Aunque es claro que Santiago Creel dejó de ser líder de los senadores panistas como una concesión a las televisoras, lo es también que se habían acumulado factores en su contra. Por ejemplo, la semana pasada varias encuestas lo mostraron a la cabeza de las preferencias panistas para la remota elección presidencial de 2012. Y aunque mucho agua correrá bajo los puentes de aquí a entonces, es probable que ese factor haya acelerado la decisión de entregar a Televisa y TV Azteca la cabeza del ex secretario de Gobernación.
Creel apareció como favorito en la encuesta de Reforma. Lo imagina como candidato de Acción nacional el 27 por ciento de los entrevistados en general, y el cuarenta por ciento de sus correligionarios panistas. Lejos del antiguo consejero ciudadano figuraron en ese sondeo la secretaria de Educación pública Josefina Vázquez Mota con el 14 por ciento de las preferencias de los militantes de su partido. Y en una posición aún más remota, el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño recoge apenas el 9 por ciento de las inclinaciones de voto de los panistas. Cifras semejantes aparecieron en la Encuesta Nacional Sobre Gobierno, Sociedad y Política realizada por la empresa de Liébano Sáenz: Creel: 42 por ciento; Vázquez Mota 18.3 por ciento; y Mouriño 16 por ciento. Para mayor irritación del calderonismo, en la encuesta de Reforma se preguntó por la suerte política de Germán Martínez, que sólo contó con el cinco por ciento de las preferencias, la octava parte de las expresadas en favor de Creel. Y como Martínez, en tanto jefe de su partido, dispone quiénes coordinan a los grupos parlamentarios, no parece descabellada la idea de que el fuerte contraste entre su posición y la de Creel reforzara su decisión de echarlo de la coordinación senatorial.
De aquí a 2011, cuando se resuelvan las candidaturas del siguiente año, Creel contaría con una notable exposición mediática que reforzaría su eminente posición dentro del elenco panista. Ya ha sido presidente de la Junta de Coordinación Política y de la Mesa Directiva, los dos cargos principales en su Cámara, y podría obtenerlos una vez más en la próxima Legislatura, con lo que se acrecentaría su presencia pública. En cambio, como senador de a pie su imagen se borrará hasta el punto en que lo quieran las televisoras, que ya lo habían dejado en el congelador. Así pues, uno de los móviles para deponerlo fue eliminar a un contendiente incómodo en la disputa interna de Acción Nacional.
No puede pasarse por alto que en la efectuada en 2005, Creel y Felipe Calderón fueron los contendientes más relevantes y, por lo tanto, los que libraron las escaramuzas de mayor aspereza. Recíprocamente se atribuyeron maniobras indebidas durante el proceso interno, y si no llegaron a las manos ni al tribunal federal electoral ello se debió a la prudencia que prevaleció en el extremo de la contienda y a que la cultura electoral panista manda lavar la ropa sucia en casa.
También debe considerarse entre los factores que explican la remoción de Creel no sólo su antagonismo con el ahora presidente, que al fin y cabo es un hecho del pasado, sino su posición presente. Tanto Creel como Héctor Larios entre los diputados quedaron incluidos en la corriente que designó presidente del PAN a Manuel Espino y el año pasado procuró su reelección. Espino los nombró coordinadores de las bancadas en el Congreso y era de suponerse que al quedar frustrada su permanencia frente al partido los líderes seguirían su suerte. Por lo menos Creel estaba en una suerte de prueba, que acabó poco después de la más reciente desavenencia entre Espino y su sucesor, y entre el ex dirigente del partido y las cabezas del Gobierno. Como le ocurre a todo el mundo, a Espino la parece ver que la guerra contra la delincuencia organizada no está siendo ganada por el Gobierno. Pero al expresarla pareció reavivar su desafío a Calderón y a Martínez, lo que debilitó la posición de Creel (no necesariamente la de Larios quien, aun para el solo efecto de subrayar que Santiago fue despedido, permanecerá a la cabeza de la bancada panista en la Cámara de Diputados).
Un episodio de la vida privada del ya ex coordinador panista contó igualmente entre los factores que propiciaron su remoción. La pudibundez, con adarmes de hipocresía que forma parte de la personalidad de una porción del panismo, la del conservadurismo católico, debió condenar el pecado de escándalo en que incurrió Creel al procrear una hija fuera de matrimonio con la actriz Edith González. Al consumar legalmente el reconocimiento civil de su paternidad y al difundirse que lo había hecho, las buenas conciencias deben haber objetado que un réprobo ejerciera una función notoria en la cúpula del partido. Creel era más vulnerable que Diego Fernández de Cevallos a quien nadie osó reprocharle su tránsito de un hogar a otro, que correspondía como el de Creel a su vida privada.
La causa principal de la caída de Creel, sin embargo, ha sido su posición frente a los poderes fácticos. El hombre honesto que perdura en el antiguo jefe del departamento de derecho del ITAM podrá encontrar provechosas lecciones sobre la ingratitud de Televisa y la mezquindad de esa industria en general. A una y otra les concedió favores, en busca sin duda de una reciprocidad que le fue regateada y se convirtió en encono ejercido con la furia que caracteriza a la telecracia. El acotado terreno en que ahora se moverá puede ser ensanchado por su ejercicio de la libertad.