Un arroyo de aguas negras riega las tierras del ejido San Luis, cerca del Periférico, junto a varios desarrollos residenciales. (Fotografía de Sergio Reyes)
Impacto ambiental es ignorado a pesar de que viola la Ley; Simas dice que no es autoridad.
Al menos cuatro tierras de cultivo de forrajes en la ciudad son regadas con aguas de drenaje en violación de normas ecológicas federales y municipales.
En total, más de 300 hectáreas de alfalfa, maíz forrajero y sorgo son regadas con aguas residuales, sin autorización de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento (Simas).
A pesar de que la Secretaría de Agricultura permite el riego con aguas negras para cultivos industriales, la Norma Oficial Mexicana 033-ECOL 1993 y el Reglamento de Desarrollo Sustentable y Protección al Medio Ambiente del Municipio de Torreón prohíben tal práctica.
Las aguas negras descargan contenido de cloro, grasas, detergentes, materia fecal y microorganismos patógenos que pueden perjudicar la salud al ser respirados.
El Siglo de Torreón pudo verificar que aguas negras son “ordeñadas” de los cárcamos de Simas antes de que lleguen a la planta tratadora de agua, para riego en los ejidos San Luis, La Rosita y La Joya, aunque los ejidatarios dicen tener derechos sobre esa agua.
En la propiedad privada llamada “El Ranchito”, pegada al ejido La Unión, se usan aguas negras que se depositan en el lecho seco del Río Nazas y que no han sido canalizadas a las plantas tratadoras de Torreón y Gómez Palacio, por falta de infraestructura.
Todos estos lugares están pegados a áreas de vivienda media y residencial, donde los habitantes pagan cuotas de saneamiento.
El gerente técnico de Simas, Luis Horacio Salmón, justificó la falta de supervisión del Municipio al argumentar que “no somos autoridad”, a pesar de que la práctica está prohibida por un reglamento municipal y en la mayoría de los casos son cárcamos de Simas los que son abiertos para sacar el agua.
Rodrigo Martínez Rangel, de la organización “En Defensa del Ambiente”, señaló que el uso de aguas residuales pone en riesgo la salud de las personas que manipulan los cultivos y quienes viven cerca de las parcelas.
“Las aguas residuales contienen cantidades incontables de materia fecal, metales pesados, grasas, aceites, cloros, nitritos y huevecillos”, dijo y explicó que los vientos y los insectos son los vehículos para transportar esta contaminación al cuerpo humano.
José Manuel y Laura dan testimonio de lo que significa vivir cerca de estos centros de contaminación. Hace poco compraron una casa en un fraccionamiento en el Oriente de la ciudad, pero ahora soportan el hedor que producen las aguas negras con que campesinos del ejido La Rosita riegan 70 hectáreas sembradas con cultivos forrajeros.
Cuando los vientos dominantes van en dirección Sur-oriente, la pestilencia se intensifica y dejar las ventanas abiertas garantiza una noche a medio dormir.
Hasta ahora, el impacto ambiental ha sido pasado por alto por Conagua, Simas y la Dirección Municipal de Ecología.