Pocos alimentos han llegado a Haití y la mayoría se ha quedado atorada en el puerto, a consecuencia de los altos precios de los combustibles, las malas condiciones de las carreteras y la debilidad del Gobierno
A Rivilade Filsame le dolía cada centímetro de su cuerpo, desde su estómago hinchado y vacío hasta la piel reseca y arrugada. El niño de 18 meses había llorado tanto tiempo en el centro de atención a desnutridos de un hospital que su madre ya no se afanaba en consolarlo.
Luego que el aumento en los precios de los alimentos llevó en abril a disturbios mortíferos, Estados Unidos y la ONU prometieron millones de dólares en ayuda para familias pobres como la de Rivilade, así como a los agricultores, a fin de romper con la dependencia haitiana respecto de la comida importada.
Pero tres meses después, se ha obtenido información de que sólo una parte pequeña de los alimentos prometidos -menos de 2 por ciento hasta comienzos de julio- se había distribuido.
Pocos alimentos han llegado a Haití y la mayoría se ha quedado atorada en el puerto. Casi todos los demás se encuentran todavía en almacenes, a consecuencia de los altos precios de los combustibles, las malas condiciones de las carreteras y la debilidad del Gobierno Nacional.
Muy poca comida ha llegado a la población desesperada en las zonas rurales, donde vive más de la mitad de los 8.7 millones de habitantes del país.
Incluso en el Valle de Artibonite, la región más fértil de Haití, la desnutrición de los niños es grave y evidente. Los agricultores carecen del equipo que se les prometió para aumentar la producción, y por lo tanto se comen las mismas semillas que deberían sembrar para evitar el hambre futura.
Incluso uno de cada tres niños en el Valle de Artibonite está desnutrido, de acuerdo con el Hospital Albert Schweitzer en Deschapelles, donde Rivilade fue atendido en junio. El ingreso de pacientes a la unidad de desnutrición ha aumentado 250 por ciento desde el año pasado.
“Los niños que estaban desnutridos moderadamente el año pasado están este año en una situación grave”, dijo Adeline Azrack, funcionaria del hospital. “Las familias que otrora eran vulnerables hoy están en crisis”.
TEMEN DISTURBIOS
Dado que las familias están consumiendo la poca comida que debían guardar o sembrar, y ante el comienzo de la temporada de huracanes, existe el riesgo de que vuelvan a ocurrir los disturbios por los alimentos.
“La vida es incluso más difícil que en abril”, dijo Pierre Antoinier St. Cyr, quien trabaja en obras de desarrollo agrícola en Les Cayes. “Las organizaciones comunitarias se reúnen semanalmente para ver si reanudan las protestas”.
En abril, los disturbios se extendieron desde las zonas rurales hasta Puerto Príncipe, y causaron la muerte de al menos seis haitianos y un efectivo de paz de la ONU. El primer ministro fue despedido después de esos hechos y no ha sido reemplazado.
A los hechos violentos siguió una serie de promesas internacionales. El Gobierno estadounidense y el Programa Alimentario Mundial de la ONU prometieron en forma combinada 117 millones de dólares este año, en alimentos y ayuda para la agricultura.
La asistencia incluía más de 36 mil 600 toneladas métricas de frijoles, arroz y otros alimentos para atender la emergencia. Pero un reporte de la Agencia Federal de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional señala que hasta el comienzo de julio, menos de 2 por ciento de esa ayuda se había distribuido.
Unas 14 mil 500 toneladas métricas de ayuda han llegado a Haití, pero más de 10 mil toneladas métricas de esa cifra están todavía en puerto. El resto, casi en su totalidad, permanece sin ser distribuido en los almacenes de World Vision International y Catholic Relief Services. Sólo 657 toneladas métricas de alimentos han llegado a los centros de distribución.
Haití tenía ya problemas para atender todos los trámites de aduanas en sus puertos, mientras las autoridades buscaban combatir el narcotráfico y mejorar la recaudación de impuestos.
En el Valle de Artibonite, los trabajadores asistenciales dicen que no ha llegado una sola ración desde mediados de julio. Tampoco han recibido nada de los 150 mil dólares en semillas e implementos prometidos para ayudar a unos 20 mil agricultores haitianos, a fin de que siembren cultivos de alimentos básicos en todo el país.
PARADOJA CRUEL
El hambre resulta una paradoja cruel en el valle conocido como el “tazón de arroz de Haití”, donde las granjas han estado en decadencia desde hace años, ante la incapacidad de competir con los alimentos estadounidenses subsidiados e importados con bajos aranceles.
La inestabilidad política ha dejado al Gobierno sin políticas agrícolas efectivas ni formas de lidiar con los efectos de los huracanes e inundaciones que afectan la nación casi cada año.
Ello significa que no había protección alguna cuando el precio del arroz importado aumentó en más de 60 por ciento y el del maíz en 91 por ciento durante los primeros seis meses del año, según el Programa Alimentario Mundial.
Los programas de la agencia se concentran principalmente en zonas urbanas. Los soldados brasileños han distribuido arroz, habichuelas y aceite de cocina donados por su país en el barrio miserable de Cite Soleil, junto al mar, donde miles de refugiados de las zonas rurales se refugian en chozas endebles.
En las comunidades rurales, donde los alimentos de USAID serían distribuidos por World Vision International, la entrega se ha topado con problemas logísticos y con los altos precios de los combustibles, que en Haití llegaron a 1.58 dólares por litro en junio.
Wesley Charles, director de World Vision en el país, culpó a USAID por sus retrasos en entregar los alimentos, y dijo que el financiamiento de Estados Unidos se empantanó en la iniciativa de asignaciones complementarias de emergencia del Congreso, mientras los legisladores debatían los apartados que dan fondos para la Guerra en Irak.
“Creo que al nivel de USAID hace falta que sean más sensibles”, dijo Charles. “Uno no puede manejar una situación de emergencia como un procedimiento normal”.