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Se aproxima el tsunami económico

EDUARDO LORA

Gerente del Departamento de Investigación y economista jefe interino del Banco Interamericano de Desarrollo.

¿Están preparados para la crisis los gobiernos latinoamericanos? Desde que se inició la crisis en agosto del año pasado una pregunta se mantiene en vilo: ¿Cuánto le costará esta crisis a los países de la región?

Si se repitiera la contracción económica que produjo la crisis rusa hace una década, la región vería una pérdida acumulada de producción en los próximos cinco años por valor de 1.1 billones (millones de millones) de dólares; se dejarían de hacer inversiones por 900 mil millones de dólares y el ingreso per capita de los latinoamericanos solo regresaría a su nivel actual hacia 2014.

Pero las repercusiones de esta crisis podrán ser mayores, debido a su origen. La raíz del problema no está en un país emergente, sino en las naciones desarrolladas que concentran la mitad del ingreso mundial y son el principal destino de las exportaciones de América Latina. Cuanto más tiempo tome a los países ricos limpiar los balances de sus sectores financieros y restaurar la confianza crediticia, mayor será el costo que incurrirán las economías emergentes.

Todo indica que ese proceso va a ser dolorosamente lento. Ya hay pérdidas reconocidas por deudas malas, sobre todo hipotecarias, por valor de 760 mil millones de dólares, y se cree que ese monto podría duplicarse. La destrucción de valor en las bolsas de los países desarrollados representa pérdidas para los inversionistas por 10.5 billones de dólares, según cálculos de Standard & Poor´s.

Contagio financiero

El primer efecto de esta debacle sobre América Latina es una baja del apetito por deuda de los gobiernos y empresas de la región.

Antes de que empezara la crisis hipotecaria de Estados Unidos, en agosto de 2007, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos podían emitir títulos de deuda con costos financieros no mucho mayores que el Tesoro de EU. Las diferencias, que eran de menos de 200 puntos básicos (2%), se dispararon a mediados de septiembre, a raíz de la sucesión de quiebras y rescates de entidades financieras en Estados Unidos y Europa. Ni Chile ni México, que tienen economías robustas pueden financiarse con márgenes de menos de 250 puntos con respecto al Tesoro estadounidense.

Impacto en la economía real

El impacto sobre la economía real está empezando a verse. La contracción del crédito internacional se refleja en los mercados financieros locales, en la medida en que el gobierno o las grandes empresas que antes se financiaban en el exterior están reorientando sus demandas de crédito.

Debido a que la crisis está llevando a aumentos de los tipos de cambio, las empresas endeudadas en dólares enfrentarán dificultades para pagar sus deudas. Ya han sufrido pérdidas empresas que apostaron a la apreciación del tipo de cambio.

Las dificultades de financiamiento llevarán a aplazar proyectos de inversión. El impacto será menor empleo y menor crecimiento.

En Estados Unidos y Europa la falta de confianza en el sistema bancario ha llevado a un total bloqueo no sólo del crédito a los sectores productivos, sino de los canales de circulación monetaria entre los intermediarios financieros. Una desaceleración del crecimiento en esos países será inevitable. El FMI pronostica de forma optimista que el crecimiento en los países desarrollados caerá del lánguido 1.5% a 0.5% en 2009.

Este menor crecimiento significa precios más bajos de los productos básicos que exporta la región. El petróleo, la mayor fuente de ingresos de exportación, ha sufrido una caída de precios de 40% desde su pico de mediados de julio. El retroceso de los precios también toca a los productos agrícolas.

Los productos básicos son la fuente de más de 90% de los ingresos de exportación de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Para México, los productos básicos son apenas una cuarta parte de los ingresos de exportación, pero más de 80% de sus exportaciones dependen del crecimiento económico de EU.

México, al igual que muchos de los países de la región, están expuestos además a una eventual caída de las remesas provenientes de Estados Unidos. El BID pronosticó que en 2008 América Latina y el Caribe recibirán en remesas 67.5 miles de millones de dólares, 1.5% más en comparación con el año anterior. En El Salvador y Guatemala las remesas hasta agosto mostraban sendas caídas. El impacto puede ser grave, pues las remesas equivalen 18% del PIB de El Salvador y 12% del PIB de Guatemala.

Mejor preparados

La buena noticia es que la mayoría de las economías latinoamericanas están hoy mejor preparadas para resistir las perturbaciones externas que cuando estalló la crisis rusa.

La deuda externa de la región representa 22% del PIB, frente a 44% de 2002, según el FMI. Sumando las reservas de la región, su saldo se ha elevado de 165 mil millones de dólares en 2002 a 460 mil millones a fines del 2007. Las finanzas públicas se han fortalecido en casi todos los países, al punto que el coeficiente promedio de endeudamiento público de los gobiernos ha pasado de 60.7% en 2002 a 31.8% en el 2007. Por supuesto, la crisis erosionará todos estos logros, que en parte reflejaban condiciones externas extraordinariamente favorables.

Gracias a las lecciones de 31 crisis bancarias en los últimos 25 años, los sistemas bancarios latinoamericanos hoy lucen más fuertes que nunca, y no están expuestos a los famosos activos “tóxicos” que causaron la debacle financiera de Estados Unidos y Europa. Tampoco es factible que resulten contaminados por los problemas de instrumentos complicados de innovación financiera, como los contratos de cobertura de riesgos de quiebra (credit default swaps) que llevaron a la bancarrota a AIG, la empresa aseguradora más grande del mundo.

¿Qué hacer?

Puesto que lo que viene es un tsunami de proporciones mayúsculas y de duración incierta, será necesario movilizar las defensas disponibles. Las reservas internacionales y las ventanillas de liquidez de los bancos centrales servirán para controlar la inestabilidad de los mercados cambiario e interbancario. Es preciso impedir que haya una sequía del crédito. El banco central de Brasil ya tomó medidas para respaldar con reservas los créditos comerciales de las exportaciones. También ha ampliado las líneas de crédito de preembarque para las exportaciones que ofrece su principal banco de desarrollo, el BNDES.

Los bancos centrales y los gobiernos deben asegurar que los bancos comerciales consigan financiar sus operaciones y se mantengan capitalizados. En Chile se han abierto cuantiosas subastas de depósitos para ampliar la liquidez del sistema bancario. Colombia eliminó los requisitos de reservas para el financiamiento externo a los bancos. Varios países han reducido los coeficientes de reservas sobre depósitos.

Las instituciones multilaterales de la región como el BID, la Corporación Andina de Fomento, y el Fondo Latinoamericano tienen la responsabilidad de ofrecer recursos de inmediato desembolso para proteger a los sistemas crediticios de los países de un posible infarto, que traería consecuencias nefastas sobre la producción y el empleo.

Estas tres entidades han unido esfuerzos para ofrecer 9 mil 300 millones de dólares de uso inmediato.

Sin duda, la región sufrirá con la crisis. Los costos podrían ser enormes, a juzgar por la experiencia de la crisis rusa. La gran diferencia es que los países están ahora mejor preparados. Si cuentan con el apoyo de los organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y de los países desarrollados podrán construir diques contenedores para mitigar el efecto del tsunami.

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