Para figurar en el elenco de los más ricos del mundo, según el criterio de la revista Forbes, que se ha especializado en esa medición, es preciso superar una barrera muy elevada: mil millones de dólares. Once mexicanos se hallan en esa situación. Su fortuna, reunida, se aproxima a los cien mil millones de dólares, algo así como la décima parte del Producto Interno Bruto. Su monto supera al de las reservas en divisas del Banco de México, cuya condición inerte tanto enorgullece a quienes sobreponen el valor del dinero sobre el de las personas. En escalones mucho más abajo de los que ocupa esta oncena de magnates, pero al mismo tiempo muy lejos del promedio de los mexicanos, aparecen unas doscientas mil personas cuyas fortunas se manejan en el mercado bursátil, que poseen en conjunto 4.4 billones de pesos, más de cuatro mil millones de dólares.
El mexicano más rico de todos, Carlos Slim, pasó del tercero al segundo lugar de la lista general de Forbes, sitio en que desplazó a Bill Gates, el legendario fundador de Microsoft. Para evitar confusiones, pues en los meses recientes hemos dado en considerar al principal accionista de Telmex y Telcel como dueño de la mayor fortuna en el mundo, debe recordarse que aquella posición le fue dada no por Forbes, sino por un analista de valores que semanas después de aparecido el elenco de 2007 examinó cuánto más valían las acciones de Slim en los diversos mercados, y de allí concluyó la primacía del mexicano. Pero atenidos a los criterios oficiales de la revista mensual norteamericana, el líder del Grupo Carso ocupa el segundo lugar, sólo adelantado por Warren Buffet, que lo aventaja en dos mil millones de dólares.
Slim posee, según Forbes, sesenta mil millones de dólares, once mil más que el año pasado. Dado que las inversiones filantrópicas de Buffet exceden con mucho las que realiza Slim, y por lo tanto su acumulación de recursos es menor, no sería remoto que en 2009 se canjearan los papeles de uno y otro. A gran distancia de Slim aparecen en la lista de Forbes diez mexicanos más. Citados en orden descendente de su fortuna, se trata de Alberto Bailleres, cuyos negocios más conocidos son El Palacio de Hierro y el Grupo minero Peñoles, que tiene casi diez mil millones de dólares (y es el 85º más rico del mundo). También a la minería y la metalurgia se dedica el Grupo México, de Germán Larrea, cuyos bienes suman poco más de siete mil millones de dólares y aparece por primera vez en la lista (como tercero en la porción mexicana y 127 en la general). Cuando otras veces he mencionado su fortuna (menor de lo que suma ahora) he recibido reproches de quienes suponen que la acumulación de riqueza me parece condenable. Enjuicio, sí, el enriquecimiento que contratas con la parquedad del gasto laboral en seguridad e higiene, que es proverbial en ese consorcio, de donde en parte resulta su acelerado crecimiento.
El cuarto mexicano más rico, 154 en la lista mundial, es Ricardo Salinas Pliego, que posee más de seis mil millones de dólares en negocios que sólo como promoción comercial pagada alcanzarían el rango de “socialmente responsables”, pues por ejemplo su Banco Azteca se mueve en los linderos del agio, si no los traspone. Le sigue Jerónimo Arango (247 en la lista mayor, quinto en la local) que antaño encabezó a sus hermanos en la propiedad de Aurrerá y ahora retirado posee más de cuatro mil millones de pesos; Isaac Saba figura en el siguiente lugar (6 y 573) dueño de más de dos mil millones de pesos; los mil 700 millones de dólares de Roberto Hernández, ex principal accionista de Banamex, que fue vendido a Citicorp, le permiten ocupar el lugar siete en México y el 707 en el mundo. El presidente de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, en el octavo lugar, es dueño de mil 600 millones lo que lo hace empatar en cantidad y posición en las listas con Alfredo Harp Helú: 8 y 743. Y en el décimo lugar aparece Lorenzo Zambrano, cuyas acciones en Cemex le permiten poseer mil quinientos millones de dólares. Ocupa el lugar 785 en el mundo.
Es de suponer que ellos mismos figuren en el escalón de riqueza al que me refiero ahora, pues casi nadie deja de cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores. Si es así, forman parte de un número no menor, pero insignificante frente a la población total del país y aun frente a las cifras más reducidas de la económicamente activa y de la actividad empresarial.
Las casas de bolsa manejan más de 193 mil cuentas, que no equivalen necesariamente al mismo número de titulares, pues hay quien posee varias. Pero el dato sirve para pintar el paisaje de la propiedad bursátil en México, donde se concentran los inversionistas de mayor tamaño, renuentes a manejar sus cuentas productivas en el sistema bancario, por los escasos réditos que genera, y al que se acercan sólo para fines de operación. En estas cuentas bursátiles se manejan 46 billones de pesos, un promedio de 22.7 millones de pesos.
A pesar de que, medidos estos porcentajes con los del otro extremo de la sociedad son escasamente representativas, debe decirse que su número ha crecido de manera notoria en los últimos años. En 2002 el número de cuentas manejadas por las casas de bolsa era de 173 mil, con un monto de 1.4 billones de pesos, lo que daba un promedio de menos de la mitad del vigente el año pasado: 10.6 millones de pesos.
Estas cifras (El Financiero, 7 de marzo) muestran que si bien no es verdad que menos cada vez tienen más, muestran también que son muy pocos.