Ha sido durante el programa “Late Show” de David Letterman, uno de los mayores audiencia en el país, donde el republicano John McCain confesó en un arranque de franqueza que cuando eligió a la pispireta gobernadora de Alaska, Sarah Palin, como su compañera de fórmula apenas la conocía personalmente.
“Casi no la conocía, pero creo que ha sido una gran elección porque hoy anima a nuestros electores y está perfectamente capacitada para el cargo”, dijo un McCain dominado por la prudencia y la contradicción, al defender a una mujer de vena populista que le ha multiplicado los niveles de audiencia, pero también los ataques de sus propias bases y los dolores de cabeza.
Los rumores de continuos roces y enfrentamientos al interior de la campaña republicana, tras la incorporación de Palin, no han dejado de perseguir a John McCain mientras las voces de algunos de los más conspicuos miembros de la derecha conservadora han decidido abandonar el barco para apoyar la causa de Barack Obama.
“¿En qué diablos estaba pensando McCain cuando eligió a Palin como candidata a la vicepresidencia?”, se preguntó recientemente Christopher Buckley, columnista de la National Review e hijo de William F. Buckley, uno de los íconos de la derecha más conservadora, para decir así en voz alta lo que un creciente grupo de republicanos piensan de la gobernadora de Alaska.
En defensa de Palin ha salido el columnista William Kristol, el hombre a quien se atribuye “el descubrimiento” y recomendación de la gobernadora de Alaska y a quien la propia Palin aseguró recientemente que no entendía los motivos de McCain para no atacar a Obama por el lado de su polémico reverendo, Jeremiah Wright.
“Creo que es una causa legítima y tendríamos que hablar más de los vínculos de Obama con Wright”, le ha dicho Palin, la mujer que se ha convertido en el azote de Obama, mientras el electorado ya ha dejado en claro que, más que chapotear en el lodazal de una guerra sucia, lo que necesitan son respuestas frente la crisis que los ha dejado sin casa o sin empleo.
Sarah Palin, la candidata que se ha definido a sí misma como un pitbull con pintalabios y que es capaz de apelar al instinto asesino de radicales de derecha que gritan “mátalo” cada vez que menciona el nombre de Obama, se ha convertido hoy en la persona que apenas conocía McCain a la hora de elegirla como compañera de fórmula y como la mujer que hoy roba el sueño a millones de electores (demócratas y republicanos) temerosos de que algún día pueda convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos.
