afluente.
Aquel día trágico, la gente regresaban a sus casas, luego de participar en el culto vespertino de la Iglesia Adventista (el 70% de la población es de esta doctrina), cuando el cerro aledaño se desgajó y borró al poblado, formado por indígenas zoque y descendientes de familias francesas, como los Bouchot.
Ante el hecho, especialistas en manejo de riesgos ambientales, como la coordinadora de Monitoreo Vulcanológico y Sismológico de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), Silvia Ramos Hernández, advirtió que más de una veintena de municipios del Norte, Sierra, Soconusco, Centro y Altos de Chiapas son vulnerables por la permanente deforestación y erosión.
Tabasco el mar ‘devoró’ la isla
Cada vez más habitantes de la comunidad Andrés García, deben migrar a otras partes ante los embates del mar que los golpea con menos misericordia cada que entra un frente frío.
En esta isla de la laguna de Mecocacán, Paraíso, por años la vida se movió con tranquilidad. Sin embargo, al igual que decenas de comunidades de las zonas costeras, con el transcurrir del tiempo empezaron a sentir que cada vez era mayor la fuerza de la naturaleza, pues los fenómenos climáticos llegan con mayor intensidad.
El año pasado, con la entrada del frente frío número cuatro, con vientos similares a un huracán e intensas lluvias, también se incrementaron los daños y anegaciones en sus viviendas, e incluso unas 20 casas quedaron derruidas.
Fueron precisamente las lluvias por ese frente frío las que causaron gran parte de la más severa inundación que sufrió Tabasco el año pasado.
Antes, esta isla estaba a casi un kilómetro de la costa y no resentía tanto el oleaje del golfo de México; pero el mar tomó la franja de costa que la defendía de los embates del viento y oleaje.
La laguna de Mecoacán antes se intercomunicaba por una bocana de 100 metros, pero la erosión marina avanzó y al tragarse parte de la costa, con todo y cultivos de cocoteros, se ensanchó en más de 600 metros y por eso los frentes fríos y sus altos oleajes pegan directo en esta isla y las viviendas ahí asentadas.