Lucero Enríquez Rubio, integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM encontró 34 sonatas en un manuscrito anónimo del siglo XVIII que demuestran que la Catedral Metropolitana se convertía en un foro de conciertos con piezas de gran valía en la época novohispana.
Según un comunicado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la experta relató que localizó el material en el archivo de ese recinto sacro; un colega le mostró las transcripciones de piezas sin aparente interés, pero al revisarlas e interpretarlas se sorprendió de la riqueza musical que encerraban.
La experta revisó la música profana y la instrumentista que existía en esa época; localizó un número reducido y la presentó en el Primer Festival de Música Antigua de San Antonio.
En la investigación sobre las sonatas, cuando conoció el manuscrito original, que ya no estaba en la Catedral sino en el Museo de Antropología e Historia, lo observó usado, incompleto y mutilado y faltaban las primeras 18 sonatas.
Enríquez Rubio se percató que las características de las sonatas pertenecían a un sólo autor del que se desconoce casi todo, pues no se sabe si era novohispano o si era de Italia, España o nació aquí.
La Catedral de México representó la mejor opción para su desarrollo musical, pues contaba con un cabildo estable, un arzobispo que podía durar muchos años y, sobre todo, un grupo de profesionales permanente, argumentó.
Agregó que ningún lugar contaba con un espacio donde pudiesen presentar las obras y utilizaban la Catedral como el único foro donde ensayaban los alumnos del Colegio de Infantes.
