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Scrooge

JAQUE MATE

Sergio Sarmiento

“Todo idiota que anda con el ‘Feliz Navidad’ en los labios debería ser hervido en su propia salsa y enterrado con una estaca de acebo en el corazón.”

Ebenezer Scrooge

Los villanos son indispensables. Si no hay un personaje malvado que haga que brillen por contraste las virtudes de los demás, nunca tendríamos historias en la literatura, el teatro o la cinematografía. No hay finales felices sin villanos perversos.

Mi villano favorito es Ebenezer Scrooge de Un cuento de Navidad (A Christmas Carol) del escritor británico Charles Dickens. Al contrario de otros villanos, que deben conformarse con papeles secundarios, él es protagonista de una novela que desde mediados del siglo XIX se ha convertido en un clásico navideño.

Scrooge es más que simplemente malo. Es un hombre que aborrece la Navidad, la fecha de convivencia familiar por excelencia. Se dedica al préstamo de dinero con intereses, una de las profesiones más rechazadas por la cristiandad. A su empleado, Bob Cratchit, lo trata mal y le paga una miseria, mientras que rechaza el cariño desinteresado que le ofrece su sobrino. Desprecia a los pobres, a quienes considera un excedente de población cuya situación económica es producto de su indolencia. Su expresión ante la Navidad, “Bah, humbug” (“Pamplinas”), se ha convertido en una de las formas más extendidas de manifestación de desprecio a las causas buenas en la lengua inglesa.

Después de haber dado a regañadientes a Cratchit el día de Navidad con todo y paga, lo cual es casi como un robo a las finanzas del usurero, el buen Scrooge, se prepara para pasar la Noche Buena en la tranquila soledad de su hogar cuando el fantasma de su socio, fallecido siete años antes, lo visita y perturba con advertencias sobre los males de la misantropía y la avaricia.

Otros tres fantasmas visitan a Scrooge esa noche. El de las Navidades pasadas lo traslada a su infancia, donde nos enteramos que de niño Ebenezer estaba recluido en un internado del que su padre, quien lo culpaba de la muerte de su madre en el parto, no lo sacaba siquiera en Navidad. Más adelante vemos a un joven Scrooge enamorado de una chica, Belle, cuyo cariño pierde por su afán de construir un patrimonio con el cual pueda garantizar a ambos una vida de prosperidad.

El fantasma de las Navidades presentes muestra a Scrooge la pobreza abismal en la que vive su empleado Cratchit, con un hijo inválido, la cual no le impide encontrar la felicidad en esa Noche Buena. Esa felicidad también se encuentra en el hogar de su sobrino, en el cual se habla con cariño del avaro tío pese al trato que sus parientes reciben de él.

Un último fantasma, el de las Navidades por venir, le presenta a Scrooge las consecuencias de sus acciones: la soledad en la que vivirá y morirá. Sus preciadas posesiones se convertirán en botín de los mismos buitres de la sociedad que él ha siempre despreciado.

En el mundo de Dickens, sin embargo, el villano tenía que ser redimido. Nuestro villano favorito se ve así transformado en esa Noche Buena por las revelaciones de los fantasmas. Deja atrás su avaricia y aislamiento y se convierte en una de esas personas, antes despreciadas por él, que pasean siempre con el “Feliz Navidad” en los labios.

De esta triste manera suelen terminar sus días los buenos villanos de la literatura. En vez de defender con firmeza sus principios, aceptan las exigencias de la sociedad y son domesticados por las buenas conciencias. Se convierten en hombres buenos, cuyas historias pasadas de rebeldía quedan como simples ejemplos para que los niños conozcan las consecuencias de portarse mal. Me imagino que la casa de Scrooge terminará convertida en uno de esos hogares con árboles llenos de foquitos y cursis decoraciones navideñas.

Un cuento de Navidad se ha convertido, desde su publicación el 19 de diciembre de 1843, en una de las historias más conocidas de la temporada navideña. Scrooge ha sido personificado por algunos de los actores más importantes del teatro y la cinematografía. Sin embargo, algunos autores contemporáneos, como Germán Dehesa, han buscado preservar al Scrooge original, con su rechazo a la Navidad, dejando de lado la caricatura de hombre bueno con la que Dickens cierra su narración. Quizá consideran, como yo, que Dickens no tuvo más remedio que adaptar su personaje singular y excéntrico a las convenciones de la sociedad sólo para vender más libros.

En algún lugar del mundo quizá siga viviendo ese Scrooge malhumorado que en la frugalidad de la vida y la desconfianza a la gente encontró su razón de ser. Y no sería extraño que esta Noche Buena, pese a las presiones de parientes y fantasmas, se arrellane solitario en un sillón, dibuje una sonrisa en el rostro y se dirija al mundo con su característica expresión: “Pamplinas.”

SARKOZY EN BRASIL

Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia, se encuentra de visita oficial en Río de Janeiro. Ayer anunció que permanecerá los próximos días de vacaciones en Brasil donde convivirá con el padre de su esposa, Carla Bruni, que ahí vive. Se ha negado a decir, por otra parte, exactamente dónde se quedará en Brasil. En México ya alguien estaría pidiendo un juicio político en su contra: por usar un viaje oficial para permanecer unos días de descanso en otro país, por no decir dónde piensa estar o por el simple hecho de tomarse unos días de vacaciones.

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